Así que mejor optó por esconderla en el bolsillo de su túnica, y usarla hasta que le llamaran la atención por no hacerlo.

Finalmente bajó a la sala común para luego poder desplazarse al Gran Comedor junto a Samantha. Miró a su alrededor en búsqueda de la pelinegra que solía hacerle compañía casi a diario cuando sintió que alguien se colocó junto a él.

Cómo si tuviese un sexto sentido, rodó los ojos un segundo antes de que Harry pudiera abrir la boca.

—Buenos días, Perseus —Harry lo saludó con entusiasmo. Parecía ser que se encontraba de buen humor después de varios días de haberlo escuchado discutir con sus amigos—. ¿Puedes creer que podremos seguir jugando Quidditch? Nadie sabe cómo sucedió, Angelina ni si quiera tuvo tiempo para hablar con la profesora Umbridge... y ya ha puesto los nuevos horarios de las prácticas en el tablero, por si quieres ir a echar un vistazo... y también...

Perseus soltó un quejido en voz alta—. ¡Por Merlín! ¿Te han dicho que hablas demasiado? Son las siete de la mañana.

Harry frunció sus labios—. Lo siento, me emocioné de más.

Perseus asintió en acuerdo, poniendo los ojos en blanco—. Aparte, seguimos sin ser amigos. Deja de contarme tu vida, Potter.

Está vez fue Harry quien rodó los ojos—. Eres demasiado fastidioso. Realmente estoy haciendo un esfuerzo para ser amable.

—Nadie te lo pidió —Perseus le sonrió falsamente—. Así que déjame en paz.

—No entiendo por qué no aceptas la idea de que podríamos ser grandes amigos. Tenemos muchas cosas en común, ¿lo has pensado?

Perseus comenzó a caminar, ignorándolo. Pero Harry simplemente no se daba por vencido, y comenzó a seguirlo.

Perseus echó un vistazo sobre su hombro, y al darse cuenta que el azabache iba detrás de él, soltó un resoplido—. No tenemos nada en común, Potter.

—¿Seguro? —Harry alzó las cejas.

Perseus prefirió no responderle, y salió de la sala común hacia el pasillo dónde finalmente se encontró a Samantha, quien —lamentablemente para él— estaba junto a Ron Weasley.

—Ron, eres muy grosero con tu madre —escuchó a Samantha decir mientras negaba con la cabeza.

Perseus se colocó junto a la chica, y observó como Harry quedó junto al chico pelirrojo, quien parecía arrugar un trozo de pergamino.

—No es así —dijo Ron, aventando el trozo de pergamino al piso—. Estoy cansado de las cartas que recibo de mi madre, siempre dicen lo mismo. ¿Qué más da si la leo o no?

Perseus sintió una punzada en el corazón. Él deseaba que su mamá continuara enviándole miles de cartas a la semana.

Miró a Harry, y notó como el azabache parecía disgustado con el comentario de su amigo, al parecer él también deseaba tener a su madre para que lo llenara de cartas.

Sus miradas se encontraron por un par de segundos, y Perseus pensó en que tal vez sí tenían algunas cosas en común, y se dio cuenta que la idea de intentar ser su amigo ya no le parecía tan terrible.

in my veins; harry potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora