–Desde primer año, por supuesto el sentimiento es reciente, pero es tan claro como agua – comentó colocando la palma en el cristal. – tienes que ver como la mira durante las clases como sonríe cuando la Señorita Granger lo hace, y lo enojada que se pone cuando algún chico se le acerca a platicarle de cualquier cosa.

–Puede que sea una obsesión, un mero sentimiento de pertenencia.

–No, Albus... es algo más

–¿Qué tipo de algo más?

–Del tipo en el que cometes la tontería de preguntarle a tu maestra sobre sexo– respondió alzando la ceja.

–¿Ella te preguntó sobre eso? – pregunté bastante asombrado, volviendo a acariciar mi barba.

–Si... supongo que al no tener a nadie me ve como una figura materna– respondió con una sonrisa encantada.

–No pareces incomoda con esa situación.

–Merlín sabe que esa niña es mi favorita, junto con la señorita Granger claro está... – contestó girando la cabeza de vuelta a la ventana observando al par.

–¿Por qué no la acoges? – propuse sabiendo que detrás de esa sonrisa se escondía un sentimiento más profundo, sin embargo, la maestra me regresó una mirada bastante conmocionada.

–¿Cr...cree que podría?

–Eres una excelente persona, una profesional dedicada con una gran trayectoria, tienes una casa de tres habitaciones, una biblioteca y un jardín de ensueño, además de lo más importante mucho amor que dar... eres la persona más adecuada para cuidar de ella.

–Y...yo... no... lo había pensado– contestó bastante pensativa, volviendo a mirar a la pelinegra – debo irme vine a entregarle las cartas que debe firmar ya que saldrán mañana a primera hora

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Tal vez Minerva tenga razón, pensé observando a joven Riddle ayudando a la señorita Granger con sus libros, se habían topado por accidente en el pasillo y en el choque los libros habían quedado esparcidos por todo el suelo. En la mañana a la hora del desayuno la castaña había llegado tarde porque estaba ocupada terminando unos pergaminos por lo cual no llego a tiempo para tomar del pan tostado y el jugo de calabaza, al darse cuenta su rostro mostró una expresión de tristeza hasta que un plato fue colocado frente a ella por la pelinegra, había apartado comida para ella lo que le ganó un beso en la mejilla en agradecimiento, gestó que provocó un sonrojo masivo por todo el rostro de la chica.

Las palabras de Minerva llegaron a mi mente: "Es evidente para quien lo vea". ¿Podría ser que esa niña haya aprendido lo que el pequeño Tom no? Había aprendido a amar. Durante el resto de la semana estuve siguiendo los pasos de esa chica, tratando de ver si cometía un error que dejara en evidencia lo que mi mente decía, esas eran sus verdaderas intenciones, sin embargo, me deleitado por la patada en las pompas que recibió mi obstinado ego.

El lunes sorprendí a ambas chicas en un picnic frente al lago negro, donde reían y charlaban observando el panorama. El martes ambas se encontraban en la biblioteca cada una escribiendo en sus pergaminos, de vez en cuando levantaban la vista y se dedicaban dulces sonrisas, el miércoles pase de casualidad por la clase de pociones el profesor Snape, regañaba al joven Longbotton por algo mientras las chicas movían el interior del caldero hasta que este tuvo la apariencia exacta ganándose una amarga felicitación por parte del maestro provocando que ambas se abrazaran dando saltitos. El jueves T/n junto con Harry tenían prácticas de quidditch por diversión, como respiro del torneo de los tres magos, por lo cual se encontraban entrenando en el campo, desde los asientos una adolescente con cabello alborotado animaba a cierta chica de cabello negro, quien a su vez le dedicaba los puntos que anotaba. El viernes lo que parecía ser una joven pareja se vio en las tres escobas, bebiendo cerveza de mantequilla y comiendo galletas con chispas de chocolate, mientras compartían leves besos y abrazos. El sábado una pelinegra con ojos color miel estaba frente a mi escritorio en mi oficina, con una expresión de completa confusión.

Hermione Granger OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora