Lo siento, pero no lo veo conveniente. Ya que un matrimonio joven desea estar solos para convivir. —Lo entendería por completo y estuviera de acuerdo con sus palabras si en verdad este matrimonio fuera real. Sin embargo, aunque mi mente sabe que estoy casada, mi corazón aun no lo concibe, porque todavía siento algo por Duncan.

—Entendemos señor, y por la magnitud del asunto ahora mas que nunca debemos mostrarnos en armonía. Puesto que ya estamos presentados ante el pueblo como esposos y si se dan cuenta de que es una farsa, las repercusiones no serán nada alentadoras. —añade Dareck, como si tuviera mucho conocimiento sobre como gobernar un pueblo.

—Por supuesto, la confianza del pueblo es demasiado importante como para que la perdamos—manifiesta mi padre con preocupación. —Princesa, es importante que hagas tu mayor esfuerzo.

—Claro que lo entiendo padre. —suspiro—Por supuesto que hare mi mayor esfuerzo para que todos crean que estamos super felices en este matrimonio. Iré a empacar mi ropa. —le anuncio a mi padre.

—Bien, hija. —asiente mi padre —Sería perfecto que llevaras a Dareck a empacar contigo.

—¿Qué? —interrumpí su loca idea.

—Hija, déjate guiar por mí. Siempre hay un por qué de las razones. —me extendió una mirada extraña y a la vez significativa, sin embargo, no tenía el ánimo para descifrarlo.

—Está bien—resople, porque sabía que no ganaría nada contradiciendo a mi padre. —Sígueme, o de lo contrario te puedes perder—le fruncí el ceño y Sali de la oficina de mi papá, para dirigirme hacia mi habitación.

Sentía su presencia a pesar de que estaba detrás mío, y por muy extraño que parezca en el fondo mi mente me repite que no le tengo miedo y que él no me haría daño. Pero hay una parte en mí que lo duda.

Narra Dareck

Continuo con el mismo pensamiento de que la princesa será un hueso duro de roer, pero necesito ganarme su confianza. Debo aprovechar esa atracción que hay en nosotros, además de nuestro vinculo.

Como dice un dicho "En la guerra y el amor todo se vale".

Seguí el consejo del rey y subí a la habitación de Adriá para ayudarla a empacar sus cosas. Durante el trayecto no me dirigió la palabra, pero una vez que estuvimos solos encerrados en su cuarto se acercó a mí.

—Solo me mudaré contigo porque mi padre así lo quiere, pero te advierto que te intentas propasar conmigo y será lo ultimo que hagas. —sonrío por su amenaza, que lo único que me provoca es excitación. —Borra esa estúpida sonrisa de tu cara, porque lo único que seremos son dos extraños conviviendo en una casa. —Termino diciendo mientras me señalaba con su dedo índice.

Con sigilo corte la poca distancia que nos quedaba, podía sentir su aliento chocando en mis hombros. La sentí tambalear un poco, se podría decir que por esos malditos tacos.

—Esposa, puedes amenazarme todo lo que desees. Solo lo permito porque eres mi pareja, sin embargo, cualquier otro ya estaría tres metros bajo tierra si no es que más. —En ningún momento retrocedió, su mirada sostuvo la mía en un claro desafio —Pero eso no quiere decir que no recibirás tu correctivo cada vez que me amenaces.

—¿Y qué harás? Pegarme —su valentía me hace respetarla, pero debe saber que cuando un depredador mayor esta al asecho no se le puede desafiar.

—No golpeo a mujeres, a menos que de verdad lo merezca. Pero debes entender que no somos enemigos—esta ultima frase se la susurro, mientras no puedo contener el deseo de tocar su rostro. Mis manos cobran vida llegando a su nuca y su cintura, Adriá se queda estática esperando mi movimiento—Sin embargo, cada vez que tus atrevidos labios sean abiertos para desafiarme, te callaré a besos. Aunque suene cliché. Y azotare ese hermoso trasero que tienes ¿Me entiendes?

—Eres un idiota—murmura, con voz agitada. —Puedes intentarlo y te cortaré las malditas ma...—Acerque su rostro al mío, apoderándome de sus dulces labios, capturando el jadeo de sorpresa que emitió.

Forcejeo para alejarse, pero no se lo permití ahonde en el beso, mordiendo su labio inferior. Permitiéndome el acceso a su boca como deseaba, pude sentir cuando dejo caer las defensas y se dejó guiar del momento. Se notaba su inexperiencia, pero en el fondo me gustaba, llámenme machista si quieren. Mi cuerpo hormigueaba con la necesidad de sentir todo su cuerpo junto al mío sin ninguna barrera, sin embargo, sabía que esta noche no sería, y posiblemente no dentro de unos días cercanos.

En mis abrumados pensamientos, Adriá reaccionó y me alejó. Mirándome con furia contenida.

—Retírate, puedo empacar mi ropa sola.

—Tu padre me envío a ayudarte y eso haré—con voz firme le comunique mi decisión. —Ahora, sería de gran ayuda si me dices que te ayudo a empacar.

Me dirigió una mirada asesina, sin dirigirme una palabra se acercó a su armario y sacó varias maletas. Entregando una para terminarme enviándome a guardar sus productos de baño.

El legadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora