- ¡Sebastian! ¡solo quiero hablar contigo! - mi voz resonó en el pasillo.

Cuando al entrar a una de las últimas habitaciones, me adentré en ella, para segundos después sentir algo impactar contra mí estómago.

Un dolor punzante cortó mi respiración y, al bajar la vista, encontré lo que menos esperaba en ese momento. Una mano sostenía una cuchilla clavada en mi estómago. La sangre comenzaba a brotar de el, y el dolor incrememtaba.

- aquí estoy, Garzón... - El susurro helado en mi oído me hizo estremecer. Podía sentir su sonrisa contra mí piel.

Sin poder decir una palabra, movió la cuchilla en mí estómago, provocando que un quejido de dolor escapara de mí boca. Yo me encontraba inmóvil.

- ¿esto es lo que querías? - preguntó con tristeza en su voz. Sacó la cuchilla de mí estómago para voltearme, viéndolo directamente a los ojos. - la puta de tu hermana murió de la misma forma. - volvió a clavar la cuchilla en mí piel, esta vez, enterrandola más a fondo de mí estómago.

Me sentía débil. No era capaz de pronunciar una palabra y mucho menos moverme. El arma que había olvidado que sostenía, cayó de mis manos, haciendo ruido al sentir su choque contra el suelo.

Villalobos se apartó, observándome con satisfacción mientras sostenía la cuchilla manchada de sangre. Mis manos fueron a mí estómago, tratando de retener las heridas que tenía allí.

Quitó mis manos con rapidez, impactando por tercera vez la cuchilla sobre mí estómago, generando una ola de dolor en la zona, sintiendo la falta de aire.

Cada movimiento de la cuchilla causaba más dolor. La risa de Sebastián resonaba como un eco macabro en la habitación. Mí vista me pesaba y un mareo comenzó a aparecer.

Sebastián cayó al suelo, de un momento a otro. Y ahí pude divisar a Daniela con un marco de fotografía en sus manos.

Mis ojos se iban cerrando, y la última imagen que vi fue a Daniela acercándose a mí con rapidez.

******

Un ligero ruido resonaba en mí cabeza. Un sollozo se escuchaba de alguna parte. Intenté abrir mis ojos, notando como me pesaban demasiado. Una luz blanca me segó, haciendo que soltara una pequeña queja.

- ¿¡poché!? ¡poché! - oía una voz al lado mío. Giré lentamente la cabeza, volviendo a abrir mis ojos.

Mí padre se encontraba al lado mío, tomándome la mano. Sus ojos estaban rojos, supongo que debe haber llorado.

Moví mí vista un poco más, viendo a alejo junto a mí padre, con una sonrisa en su rostro.

Seguí viendo la habitación, y mis ojos dejaron de pesar al ver a una castaña que no paraba de llorar a los pies de mí cama. Sus ojos hinchados, ojeras y nariz roja. Tenía un brazo vendado.

- poché.. - me habló entre lágrimas.

- ¿Dani?

- ¿cómo te sientes, poché? - preguntó alejo.

- me duele todo. - les sonreí. - ¿pero cómo.. ? - hablé mirando a Daniela.

- unos centímetros a la derecha y me mataba - lágrimas seguían cayendo de sus ojos, haciéndome sentir una punzada en el pecho.

Me quise sentar para acercarme a ella, pero un dolor mucho más grande me hizo volver a acostarme, soltando quejidos de dolor.

- no te muevas, estúpida, mira que te hicieron un piercing en el estómago. - habló alejo, acomodando las sábanas blancas que tenía encima.

- gracias. - hablé mirando a calle. Mí voz sonó débil, pero sincera. La castaña me miró con preocupación en sus ojos, y asintió a lo que le había dicho. - ¿qué pasó con Villalobos? - le pregunté a alejo.

- hija, yo creo que es momento de descansar de todo eso. - habló mí padre, acariciando mí mano.

- Villalobos fue detenido. En un tiempo habrá un juicio y determinarán que pasará con el.

Escuchar su noticia me hizo sentir un gran alivio. Al fin lo habíamos capturado. Ahora había que hacerle pagar por todos los actos que cometió.

El silencio invadió la habitación, cruzando miradas entre nosotros. Daniela me veía, con una mezcla de sentimientos en sus ojos. Podría ver miedo y preocupación, pero también veía las ganas que tenía de acercarse a mí.

- pronto podrás volver a enfrentar criminales. - alejo dibujó pistolas con sus manos. Mí padre lo regañó y yo sonreí.

Daniela sonrió tímidamente, sin despegar su mirada de mi. Sus lágrimas cesaron, pero sus ojos seguían mostrando tristeza.

- gracias por estar aquí. - hablé, mirando a los tres seres que más amaba.

Mí padre sonrió y beso mí mano.

- eres fuerte, poché. Y veele el lado positivo, tendrás vacaciones por unos días. - subió y bajó sus cejas, de forma divertida.

- yo iré a buscar un café. Lo necesito. - habló mí padre, soltando mí mano. - ¿quieren que les traiga algo?

Miré a Alejo con una expresión que pretendía ser sutil, pero que seguramente era bastante obvia. Quería que fuera con mí padre para quedarme a solas un momento con daniela.

- un café los ayudaría mucho a los tres. Y alejo podría acompañarte a traerlos. - insinúe, esperando que alejo entendiera la indirecta.

El frunció el ceño inicialmente, tratando de entender lo que quería decir, para luego sonreír con complicidad.

- ¡claro! Yo lo acompaño, Juan Carlos.

Ambos se dirigieron hacia la puerta, dejándonos a Daniela y a mí solas. Una sonrisa empezó a crecer en los labios de Daniela.

- ¿segura que estás bien? - preguntó, acercándose a mi para quedar a mi lado.

Yo le asentí, sin decir una palabra.

- María José, tuve tanto miedo. - su voz se entrecortaba, y sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas. - tú estabas tan herida.. y no despertabas. - comenzó a llorar.

No quería verla así. Me dolía ver que estaba así por mi. Sin dejarla continuar , tomé su camisa con la mayor fuerza que pude en ese momento y acerqué su rostro al mío. Volviendo a sentir ese sabor tan único que los labios de Daniela tenían.

Daniela me besaba con pasión, como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo. Demostrándome su miedo en ese beso.

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Y ella le echó algo a mi bebida
Porque hicimos cosas indebidas
Y ahora yo te quiero de por vida,
mujer.. 🎶

perdóname | cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora