Décimo Segundo Capitulo: Un trato con el demonio

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Aunque era una ciudadela bastante pequeña de tan solo dos etapas esta poseía suficiente alumbrado para cada esquina y en un pestañeo la luz se fue en todo el lugar violentamente. El único lugar que poseía algo de luz era la casa de Juanjo que mostraba como su sala y cuarto brillaban con fulgor.

—Mejor esperen que lleguen los demás, no vaya ser que sea una emboscada—pronunció el guardia mientras abría una botella de cerveza.

—Vayan ahora, sí nos demoramos podrían intentar huir o quién sabe quién o quienes estén dentro tengan refuerzos por venir—dijo Juanjo mientras les hacía seña que se apuraran.

Los guardaespaldas caminaron a paso rápido mientras miraban a los alrededores, sentían más frío conforme se acercaban a la casa y un escalofrío les recorrió el cuerpo.

Llevaban años trabajando como matones para Juanjo y conocían que al mínimo movimiento debían de tener su arma vaciada en lo que se mueva, ninguno de los dos poseía familia alguna ni cercana que le llorasen en caso de muerte.

La casa era simple, pero ante tal oscuridad y siendo la única luz se veía impotente, como un castillo rezagado a las tinieblas que albergaba un misterio atroz por ser revelado creaba un ambiente de tensión inimaginable.

Quinteros, el hombre más bajo de los dos guardaespaldas acercó su mano a la puerta mientras con la otra mantenía el arma, pero al intentar tocar la chapa esta se abrió como si un viento huracanado hubiese invadido el inmueble.

— ¡CARAJO! —gritó Medardo, el sujeto más alto de los dos.

—Estúpido, cállate que desde ya sabe que entraremos, debió ser el viento—susurró mientras pisaba lentamente en la casa y apuntaba hacia todo lado.

El viento era totalmente frío dentro de la casa como sí el aire acondicionado hubiese estado prendido por horas, no se escuchaba ningún ruido excepto las pisadas que daban lentamente, aunque ambos se miraron y asintieron al mismo tiempo, tenía el presentimiento que alguien estaba en la casa y es más aquella persona los observaba, era un sentimiento difícil de explicar que los agobiaba.

—Vaya, vaya, tenemos aquí a los perros del Gran Señor de la Droga, me parece una falta de educación que él mismo no venga a solucionar sus propios asuntos, aunque le reconozco tal cuidado en saber manejar su identidad y mantenerse fuera del submundo aunque rige como un pilar de este—dijo una voz que parecía venir de todas partes de la casa, como si no tuviese un punto específico.

— ¡Quién demonios eres y que carajos quieres aquí! —gritó Medardo mientras apuntaba hacia delante, aún se encontraba en el pasillo de la puerta con la sala y a su espalda estaba Quinteros cubriéndolo.

—Quien soy y que busco no les incumbe a simples perros que obedecen ordenes, es más los muertos no pueden exigir nada más que descanso—respondió con un tono de voz enojado mientras se escuchaba un fuerte estruendo afuera de la casa.

— ¡Mierda! ¿Qué pasó afuera? —dijo Quinteros mientras abría la puerta detrás suyo.

No había nada, en absoluto solo podía ver oscuridad total y cuando forzó sus ojos a buscar algo entre tanta tiniebla solo encontró el choque violento de la puerta con su rostro.

— ¡Qué demonios está pasando aquí! ¡Joder que fue eso! —gritó Medardo mientras escuchaba como alguien bajaba de la escalera con pasos sumamente pesados.

—No dejes que nos alcance, apenas se acerque y lo veamos, llénalo de plomo, si cae lo pateamos, esa mierda que vi no fue normal y este sujeto me da una mala vibra—susurró Quinteros con bastante nerviosismo, era una persona supersticiosa y creía en las malas energías.

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⏰ Última actualización: Oct 16 ⏰

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