Escucho que tocan la puerta y digo que pase.

-A donde tan bonita -Blanca se acerca y se posa al lado mío.

«¿No lo sabe?»

-Solo acompañaré a Jayden a un lugar que desconozco por ahora -comento sin darle mucha importancia.

Ella se ríe por lo bajo y me invita a sentarme en el borde de la cama con ella.

-Lo veía venir -coloca sus manos sobre las mías y las acaricia-. Cita o no, disfruta.

Eso ni siquiera es una cita, ya dejé los puntos claros respecto a eso.

-Jayden no es de pedir que lo acompañen algún sitio que ni siquiera ha dicho -comenta en un tono dulce y me acaricia el hombro.

La escucho atentamente y le sonrio muy amable.

-Blanca, no es ninguna cita ni nada que se le parezca, solo lo acompañaré y ya.

Aunque no lo había visto desde ese punto, Jayden siempre que me decía que lo acompañase algún sitio, me decía el lugar, y en este caso, no lo ha dicho.

No quiero hacerle mente a nada de lo que se está refiriendo Blanca, además, ahorita que lo estoy recordando, el solo me ha pedido que lo acompañara una sola vez, y fue cuando iba a llevar a Zeus al parque.

Se acerca para regalarme un beso en la sien, y acuna mi rostro en sus manos.

-Eres una niña muy linda. Te pareces a mi hija, aunque no te lo haya dicho -vuelve a darme otro beso en la sien y me abraza-. Disfruta del acompañamiento -intensifica la palabra entre risas.

Correspondo el abrazo y la verdad es que, este es el abrazo que quisiera que mi madre me diera. Pero no se puede.

Ella se levanta y mira el reloj que estaba en la mesita de noche.

-Ya son las ocho, el es un chico que no le gusta esperar -sonrie y pequeñas arrugas aparecen en las esquinas de sus ojos.

«Mierda, dijo que a las ocho estaríamos saliendo de aquí.»

Me levanto y aliso el vestido con mis manos, agarro mi móvil y lo intento guardar, pero el este vestido no tiene bolsillos.

«¡Diablos!»

-Tranquila, yo te puedo dar un pequeño bolsito para que puedas meter tus pertenencias.

Ella sale de la habitación y en menos de tres minutos estaba ya estaba aqui, tenía en manos un bolsito color blanco con un pequeño broche de girasol en el medio.

-Era de mi hija, pero a ella no le gustan los girasoles -me lo entrega y yo apenada lo acepto-. Combina con tu vestido.

Sonrio apenada y le doy un abrazo.

-Es muy bonito, gracias -guardo mi móvil y mis pertenencias, me coloco el bolsito en el hombro.

-Bueno, no te demores.

Da unos aplausos para apresurarme.

Los nervios aparecen cuando salgo de la habitación «ni siquiera se porque carajos estoy poniéndome nerviosa», bajo las escaleras y ahí estaba el.

Me quedo parada en medio de las escaleras cuando lo veo de espaldas.

Tenía un traje negro, el cabello como siempre, alborotado. Se voltea y cuando me ve, nuestras miradas se encuentran y es como si mandara corriendo a mi sistema nervioso.

El sonríe y su sonrisa es tan cautivadora que te puede llegar a hipnotizar por su traviesa manera de hacerlo. Termino de bajar las escaleras y quedo en el último escalón.

Cuando Te Conocí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora