Los magos que la escoltaban la llevaron por interminables pasillos y dando cruces extraños. A Ginny no le tomó ni un minuto darse cuenta de que querían desconcertarla. El subsuelo del ministerio antes eran solos los tribunales del Wizengamot, que no usaron desde la primera guerra mágica hasta que se renovaron para contener las celdas y las salas de interrogatorios, aparte de los tribunales, pero eso significaba que aun conservaba los laberínticos pasillos y aire frio. Ellos esperaban que con esos dos elementos, si ella llegaba a escapar, se perdiera.

Pero no era tan estúpida, por supuesto.

De igual forma, se dejó empujar y jalar hasta que la hicieron detenerse. Uno de los magos pareció sacar su varita y una puerta a su lado se abrió. El segundo mago la empujó al interior de esta nueva habitación y luego cerraron la puerta a sus espaldas. Ginny quiso soltar una risita sarcástica, pero en su lugar aprovechó el momento para quitarse el saco de la cabeza y tirarlo al suelo.

Parpadeó un par de veces y pudo adaptarse a la nueva luz. Se encontraba, como sospechó, en la sala de interrogatorios, que en realidad era un cuadrado de paredes y pisos mental gris oscuro, sin ventanas, decoraciones mayores o nada que fuera relevante ademas de un foco en el techo. Efraim había comentado una vez que no solo las celdas era aprueba de hechizos o encantamientos, sino también esas sala. Los únicos objetos que podría decirse estaban ahí, eran una mesa y tres sillas, dos de espaldas hacia la puerta y la tercera enfrente, solo con la mesa dividiéndolos.

«Muy típico» pensó, sabiendo que no habían tenido tanta creatividad.

Pero el problema es que ahora ella se encontraba ahí, atrapada, sin su varita, sin el cinturón de aurores porque se lo quitaron —bastante tarde— y con las manos amarradas. Tampoco funciono abrir la puerta, porque estaba cerrada con magia. Pensó despues en algunas técnicas que recordara para deshacer el nudo, pero desechó esa idea también. Probablemente la cuerda estaba encantada y si lograba quitársela, cuando llegaran a interrogarla se la volverían a colocar.

Decidió que lo mejor era calmarse. La calma era lo que significaba en aquel momento. Resultaba difícil con el rastro del líquido burbujeante en la garganta que se había bebido hacía unos minutos. Era un efecto que ya conocía pero al que no se había acostumbrado del todo. Al menos le salvaría la vida y sería divertido jugar con los que la interrogaran. Al final, tomó asiento en la silla sola frente a la puerta y esperó.

Mostrarse calmada y cooperante le ayudaría a ganar tiempo. Tenía que hacerlo. Estaba segura de que no sería sentenciada ni tampoco la castigarían por nada. Llegarían a salvarla antes de que pudieran hacerle algo. Lo sabía.

Lo que parecieron ser cinco minutos después, la puerta volvió a abrirse y Ginny sonrió cuando vio que Ron y Hermione entraban. El pelirrojo aun tenía hojas y rasguños en las manos, casi iguales a los que Ginny tenía por haberse caído tanto en el bosque, pero a los cuales ignoraba porque tenía que estar concentrada. Vaciar su mente, eso le había dicho Pamela anteriormente y le había resultado tan bien.

Debía tener la misma suerte.

Hermione se mostraba indiferente y enojada, sosteniendo con fuerza un pequeño frasco lleno de un líquido transparente que parecía agua —no solo era eso—. Le lanzó una mirada de enojo a Ginny y tomó asiento frente a ella, al igual que Ron, quien parecía desconcertado por la sonrisa de la pelirroja.

—¿Qué te tiene tan feliz? —preguntó él por fin—. ¿No sabes el lio en el que estás metida? Fuiste vista saliendo de la casa de una ya confirmada simpatizante de Harry Potter y varios testigos, incluyéndonos a nosotros, vieron la silueta de Harry en el interior de la casa y después huyendo cuando atacamos.

—¿Qué dices para defenderte? —añadió Hermione frunciendo el ceño.

Ginny, sin dejar de sonreír, se encogió de hombros y colocó las manos sobre la mesa, para mayor comodidad. Aún se estaba muriendo de frío, pero sabia controlarlo.

Su Debilidad [Harry y Ginny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora