𓂃 ࣪˖Capítulo 4. ִֶָ𐀔

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—Tranquila —dio palmaditas en mi hombro, sin posar su mano directamente—. Todo estará bien, si necesitas con quien hablar, yo puedo ser tu oído.

Rebecca era amable y tenía un tono de voz dulce y calmado, de esos que te marean y que duermen. Es como una hermosa melodía.

Y me costaba admitir que el plan estaba saliendo a la perfección, pero que, al mismo tiempo, estaba sintiendo algo de lástima por ella. De todas formas, no permitiría que siguiera ni un segundo más en esta universidad.

—Estaré bien —carraspeé alejándome de ella—. No necesito mucha ayuda.

—Mucha ayuda, tú misma lo dijiste, permíteme ayudarte. No te veo bien, ¿sufres de algo, Freen?

—No sufro de nada —respondí de mala manera—. ¿Cree que estoy loca?

—No dije eso —aclaró—. No luces loca, solo... te noto algo sola.

Pasé saliva.

Rebecca estaba siendo más directa y abierta de lo que pensé, era la primera persona, sacando a Heng y a Noey, ella era la primera profesora y persona verdaderamente adulta en preocuparse por mí, observando ese ligero brillo en sus ojos, y esa tonalidad café, Rebecca era una mujer atractiva y con una no tan mala personalidad.

—No estoy sola —me sequé el rostro—. Me tengo a mí.

Pasé por su lado, pero en eso, Rebecca me sostuvo del antebrazo impidiéndome la salida. Una sensación fría me envolvió, a diferencia de muchas veces que decían que sentía una corriente eléctrica, en este caso yo sentí un mareo y sensación de alivio con frialdad. Pensando en lo malo y en lo bueno.

—Permíteme ayudarte, Freen —ofreció.

Me zafé de su agarre.

—Que no necesito su ayuda —exclamé enfurecida—. Déjeme en paz. ¿Qué no conoce el significado?

—¿Por qué te caigo tan mal?

—A usted como maestra no debe interesarle eso, es solo una maestra, ocúpese de su trabajo... —bufé—, si es que le dura.

Y salí cerrando la puerta detrás de mí, en vez de ser algo sobre la broma pesada que le haría, se tornó más personal. La profesora Armstrong estaba tocando palos de mi vida personal que no me gustaba. Troné mi cuello y me apoyé de los casilleros, para tomarme un respiro.

Se preocupó por mí y mostró algo sincero, algo que nadie mostró antes. Ella no tenía maldad en su mirada ni una sonrisa triste, no parecía tener un pasado turbio ni venir de una familia agresiva. Era diferente muchas profesoras y otros maestros.

La profesora Armstrong salió de esos baños, y desde las escaleras me observó, pero no fueron más de dos segundos, porque el profesor Kanpiang, la jaló hasta la parte de arriba, donde ambos se fueron conversando de manera animada. Mis amigos llegaron a mí, y observaron a la profesora Armstrong marcharse con el profesor.

—¿Terminó en beso? —se burló Heng.

Golpee su hombro, —Estúpido. Ahora que ya tenemos lo más importante, es necesario que uno de nosotros entre a la oficina del director.

Tanto Noey como yo, nos giramos hacia Heng, quien se giró para buscar detrás de él.

—No, yo no —se negó—. No puedo, es imposible entrar sin que te vean.

—Eso es falso, tú tienes contactos, Heng. ¿Crees que no sé qué te comiste a la secretaria del Director? —Noey se cruzó de brazos, esperando una respuesta departe de nuestro amigo.

—Bu-bueno... ¿Eso que tiene que ver?, ella no me dejará entrar, chicas, es diferente.

—No lo es si haces un esfuerzo, inténtalo, no puedes arruinarnos el plan ahora. Una comida de coño le irá bien, se ve que no tiene sexo hace mucho tiempo —dijo Noey—. Ándale. Hazla disfrutar y en medio del orgasmo le pides el trofeo.

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