Capítulo 4 - Marruski is back

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Ruslana interrumpió a su compañero de piso poniéndose de pie de un salto. Esta colocó los brazos en jarras apoyando las manos en sus caderas en una pose que Martin supo que pretendía ser amenazadora, pero le recordó a un meme de un gatito enfadado. La pelirroja le dejó muy claro a Juanjo que él vivía en esa casa y que no quería que hiciera vida en el hotel con su amiga, quería que estuviera con ellos en casa.

Al ver cómo su amiga se abrazaba al cuerpo de Juanjo, cerrando los ojitos mientras el chico soltaba una carcajada, se dio cuenta de lo importante que ese desconocido para él se había hecho en el día a día de sus amigos. No iba a ser tan ingenuo como para pensar que la vida no había pasado en Madrid a la misma velocidad que lo había hecho en Toulouse. Sabía que, al volver, sus amigos tendrían mil historias que contarle, pero no se podía imaginar que hubieran establecido una conexión con especial con otra persona. Él no lo había hecho en Toulouse.

Si bien es cierto que allí había hecho algunos buenos amigos, su Erasmus no había sido tan de película como los de las personas que le habían contado su experiencia antes. Por supuesto que viajo, salió de fiesta, hizo amigos y ligó un montón, pero no lo terminó de disfrutar. Seguramente, el hecho de estar superando una ruptura que se produjo 3 días antes de que se subiera al avión tenía algo que ver.

Sacudió la cabeza con la intención de borrar el recuerdo de Hugo de su mente. Por suerte, ya era experto en sacarlo de su cabeza, cada vez me costaba menos.

–Venga, a hacer la compra rápido que después quiero que vayamos a sorprender a Kiki antes de que se entere de que estás aquí.




Martin y Ruslana se habían encontrado con la compañera de habitación de Kiki al entrar en la residencia. Tras unos minutos de ruego para que la chica les dejara esperar a Chiara en su cumple al saber que la medio inglesa había salido a comer a la cafetería, Alicia suspiró exasperada y acompañó a los chicos hasta el cuarto para abrirles y dejarlos entrar. Se despidió con una tácita y amenazadora mirada, sin decir ni una palabra cerró la puerta tras ella.

Alicia no era la alegría de la huerta exactamente. Martin y Ruslana la conocían bien, puesto que Chiara y ella habían sido compañeras de habitación desde el primer año de carrera de Kiki.
Los chicos no entendían cómo habían durado tanto compartiendo espacio, puesto que todos sabían que Alicia era todo lo contrario a Kiki. Ordenada, pulcra, silenciosa y pelín aburrida, si le preguntabas a Rus. Esa diferencia de caracteres había llevado a que las compañeras, que en un inicio comenzaron con muy buen pie -Alicia pasaba mucho tiempo con ellos, comían juntos, salían de fiesta, incluso un día acabó vomitando en el baño de casa de Rus y Álvaro- hubieran terminado por tratar de compartir oxígeno durante el menor tiempo posible.

Casi 35 minutos después de estar esperando a Chiara, la medio inglesa abrió la puerta de su cuarto. Su corazón se saltó un latido. Enfrente de sus ojos se extendía una escena que no se hubiera imaginado ni en mil años, al menos nunca se hubiera imaginado que iba a pasar ese día.

Sus amigos estaban demasiado entretenidos para darse cuenta de su presencia. Ambos estaban tirados en la cama de Kiki, Rus rasgando el bajo mientras Martin tocaba la guitarra, los dos tarareando una de las canciones de Chiara. Tras asegurarse de que aquella imagen no se debía a la somnolencia que sentía después de haberse llenado en el estómago, Kiki pudo sentir como sus ojos se llenaban de lágrimas.

–OMG is this real???–la voz de Chiara se rompió a la media frase, casi al mismo tiempo que sus ojos inundados comenzaron a desbordarse.

Los dos amigos dieron un salto al escuchar la voz de Chiara. Habían pasado tanto tiempo esperándola, que en algún punto habían decidido que preferían hacer algo de provecho a estar sentados en la cama mirando la puerta. No habían planeado que estarían tan entretenidos que no se darían cuenta de la llegada de su amiga.

¿Quién es ese Juanjo? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora