— Mis padres tan amorosos que escandaloso, un poco más de vergüenza. — Me burlo y ellos me miran en advertencia por lo que levanto mi mano y sigo mi camino a las escaleras.

Me escondo tras un muro y veo salir a Sara, entro y cierro la puerta para ver al tipo en el balcón. — ¿Qué hace un joven como tú aquí solo? — Lo abrazo del hombro y reconozco perfectamente quien es. — No deberías estar aquí con la primera dama a solas.

— Es hermosa. Todos saben que su marido le es infiel. — Me mira confiado — ¿No lo sabía coronel?

— Claro que se todo. — Golpeo su pecho con mi mano libre y me meto con él a la sala para que nadie nos vea afuera. — Dime ¿te gusta mi cuñadita?

— Coronel

— Estamos en confianza no le diré nada al ministro. — Susurro con complicidad.

— Pues si. Me gusta, es muy bella y su mejilla es suave y tersa.

Borro mi sonrisa y lo tomo del cuello lleno de cólera, su rostro asustado me satisface y suspiro con malicia y enojo. — ¿Quién te crees que eres para coquetearle a mi mujer? Sara es mía. — Le doy un puñetazo que lo tira al suelo, no lo dejo hablar o defenderse pues lo levanto azotando su cabeza contra la barra y la pared. — ¡SARA ES MÍA Y CUALQUIERA QUE INTENTE QUITARMELA VA A MORIR! — Lo asfixio un poco y lo tiro al suelo para romper de una patada un pedazo de madera y enterrarlo en su estómago.

Mi adrenalina sube y baja que suspiro mirando hacia arriba en busca de tranquilidad, me miro en el reflejo de la cristalería tengo salpicada gotas de sangre.

La risa me gana y se que parezco un jodido maníaco, un jadeo me hace voltear y Sara me mira completamente asombrada, la presión se me baja y ella me mira muy asombrada.

Mierda. Va a irse. Me tiene miedo.

A mi me gustan mucho de esos

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A mi me gustan mucho de esos.

Su rostro con salpicaduras de sangre, su pecho sube y baja con rapidez, sus manos con esa poca sangre. El escenario grotesco a su costado. Me acerco a él y conforme camino mi coño palpita y se humedece.

Un calor me recorre todo el cuerpo, parece sumergido en sus pensamientos pero sigue cada uno de mis movimientos. Lo tomo de las mejillas y lo beso con ferocidad, me abraza por la cintura con fuerza mordiendo mis labios.

Ambos soltamos un gemido, me sube a la barra tirando todo abriendo mis piernas con fuerza, se quita el cinturón amarrando mis manos a la espalda sin dejar de mirarme.

Suelto un gemido por la fuerza, me hace a un lado mis bragas o más bien las escucho tronar para llevarlas a su nariz, mi intimidad palpita y me adentra con brusquedad haciéndome gritar pero cubre mi boca con una mano.

— Así es como te deben follar. Ese maldito quería meterse en este coño que me pertenece, quería tocar lo que es mio. Que esto sirva como una lección para todo aquel que intente separarnos. — Baja mi vestido con fuerza y chillo. Por suerte no lo rompió, mete uno de mis pezones a mi boca chupandolo y mordiendolo con fuerza.

— ¡Recce! — Quito su mano de mi boca — Vas a dejarme sin ropa. Van a descubrirnos.

— Tú estabas también coqueteando. Mereces que te castigue, que te marque ese culo, el coño, las tetas si es posible voy a dejarte un niño en tu vientre. — Me baja de la barra y me voltea sujetando mis manos del cinturón.

Me sigue follando, con fuerza dándome fuertes nalgadas. Muerdo mi labio pero su mano se acerca a mi boca obligandome a soltar mis labios y meterme dos dedos en la boca que chupo.

Sus palabras sucias, sus embestidas, su brusquedad me hace dejar mi mente en blanco, sus azotes, su ferocidad me vuelve loca hasta explotar en dos orgasmos más fuertes que los anteriores.

Mi mejilla se recuesta en la barra y continúa bombeando sin descanso que me siento desmayar por unos segundos. — Daddy, vas a matarme. — Logro hablar.

— Ya quisieras — Se burla — Voy a dejarte tan agotada que mi hermano se dará cuenta que ya te folla alguien más. Vas a recordarme en casa paso que des. Muñequita.

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