En cuanto a planes se refería, era más que un poco arriesgado. Era una locura si Jisung estaba siendo sincero. Pero se podía hacer. Rápidamente si es necesario. Jisung conocía el lugar adecuado. No la cabaña de Gary, sino algún lugar igualmente desolado.

—Maldita sea —dijo Mark con una risa—. Eso es jodidamente frío, hermano. Me gusta.

—De ninguna manera. Todos estos tipos merecen sufrir. —dijo Minho, pateando una vez más la silla caída de Gary.

Jeno se rió.

—Solo porque te gusta masacrar a la gente.

Minho le hizo un gesto grosero con el dedo.

—No soy yo quien tiene una lista de reproducción para matar en Spotify.

Jeno se erizó, lanzando un resoplido ofendido.

—Sabes que todos los gritos y ruegos me dan migraña.

Jisung sacudió la cabeza. Le gustaban las armas. Eran limpias. Eficaces. Portátiles. Y dejaban muy poco desorden si sabías lo que estabas haciendo. Lo cual sabía. No mataba por diversión. Lo hacía porque sabía que había que hacerlo. Porque su padre decía que había nacido para eso.

Pero sus hermanos... no eran como él. No sólo les gustaba, sino que se deleitaban con ello. Todos menos Ten. Ten era muy parecido a Jisung. Más un soldado que un monstruo.

Pero, en este caso particular, Jisung estaba dispuesto a renunciar a las armas y los cuchillos por el fuego y las llamas si eso era lo que quería Chenle. Había algo de justicia divina en verlos arder a todos. No es que como si no se lo hubieran buscado. Sólo tenía que convencer a sus hermanos de que se saltaran el gore y la teatralidad por una muerte limpia.

Jisung suspiró, mirando a Jeno con recelo.

—No siempre hay que usar cuchillas. Podrías simplemente meter una bala a los que intentan huir. Sé a ciencia cierta que tiene excelente puntería. —le recordó, intentando y fallando en mantener fuera la amargura en su voz.

Jeno puso los ojos en blanco.

—¿En serio estás sacando el tema otra vez? Le disparé a uno de tus objetivos y no paras de traerlo a colación. Te hice un favor. Te quedaste congelado.

—Tenía trece años. —replicó Jisung.

—No habrías llegado a los catorce si no hubiera intervenido. Así que, de nada.

—¡Suficiente! —Félix gritó—. ¿Podemos dejar las discusiones ingeniosas para después? Lo que propone Chenle es sin duda el plan más inteligente.

Minho se encogió de hombros, haciendo un mohín.

—Supongo que sí. ¿Podemos al menos herir a este?

Chenle frunció el ceño.

—¿Realmente están decepcionados por no poder apuñalar a alguien cuando la alternativa es simplemente prenderles fuego?

Mark asintió.

—Sin ofender. Es sólo que es un poco... fuera de nuestro gusto. Nos enorgullecemos de nuestro trabajo.

—Mira, no me importa cómo los elimines, pero tenemos que hacerlo a la vez y Gary es la clave para hacerlo. —dijo Chenle—. ¿Podemos estar todos de acuerdo al menos en eso?

Todos los hermanos de Jisung se miraron entre sí antes de que Félix asintiera. —Funcionará. Sólo tenemos que conseguir que éste haga la llamada sin dar señales a los demás.

Jisung miró hacia abajo al hombre, que seguía haciendo ruidos de angustia detrás de su mordaza.

—Oh, Gary aquí sabe que la alternativa es una muerte lenta y dolorosa frente a una bonita y rápida bala en la cabeza.

—Va a hacer lo que se le diga —les aseguró Chenle—. ¿Verdad, Gary?

El hombre movió frenéticamente la cabeza. Félix asintió hacia los gemelos y éstos agarraron el respaldo de la silla y la pusieron en pie. Los ojos de Gary iban de una persona a otra.

Jisung se sorprendió cuando Chenle se acercó al hombre, dejándose caer sobre sus muslos hasta que estuvieron nariz con nariz.

—¿Qué se siente el tener miedo? —preguntó, con un tono escalofriante—. ¿Qué se siente saber que vas a morir?

Gary no respondió, se limitó a mirar con los ojos muy abiertos a Chenle. Al igual que los demás. Este Chenle había nacido de tanto dolor y trauma y había salido fortalecido por ello. Sus hermanos parecían fascinados por Chenle, pero Jisung... Jisung nunca había estado tan excitado en toda su puta vida.

Chenle parecía feroz y tan jodidamente seguro de sí mismo que a Jisung le daban ganas de arrastrarlo hasta el coche y follarlo allí mismo.

Pero no había tiempo para eso. La verdad es que no había tiempo para nada de eso, incluyendo a Chenle apoyado en el regazo de Gary, con la cabeza inclinada, como si realmente estuviera tratando de medir el miedo del hombre.

—A Chenle le gusta jugar con su comida antes de comerla —dijo Jeno—. Excelente.

Chenle se puso de pie, pero continuó mirando fijamente al hombre mayor.

—Quiero decir, justo que sea él quien mate a Gary —dijo Minho—. ¿Verdad? Esa matanza le pertenece a Chenle.

Jisung giró la cabeza.

—Chenle no va a matar a nadie. Sólo porque está siendo inducido dentro de la familia no significa que tiene que ser iniciado con sangre.

—Cada uno de nosotros tuvo que cometer su primer asesinato. —dijo Doyoung, como siempre sonando incomodado.

—El propio Chenle lo dijo —recordó Minho—. Dijo que esto era una prueba. Está claro que papá está utilizando esto como una especie de experimento. Si Chenle es parte de esta familia, va a tener que ensuciarse un poco las manos.

—No...

Chenle le cortó.

—Lo haré.

—No tienes que hacerlo. —juró Jisung.

Chenle miró a Gary, con una mirada casi frígida.

—No tengo que hacerlo. Quiero hacerlo. Pero no hasta que se acabe. Quiero que primero vea morir a los demás.

—Entonces está decidido —dijo Doyoung—. Trae el teléfono del hombre y acabemos con esto.



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1. इति | Jιcнєη / ƇнєηנιDonde viven las historias. Descúbrelo ahora