Capítulo 5

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Serj cerró el portátil y encendió un cigarro. Apenas fumaba a lo largo del día, lo justo y necesario para oler más al aftershave que usaba como colonia que a tabaco, pero siempre que terminaba un día de trabajo más o menos desagradable y muermazo se encendía uno sin esperar a ir a la terraza cubierta de la cocina. Hacía tiempo que Carlos y él habían llegado a aquel acuerdo que, salvo por casos de extrema necesidad, no se fumara a excepción de en el salón los días de fiesta y en la terraza cubierta todos los días. Quizás por eso la casa no olía excesivamente mal, pues Carlos era un fumador terrible, de dos paquetes al día si no lo comprara de liar aunque, como siempre se le acababa y se olvidaba de ir a por reservas al estanco, acababa por birlarle las cajetillas a Serj. La relativa salud de uno se veía influenciada positivamente por el perjuicio del otro, que solía pensar. Ese día había tocado reunión en vivo con los jefes del despacho, así que había tenido que ponerse una camisa para aparecer por la webcam, por lo que en cuanto se hubo encendido el cigarro comenzó a desabrocharse los botones y a arremangarse. Es que cómo odiaba aquel trabajo y aquel código de vestimenta que seguía vigente incluso en la silla de su puñetera habitación. Algún día cambiaría la situación, se decía para consolarse. Algún día tendría tanta pasta en la cuenta corriente que podría cambiar a algo que le produjera más placer, aunque eso significase ganar menos. Pero por el momento, quería ahorrar todo lo posible, quién sabía lo que deparaba el futuro. Y gracias a dios que la casa estaba pagada, claro.

Dio una calada y se frotó el estómago, pensando de nuevo en qué le gustaría trabajar que fuese algo más novedoso. Si lo pensaba bien, le gustaba mucho la idea de dedicarse a la música, aunque no fuese como bajista ni cantante, incluso lo prefería, dada su timidez y lo insoportable de aquel mundillo. Pero quizá dar clases de música, quizá llevar las cuentas o los asuntos de alguna banda, quizá la propia Cobalt, ah, si fuese posible. O montar un estudio como a veces sugería Carlos «y que le den por culo a Sony, Universal y esas mega corporaciones malvadas, como Amaral». Vaya, eso sí que sería bonito, poder hacer su propio sello y dedicarse a la producción aunque, claro, para eso había que saber cómo demonios producir, más allá de lo mucho que se supiese de música.

En Cobalt, él era el único que tenía una carrera como tal, pues había estudiado canto en el conservatorio. Después, Franky conocía algo de teoría musical gracias a las clases de batería que tomaba desde hacía unos pocos años y Carlos sabía lo poco que sabía gracias a Serj. Y ahora, claro, Paula, que conocía algo más allá de las bases, de forma autodidacta. Qué forma de tocar tenía aquella chica, Serj se quedó un rato ensimismado pensando en los últimos ensayos, en aquellos fraseos que inventaba de golpe entre estrofas y que casaban a la perfección con el tema, en las voces rasgadas que le nacían en las partes más intensas, que casi le hacía sombra al mismo Carlos, en esa melena tan larga que a veces se le enredaba en los dedos al tocar...

La ceniza del cigarro le cayó en la pierna pero no le quemó, pues el cigarrillo se había consumido hacía ya un rato. Se había quedado tan tonto pensando que ni se había dado cuenta de que se consumía entre sus dedos. Se sacudió con ganas y dejó la colilla en el cenicero, maldiciendo por lo bajo. También se sentía un poco extraño por haber estado pensando...

Se levantó de la silla para ir a por una botella de agua a la nevera, pero según enfilaba hacia la puerta, su teléfono sonó y su corazón dio un extraño vuelco cuando vio el número de Paula reflejado.

—¿Sí? —descolgó el teléfono.

—Hola, Serj, ¿cómo estás?

—Ah, yo bien, bien. ¿Y tú?

—Bien, también. Bueno, eh... Mira, he estado pensando en lo de la otra semana, la oferta que... Bueno, ya sabes.

Otro vuelco y Serj tosió, más desconcertado de su reacción que de la información que recibía.

CobaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora