— Nunca dejaré de ayudarlas, Adi. —murmuró con una sonrisa ladina mientras ambos se observaban fijamente a los ojos—. Jamás me cansaré de agradecerte.

— No me lo tienes que agradecer, yo lo hago con gusto... por ti... y por Edine. —apuntó a la niña que ya estaba colocando los únicos tres platos de plástico que tenían en la mesa. Para Edine, Erryk significaba mucho más de lo que significaba para Adiane. Erryk para ella era casi como su padre, pues la escuchaba, la mimaba con lo que podía y, sobre todo, la hacía divertirse mucho.
Adiane lo entendía, puesto que la pobre niña ni siquiera tuvo la oportunidad de conocer a ninguno de sus padres.

— ¿Edine, quieres que haga avena o...la pasta?— Preguntó Adiane, rompiendo el contacto visual que tenía con Erryk.

— La avena. La pasta me gustaría comerla el día después de la cosecha.

Justamente el día siguiente sería destinado a la elección de los tributos que competirían en los décimos Juegos del Hambre. Adiane había tenido que sincerarse sobre la realidad de estos juegos con su hermana porque, si en algún año ella salía seleccionada, Edine debía saber perfectamente que existía la posibilidad de que ella no volviera.

Edine quedó un poco traumatizada con la idea de que su hermana se fuera en algún momento, y desde que lo sabe, cada año sufre severas crisis de ansiedad que Adiane tiene que calmar con mucha paciencia. Y claro, ella también temía el día en que su hermana cumpliera los doce años, porque eso significaría que su nombre podría ser repetido alguna vez, y eso sí no lo permitiría.

— Está bien, entonces haré la avena. —respondió Adiane con una sonrisa y miró a Erryk cuando empezó a abrir el sobre de avena—. ¿Te quedarás a cenar? —le preguntó mientras vaciaba la avena en una pequeña olla que ya contenía agua.

— Ehhh, bueno, si ustedes están de acuerdo...

— ¡Sí, Erryk, quédate! El otro día no me terminaste de contar acerca de tu amigo "Wolf". —el pelinegro miró a Adiane en busca de su aprobación y ella asintió con una ligera sonrisa.
El agua y la avena comenzaron a calentarse en aquella olla sobre el fuego. Adiane lo removía con su cucharón de un lado a otro, escuchando a lo lejos las risas de Edine y de Erryk. Utilizó algunas pausas para tocar su collar de oro de remitente todavía desconocido inconscientemente, y tan pronto como terminó de hacer la avena, la sirvió en los tres platos.

— Huele delicioso. —afirmó Edine y la joven rió—. Le eché un poco de canela para darle más sabor. —le sirvió a Erryk y se sentó por fin en una de las sillas de madera.

— Y está muy rico. —Erryk habló con la boca abierta y unos segundos después abrió la boca— ¡Y está muy caliente! —comenzó a darse aire con sus manos y Adiane escuchó una sonora carcajada de su hermanita. A ella no le causó gracia en realidad, pero sonrió solo al ver a Edine tener ese brillo en los ojos que probablemente le faltaría mañana.

Cenaron con pláticas triviales, todos sabiendo lo que pasaría mañana, pero ninguno dijo nada, porque tal vez si no lo mencionaban no sería tan real como lo era.

— Gracias por la cena, Adi. —Erryk se acercó para darle un corto abrazo y Adiane le correspondió—. Gracias por patrocinarla —se rió y Erryk bajó su cabeza riéndose tímidamente—. ¿Quieres que mañana esté aquí desde temprano? Sé cómo se pone Edine y...

— No te preocupes, estará bien. Mañana nos veremos en la cosecha, después podemos regresar a hacer la pasta que quería Edine.

Erryk asintió y se quedó mirando los labios de Adiane unos segundos. Ella se percató y se giró para ver a su alrededor.

— Mañana saldrá todo bien, estoy segura.

— Claro que sí. —reafirmó él y Adiane suspiró—. Bueno, tengo que ir a dormir ya.

𝐈'𝐌 𝐇𝐄𝐑𝐄 | Coriolanus Snow VS Sejanus Plinth | En revisión. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora