Gojo: ¿Cómo podría...?

Una sensación abrumadora de pérdida lo envolvió, y sus ojos se humedecieron. Se arrodilló junto a la cuna y acarició suavemente la cabecita de Yuki.

Gojo: Lamento no haber venido antes, Yuki. Lo siento mucho.

Las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Gojo mientras miraba a su hijo con un amor que, a pesar del dolor, estaba dispuesto a descubrir. Aunque inicialmente había venido con la intención de rechazar a Yuki, la realidad de verlo, de comprender que era la última conexión tangible con TN, desarmó sus emociones más duras.

Gojo:  Eres mi hijo, Yuki. Y aunque no sé cómo ser un buen padre, haré lo que pueda por ti.

Gojo permaneció allí, en silencio, prometiéndose a sí mismo abrazar la responsabilidad de cuidar a Yuki. En ese momento, dejó atrás el odio y abrazó el deseo de ser el padre que TN hubiera querido que fuera.

La noche estaba envuelta en un manto oscuro cuando Sukuna finalmente decidió enfrentarse a la realidad que se negaba a aceptar

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La noche estaba envuelta en un manto oscuro cuando Sukuna finalmente decidió enfrentarse a la realidad que se negaba a aceptar. El odio y el rencor por la muerte de TN, que había experimentado al dar a luz, se reflejaban en sus ojos. Con paso firme, se dirigió hacia la habitación donde descansaba el recién nacido, Oni.

Sukuna: Deberías estar agradecido de que al menos vine  a verte.

En la penumbra, Sukuna se enfrentó a la figura dormida del bebé. La ira ardía en su interior, pero al mirar el rostro inocente de Oni, algo cambió en él. En ese momento, el vínculo entre padre e hijo pareció romper las cadenas del odio.

Sukuna: ¿Qué estoy haciendo?

Un murmullo se apoderó de la habitación cuando Sukuna, con una mezcla de remordimiento y vacilación, se volvió hacia la puerta. Fue entonces cuando decidió tomar una decisión drástica. Llamó a su sirviente, Uraume, para que se uniera a él.

Sukuna:  Uraume, acércate.

Uraume se materializó en la penumbra, listo para obedecer las órdenes de Sukuna.

Uraume: Mi señor, ¿en qué puedo servirte?

Sukuna: Ve y encárgate del niño. Hazlo rápido.

Uraume, con una daga en mano, se acercó sigilosamente a la cuna. Sin embargo, al observar la tranquilidad en el rostro del pequeño Oni, algo en su interior también se conmovió.

Uraume: Mi señor, ¿estás seguro de esto?

Sukuna: ¡Hazlo de una vez!

Pero Uraume, en lugar de obedecer, se quedó inmóvil. La conexión entre Sukuna y su hijo parecía más fuerte de lo que cualquiera de ellos hubiera anticipado.

Uraume: Señor, tal vez... deberías reconsiderarlo.

Sukuna, en ese momento, se encontró en una encrucijada entre la venganza y la compasión. La daga en mano temblaba, reflejando la lucha interna de Uraume.

Siendo padres- JUJUTSU KAISEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora