Debí traerme mi computadora y adelantar mi trabajo, veo nuevamente la intención de aquel tipo por tocar a Alice y ella parece retroceder, cubre sus rodillas y él sonríe, pero cuando menos lo espero Alice le suelta una fuerte bofetada y él la toma de los brazos dejándola en shock.

Me levanto de mi asiento y camino hacia ellos con el frappe en la mano.

— Ni se te ocurra. – digo y él me sonríe.

— ¿Vienes con niñera? – pregunta con sarcasmo e ironía mientras Alice reacciona.

— Toma tus estúpidas flores. – dice y comienza a estamparlas en su cabeza.

— ¡Estás loca!

— ¡¿Creíste que con unas estúpidas flores iba a dejar que me abrieras las piernas?! –pregunta fuera de sí.

— Estamos en la misma aplicación, es lo que buscamos, yo pago la cena y tu abres las piernas. – responde, ambas lo miramos boquiabiertas.

— Permíteme pagar la cuenta. – digo. – Eso me permitirá picarte el culo.

— Están locas. – dice, avienta un billete y sale rápidamente del establecimiento.

Ambas nos miramos y Alice me abraza, acaricio su cabello y la aprieto a mí.

— Tranquila, al menos te has librado de un idiota. – digo.

— Es que dijo que me vestí así para hacerlo más fácil.

— Imbécil. – digo con coraje.

Después de un rato salimos del establecimiento, enciendo el auto y vamos al supermercado.

— Me siento una total idiota. – confiesa y sonrió ante sus palabras. – Es que no puedo creerlo, es decir... ¿En serio todos los hombres piensan en sexo?

— Posiblemente, no creo que todos, pero si los que son imbéciles, como...

— Elías. – responde.

— Como Elías.

— Marcus.

— Como Marcus.

— Como todos los idiotas que he conocido en esa estúpida aplicación.

— Ya sabes lo que pienso. – respondo y ella pone los ojos en blanco.

— Puede ser que esta sea otra forma de...

— De encontrar el amor. – digo quitándole la palabra y a completando su frase. – Siempre dices eso.

— No podemos vivir solo de las malas experiencias ¿No? – pregunta y toma un litro de helado de fresa.

— ¿Qué más vas a comprar? – pregunto y ella suspira.

— Sabes que tú tampoco tienes que vivir en esa burbuja de la soledad ¿No?

— No estamos hablando de mí, estamos hablando de ti y de como todos los hombres te quieren dar como cajón que no cierra.

— Quizá me hubiera ido con Elías, pero la verdad es que... sus manos son bastante rasposas, creo que le hizo un raspón a mi rodilla.

— Quizá es por tanto uso. – digo, arruga la nariz y ambas soltamos una carcajada.

— Solo faltan las papas picantes y un six pack de cervezas.

— Vamos.

Al pagar y salir del establecimiento le llega una nueva notificación, la ignora por un momento, pero ambas sabemos que ese sonido es de la aplicación.

— No, no le voy a hacer caso, no hoy. – dice.

Mientras vamos rumbo a su casa se siente tentada en ver su celular, pero no lo hace, por el contrario, pone Cruel summer de Taylor Swift y comienza a cantar a todo pulmón el coro.

Cuando llegamos a su casa el litro de helado se acaba en menos de una hora, cuando abrimos la primera cerveza brindamos por los corazones rotos, las relaciones fallidas, los hombres calientes, las oportunidades, en la segunda brindamos por los ex y los malos deseos que tenemos hacía ellos, especialmente mi reciente ex, Alice tomo un odio descomunal por Fran y no es para menos, incluso así pasara un millón de años jamás se me olvidaría esa terrible relación, en la tercera cerveza brindamos por la vida y los planes, en la cuarta brindamos por lo que sea y en la quinta y sexta seguimos brindando porque es divertido y es lo que necesitábamos.

El momento sentimental de Alice se hace presente, siempre se hace presente cuando suceden cosas como estas, conocer gente equivocada en momentos equivocados, encontrar lo que no estamos buscando y buscar lo que no queremos encontrar.

— Sé que en algún momento lo encontraré. – dice arrastrando las palabras.

— Eso creo.

— Sé que en algún lado del mundo existes hombre de 31 años, con vida emocional, económica y sexual estable, sin hijos, sin ex esposa, con sueños y propósitos reales, creíbles, creíbles y te voy a encontrar.

Su celular vuelve a sonar e inmediatamente corre por él.

— Lo encontré. – dice y me enseña su celular.

Dylan, 31 años, piel clara cabello castaño, lunares en el rostro, ojos... no sabemos tiene lentes oscuros, una camisa tipo polo, pero parece de buena genética porque su sonrisa es bonita, le gusta salir a caminar, la playa, es romántico, le gusta leer en sus tiempos libres y además es organizador de bodas.

— Aquí vamos de nuevo...

El bicho del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora