Sin más que hacer se dirigió hacia la casona del pecoso.
Al menos si lo esperaba hablarían, ¿No?
En algún momento tiene que volver a su hogar.
Si, suena espantoso si estuvieras en los zapatos del pecoso y encontrar a tu supuesto acosador esperándote fuera de tu propia casa.
Pero era la única opción que tenía.
Y si llamaba a la policía por acoso y le ponen una orden de restricción, bueno, al menos podría contarle su versión de los hechos, ¿No?
— Soy un pedazo de mierda, claro que se asustará si me ve aquí. — Se decía a si mismo mientras se sentaba en la acera fuera de la casa del pecoso.
— Ni con mi madre se me iba tanto la dignidad como por ti. — Volvió a decirse mientras pensaba en Izuku.
Quizás si deja una carta y la tira por debajo de la puerta la leería y verá sus intenciones realmente.
Con aquella idea en la cabeza y sin papel en mano, fue corriendo hasta donde encontraría lo necesario.
Su mejor amigo, oh claro que sí.
— ¡Abre! — Gritó desde fuera de la casa del pelirrojo mientras golpeaba sin freno su puerta de entrada.
De pronto esta misma se abrió revelando a un pequeño rubio de ojos ámbar que aparecía bostezando.
— ¿Bakugo? ¿No pasó tu hora de dormir?
El cenizo bufó molesto: — Solo vine porque necesito papel y lápiz, y este maldito lugar estaba más cerca.
— Claro. — Dijo para luego entrarse nuevamente. — Tienes suerte de que Kirishima aun duerma o hubieras despertado a la bestia.
— Ese idiota es capaz de lamerme las suelas de los zapatos si se lo pidiera. — Volvió a bufar burlón.
— No hablaba de él.
Lo miró de una forma que le envió escalofríos por toda su espalda.
Asintió mientras recibía papel y lápiz y se marchaba de aquella casa volviendo a la entrada de la del pecoso.
Escribió con emoción todo lo que sentía, todo lo que pensaba, todo lo que pudo caer en aquellas pocas hojas.
Su dignidad se había ido con el pecoso, así que bien podría ser cursi en aquellas hojas blancas.
Y tal y como había dicho su ricachón amigo rubio, ya había pasado su hora de dormir.
Al acabar la escribir sus ojos se sintieron mucho más pesados, su respiración se calmó visiblemente mientras su cabeza caía y volvía a su sitio rápidamente.
Se estaba quedando dormido en la acera frente a la casa del cenizo.
¿Qué más espeluznante que eso?
Se durmió, no supo cómo, pero se durmió.
Al día siguiente despertó con una manta sobre él y su carta había desaparecido.
Aun sentía frío por pasar toda la noche en la calle, su nariz y sus mejillas estaban enrojecidas, pero gracias a la manta lo había muerto de frío.
Se levantó torpemente del suelo, se sacudió el polvo de encima y dobló la manta.
Su plan inicial había sido dejarla ahí para que su dueño viniera por ella cuando volviera.
Pero como siempre, sus planes eran una mierda y eran arruinados monumentalmente.
Al levantar la vista lo vio.
Era Izuku con dos tazas de café humeante.
Le entregó una taza con rudeza y le dio la espalda para entrar a su hogar dejando la puerta abierta totalmente.
Vacilante, tomó aquella silenciosa invitación y entró despacio.
En la sala de estar, en aquel mueble bajo donde siempre estaba aquel marco de su madre y él, se encontraba su carta.
Algo arrugadas en los bordes, cosa que parece haber sido el pecoso.
Su rostro aún estaba en blanco, todo había sucedido tan de pronto que su cerebro no sabía cómo procesar todo lo ocurrido.
¿Esto significaba que había sido perdonado?
Volvió su vista hacia el pecoso que estaba caminando hacia la cocina y con cautela lo siguió.
Al llegar a la isla de la cocina él pecoso se volteó, pero aun sin mirarlo a los ojos en un susurro pronuncio un casi inaudible:
— Lo siento, debí escucharte. — Dejó suavemente su taza sobre la isla, aun sin moverse y sin mirarlo directamente.
El cenizo se acercó despacio, dejó de igual modo la taza de sus manos sobre la isla y atrajo al pecoso en un fuerte abrazo.
Estaba conmocionado, pero tan, pero tan feliz.
El pecoso le creyó, Izuku le creyó.
Izuku lo había perdonado, Izuku le dio una segunda oportunidad.
— Aun no confió por completo en ti. — Dijo suavemente sin abrazarlo, el cenizo se separó de él despacio. — Pero haré el intento si me dejas.
— No lo volveré a arruinar. — Dijo seguro de sí mismo. — Promesa.
Una promesa que era tanto para Izuku como para él mismo.
— Te enamoraré. — Volvió a decir.
— Ya lo hiciste.
El pecoso tomó sus mejillas con suavidad y depositó un casto beso en los labios contrarios.
El cenizo sintió su nariz picar, lágrimas surcaron nuevamente, pero esta vez de verdadera felicidad.
Lo hizo.
Lo logró.
Izuku lo amaba.
— ¿Quieres ser mi novio? — Preguntó con cariño.
— Solo si me haces un café, resulta que soy un asco en esto.
Una risa acuosa salió del cenizo, lo besó.
Lo besó y lo besó como nunca, cariño y amor es lo que transmitía.
Cariño y amor que nunca había sentido por nadie.
Cariño y amor que eran solo y exclusivamente para Izuku.
Izuku sonrió, su sonrojo era tan bello como lo era él, pecas hermosas se mostraban en cada lugar que podía ver.
Sus ojos brillaban.
Sus ojos brillaban de una forma hipnotizante que te atrapaban y te dejaban sin aliento alguno.
Verde bosque y rojo fuego se encontraron uno al otro.
Verde bosque y rojo fuego se amaron como si nunca hubiera existido nadie más.
Verde bosque y rojo fuego se unieron una vez más y esta vez nada ni nadie los volvería a separar.
Verde bosque empezó a confiar.
Rojo fuego empezó a ser confiable.
Midoriya Izuku nunca había amado y quería ser amado por cómo era.
Katsuki Bakugo nunca había amado y aun así lo amaba tanto como su corazón podía soportar.
Eran el uno para el otro a pesar de las dificultades.
Eran el uno para el otro a pesar de todo.
—Fin.
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Only Fans |BKDK|
FanfictionMidoriya Izuku tiene un Only Fans, todos lo conocen como Deku. Katsuki es un gran admirador de Deku, ama como todo lo que entra por ese estrecho agujero desaparezca sin dejar rastro y desea algún día ser lo que entre por ese agujero. . . • Portada o...