10. UN ESCUDO INFRANQUEABLE

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Al sexto día, Eranthos decidió hacer creer a todos que saldría a dar su habitual paseo matutino, pues sabía perfectamente que estaba completamente vigilado durante todo el día, él y sus más allegados. Con aquellos que despertaran menos sospechas, organizó una salida temprana a caballo, para buscar a la princesa. En un momento de su paseo matutino, encontraría el momento y el lugar para encontrarse con sus hombres, pocos, para no levantar suspicacias, pero con los suficientes como para distraer al escolta, y que él se encontrara a solas con Tiaris, el tiempo suficiente de presentarse y proponerle su ayuda.

El plan se llevó a cabo en un soleado día primaveral, como lo estaban siendo los últimos. Se internaron en las rutas del bosque acordadas, y donde sabían que Tiaris haría su paseo. Aún tuvieron que esperar una hora en la espesura de los bosques hasta que por fin la sintieron.

Sus cinco hombres comenzaron entonces una ficticia persecución de la princesa y su escolta, que obligó a éste a detenerse y enfrentarlos, dejando a Tiaris sola. Ella emprendió una frenética galopada en dirección al palacio.

Eranthos la interceptó en el camino, obligándola a desviarse. Cuando ella descubrió quién había urdido todo ese plan, pareció sorprendida, pero no amedrentada. A Eranthos le costó seguirla. Era una magnífica amazona, y su montura, un animal de calidad. Finalmente, tras varios minutos de persecución que la alejaron del palacio, un caudaloso río de ancho cauce la impidió seguir, pero ella volvió grupas a su sudoroso animal.

Eranthos tenía que detenerla a toda costa o nunca acabaría esa persecución. Lanzó su onza de caza a la grupa del caballo de Tiaris, lo que provocó que éste se levantara sobre sus pies, sorprendiendo a la princesa. Ella cayó al suelo con un golpe seco, pero sin peligro.

Antes de que se levantara, Eranthos estaba saltando de su caballo en marcha, y se abalanzaba sobre ella, que había reaccionado sacando su arco con tremenda rapidez, tanta, que tuvo tiempo de apuntarlo con una flecha y lanzarla, desde el suelo, arrodillada, pero Eranthos tuvo el reflejo de esquivarla.

Se echó sobre ella, que ya se levantaba, y le arrancó el arco y el carcaj con rapidez. Ella gruñó y trató de desasirse, con extrema fiereza de superviviente. Él la levantó y la sostuvo con firmeza, pero sin daño, con ambos brazos, por la espalda, y le habló al oído con un susurro firme, por detrás.

—No luchéis contra mí, princesa —le pidió, pero ella seguía retorciéndose—. No quiero haceros nada, lo juro.

—¿Y lo decís después de perseguirme, desmontarme y atacarme?

—Es la única forma de que me escuchéis. Dejad que me presente, no soy vuestro enemigo.

—Lo sois por el mero hecho de existir, embajador —siseó ella, que se detuvo al darse cuenta de que su forcejeo no tenía ningún efecto frente a la fuerza de Eranthos, quien la doblaba en peso y casi en tamaño—. Si me ven con vos, me encerrarán.

—Eso no pasará.

—¿Qué sabéis vos?

—Todo, princesa. Permitid que me presente —le volvió a decir con el rostro pegado al de ella—, solo quiero sacaros de este infierno.

—Para llevarme a otro —contestó ella furiosa.

Eranthos la soltó repentinamente, y ella trastabilló hacia delante, pero no llegó a caer, porque de nuevo la sostuvo de la cintura. Ella se volvió como una gata enfurecida, y le propinó un puñetazo en la boca, tan certero como los de cualquier entrenado en la materia. Era evidente que Tiaris sabía defenderse como nadie. Eranthos sonrió. Cómo le cautivó su arrojo, incluso después de recibir el golpe.

Ella lo encaró, sacando ya una daga del cinto, de nuevo con extrema rapidez. Ella se sorprendió al ver que él se reía, mientras se palpaba el labio inferior, que sangraba después, con un profundo corte. Él la miró con tremendo apetito, y ella palideció, levantando la daga a la altura de su rostro, amenazante, mientras él se erguía delante de ella, tan grande como era. Estaba seguro de que le estaba mostrando toda su fiereza, y ella, seguía sin mostrar nerviosismo. Si lo temía, que seguro era así, lo ocultaba muy bien. Era simplemente única.

Una princesa para un rey --Completa--Donde viven las historias. Descúbrelo ahora