Una vez dentro de la oficina parecía que todo el mundo estaba listo para irse y cuando Rebekah miró su reloj en la muñeca, casi siente que su pecho da un freno inigualable. Era definitivamente tarde.

— Harry, debo irme ya. Cipriano debe estar en casa y preguntándose donde diablos estoy —, sus tacones denotaron la rapidez de sus pies sobre el suelo, mientras se dirigía hacia la oficina para recoger el resto de sus cosas.

— ¿Haz venido con el auto? —, preguntó, el empresario, mientras rodeaba el escritorio y tomaba sus cosas, en la tarea de irse también.

— Yo no —, Rebekah río y negó suavemente, buscando su teléfono en su bolso —, yo no manejo. Perdí mi licencia hace años.

Harry frenó y la observó, alzando sus cejas a modo de sorpresa.

— A ti te encanta manejar —, murmuro y cerro la laptop, recordándole a la mujer de llevarse la que correspondía a la secretaría; aun debía ponerse a el corriente de mucho si iba a ayudarlo en las próximas semanas.

Guardo la laptop y también la enorme agenda, observando la pantalla del celular, en la espera de que la aplicación le asignara un auto para llevarla hasta casa.

— Nada de eso, yo te llevo —, dijo el británico y ella negó suavemente, intentando declinar la propuesta, sin embargo el empresario insistió —, nada de eso. Te llevo, pero será necesario que te asigne un auto de la compañía con chofer o que empieces a conducir; imagino que recuerdas cómo.

— Si, bueno, supongo que si —, explicó ella, viendo cómo el hombre le tomaba la canasta para llevarlo por el mismo.

— No dejabas nunca ese feo auto amarillo, hasta tenía un nombre ¿como lo llamabas? —, el intento recordar, con una sonrisa amplia en el rostro mientras avanzaban por los pasillos.

— Margot —, susurro por lo bajo y entonces Harry río, entrando en el ascensor justo después de ella, mirando casi en un flash el increíble trasero que el vestido le hacía a su buena amiga.

— ¡Margot! Por supuesto —, Harry comenzó a reír y ella se contagió, observando su rostro de ángel desde la otra esquina del ascensor — Recuerdo cuando nos llevabas a mi y a Cipriano a todos lados. Eras la única que podía conducirlo. Tenía ese

— La palanca estaba descompuesta, había que tirarla ligeramente hacia la derecha y luego-

— Luego darle el arranque mientras sostenías la palanca hacia abajo, lo recuerdo. Solo podías hacerlo tu, que locura de automóvil —, mencionó y entonces Rebekah sonrió, recordando buenas y viejas anécdotas, de cuando se sentía independiente.

— Aún lo tengo. Bueno, Cipriano insistió en venderlo, pero lo conservé. No es nada de lo que realmente pueda sentirme orgullosa, sin embargo está allí.

— Creo que es lindo; creo que fue una buena etapa de nuestras vidas. Aunque no estaría de acuerdo en que lo manejes, ese auto parecía estar a punto de derrumbarse en cualquier momento —, mencionó el hombre y Rebekah abrió su boca, completamente ofendida.

Ambos caminaron por el vestíbulo y llegaron al Audi, volviendo a meterse mientras ambos reían, luego de que Rebekah golpeara juguetonamente el hombro del británico.

— ¡Margot era una excelente compañía! Ustedes no sabían comprenderla, eso es diferente —, mencionó, abrochándose el cinturón mientras veía a el hombre dejar la canasta en la parte de atrás del auto.

— Complicada como toda mujer, definitivamente el nombre le quedaba —, dijo, mientras encendía el auto.

— ¡Harry! —, ella estalló a carcajadas y tapó su rostro, intentando ocultar la sonrisa inevitable que tenía, mientras el auto comenzaba a avanzar hacia el barrio caro de Londres.

Cuando las risas cesaron y las bromas concluyeron ambos estaban sonrientes y contentos. El clima entre ellos parecía ser ligero y cómodo, incluso cuando habían sido pocas las veces en las que habían estado solos, como para comprobar el funcionamiento entre ello y aún más, lejos de la tercera pata que siempre había estado presente en su amistad; Cipriano.

De repente Harry pareció recordarlo; y un extraño pensamiento lleno su mente, imposible de apartar.

— Aún así me sorprende que no manejes. Siempre te ha gustado manejar.

— Supongo que no es necesario cuando ya no tienes a donde ir —, su voz pareció haber tomado un tinte sombrío que incluso Harry pudo distinguir; regalándole una mirada de lado.

— Ahora lo tienes. —, intentó animarla— Puedo llevarte o prestarte el auto si lo necesitas, no creo que quieras llevar a Margot, ademas  ¿Acaso esa cosa funciona? —, las risas volvieron a llenar el automóvil, dejando detrás aquella sensación extraña que los había albergado tan solo por un instante, dejando ver entre las ranuras la triste realidad en la que se había convertido la vida de quien había sido una brillante e independiente mujer.

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illicit affairs | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora