—Nunca te lo dio.

—No, ni Sanders, y mira lo que pasó por no hacerme caso...

Si es que ya lo decía papá en su carta: "haz caso a tu madre". Y razón no le faltaba pero bueno, una no aprende por errores ajenos.

—Bueno, eso ya quedó atrás.

Suspira y mueve la cabeza.

—Lo sé, pero me da miedo, Eve.

Me acerco a ella y le cojo las manos.

—No es un mal chico de verdad, sí se equivocó pero la mayoría de los que ingresan en este mundo se descontrolan cuando entran.

Asiente.

—Bueno, pero si quedáis, en público.

—Que sí. —Sonreímos.

—Bueno, en verdad venía para preguntarte si quieres venir al centro comercial, se acerca Navidad y no sé que regalarle a tu padre.

—Seguro que ya lo tienes pensado.

Me sonríe en lo que va saliendo por la puerta y yo la sigo.

—Tengo alguna idea pero quiero saber tu opinión, así también te despejas un poco que llevas todo el día con la nariz metida entre libros.

Decido acompañarla aunque tengo bastante claro que ella sabe qué va a comprar. Aún así me sirve porque aprovecho y miro regalos para todo el mundo. Siempre me pilla el toro, aunque al menos estamos a principios de Diciembre y no a escasos días de Navidad como me suele pasar casi siempre.

Llegamos al centro comercial, y aunque la seguridad sigue nuestros pasos, lo hacen a cierta distancia para no llamar la atención. Aunque claro, entre las gafas de sol y los gorros... Mi madre podría ir sin nada de eso y posiblemente casi nadie la reconocería, es lo bueno de ser escritora, ya que por lo general la gente se enfoca más en sus obras que en quién es. Pero entre que mi padre siempre la saca en todas sus fotos porque le gusta alardear y yo... pues así es lo que debemos hacer.

Por lo general solemos comprar por internet pero a veces, como hoy, salimos.

Sé que mi madre tiene bastante claro el regalo porque no pierde ni un segundo en ir directamente a la tienda que quiere. Es más cuando entramos, ni siquiera mira a su alrededor sino que más bien va al mostrador donde pide lo que por lo que parece ya tenía encargado.

— ¿Pero no decías que íbamos a mirar? —Reclamo.

Me sonríe de forma traviesa.

—Tengo que comprobar que esté bien antes de comprarlo o no.

Pongo los ojos en blanco y me doy la vuelta, aún a su lado, hecho un vistazo por si veo algo. Cuando tienes todo, como nosotros que tenemos esa suerte, es difícil escoger un regalo, algo que haga ilusión... porque si nos hace falta o queremos algo lo compramos y ya.

—Perfecto, gracias. —Dice mi madre mientras paga.

—Al final, sí que estaba todo bien.

—Bueno, ha servido para sacarte un rato por casa. ¡Vamos a mirar qué hay para los demás!

—Seguro que ya tienes todos los regalos.

—Casi todos, me falta el de Almudena.

Pongo los ojos en blanco y empezamos a mirar por la tienda.

Almudena es la mujer de mi tía Callie. Por lo que tengo entendido antes estuvo con Matt, hasta el año después de que mis hermanos nacieran. Por lo que me contaron, estuvieron juntos por casi diez años y a pesar de que se querían mucho, eran más amigos que pareja, al menos en los últimos años. Después, mi tía conoció a Almudena en una conferencia en España y el resto es historia. Están felizmente casadas, viajando por el mundo, y consintiéndonos con regalos porque no tienen intención de tener hijos. Por otro lado, Matt se casó con una periodista y tienen dos hijos monísimos. Lo sé porque mi tía sigue llevándose tan bien con él que vienen siempre por su cumpleaños. A veces cosas tan inesperadas pasan.

Recuerdo que cuando me lo contaron temí que les pasara lo mismo a mis padres, que después de tanto tiempo juntos se separaran de buenas a primeras. Pero, uno, eso no se puede controlar, y dos, creo que ellos no volverán a separarse nunca más. Se ven demasiados enamorados a pesar de todo el tiempo que llevan juntos.

Miramos en varias tiendas de ropa y compro una chaqueta para mi hermano, un reloj para mi padre, y algún regalo más.

—Bueno, qué tal el desfile con los chicos.

Mamá está acostumbrada a llamar así a los jugadores de mi padre.

—Bien, ya fuiste testigo de ello.

Mi madre se ríe.

—Sí, pero no sé cómo se portaron.

Miro una chaqueta vaquera que podría usar mi tía Lara.

—Pues estuvo bien, a Kim le gustó Natalie y no la dejó tranquila. Pero los demás se portaron bien, bailamos juntos y bebimos.

Mi madre mira despreocupadamente un vestido.

—Espero que sea para Elle, porque no me gusta. —Le digo cambiando de tema.

Lo devuelve a su sitio.

— ¿Y con Roderick?

Miro detenidamente la chaqueta que había cogido.

—No hablamos como siempre.

Noto la mirada de mi madre sobre mí. Probablemente examinando cada gesto que estoy haciendo.

—Es raro que decidiera quedarse...

Me encojo de hombros y levanto la mirada hacia ella. Como me entretenga demasiado tiempo con la chaqueta, va a empezar a sospechar.

—Ya, yo pensé igual. Supongo que estaría interesado en alguna modelo como algunos de los chicos.

Mi madre se pone a pensar en lo que mira una falda.

—Puede ser, aunque me parece tan raro.

— ¿Qué piensas de ese jersey con perritos para Max? —Intento cambiar de tema nuevamente.

Mi madre se gira para mirarlo.

—No creo que le haga gracia —sonríe—, aunque podrías regalárselo por molestarle.

—Es perfecto.

Ambas reímos y seguimos con las compras.

Me encanta pasar tiempo con mi madre, aunque no lo haga tanto como me gustaría.


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Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora