Se le nota culpable, está arrepentido por lo sucedido, y tengo unas ganas inmensas de abrazarlo.

—¿Si vuelve a pasarme y estamos en lugares diferentes, puedo llamarte? —Asiento, sabiendo que esto es involucrarme más de lo debido—. Quinn, eso significa mucho para mí.

Paso saliva, sintiendo la garganta apretada. Verlo así, devastado por el arrepentimiento y la incertidumbre de lo que pasará mañana me pone emotiva, y quisiera ayudarlo más de lo que debería. No puedo involucrarme más de lo que ya lo he hecho, pero aquí estoy, haciendo exactamente lo contrario.

—Somos amigos, Austin, y los amigos están allí siempre. —Y agrego, solo por no parecer una total perdedora—: Y estoy segura de que Jonah hará lo mismo si se lo pides.

A continuación, veo cómo un manto de pesar cae sobre él. Es como si hubiese dicho algo que empeora la situación y no entiendo el motivo.

—Somos amigos —murmura y esboza una sonrisa que no llega a sus ojos—. Gracias, Quinn, por todo. Por no mandarme a la mierda cuando hice la tontería más grande.

Me acerco a él y tomo su mano, dándole un apretón.

—Es que ya te tengo cariño.

Es más que eso, pero no voy a decirlo. Sería la mayor estupidez decirle que me gusta como algo más que un amigo y que estaba empezando a ilusionarme con esta relación falsa.

Él ríe, devolviendo el apretón a mi mano.

—Yo también te tengo cariño, Quinn. —Me mira a los ojos y hago todo lo que está en mis manos para no abrazarlo—. No sabes cuánto.

—Bueno, vamos abajo. —Corto la mierda emocional—. Te conseguiremos una habitación. Tenemos que dormir un poco antes de salir a Maranello.

Sus cejas se fruncen.

—¿Irás conmigo a Maranello?

—René cree que, para amortiguar el golpe, debo estar presente. Si nos ven bien, no creerán que fue algo tan malo. —Hago una mueca—. O creerán que soy una idiota por perdonarte.

Doy media vuelta, pero tira de mi mano antes de que pueda alejarme.

—¿Me perdonas?

Sonrío ante su tono anhelante. Ahora parece un niño que se ha arrepentido de la travesura que cometió y está pidiendo el perdón de su madre.

—Pensé que había quedado claro con eso de que voy a ayudarte a solucionarlo.

—Dilo, por favor.

Arqueo las cejas, asombrada por la seriedad con la que lo pide.

—Sí, Austin, te perdono. —Lentamente, su sonrisa empieza a crecer—. Pero no creo que sea buena idea besarnos de nuevo, a menos que sea por el bien de nuestra relación falsa.

Su sonrisa muere.

—Claro —murmura, bajando la vista al suelo.

—Creo que es algo que teníamos que hacer desde el principio, no es buena idea que nos involucremos de esa forma porque puede acabar todo mal. —Cuando no responde, digo—: ¿Estás de acuerdo?

Soltando una exhalación larga, asiente y sonríe.

—Tienes razón, es lo mejor; por el bien de nuestra relación falsa y de nuestra amistad.

Me escuece que esté de acuerdo tan rápido, y es contradictorio porque es lo que yo quiero.

Hago a un lado mis sentimientos tontos y dejo ir su mano.

Velocidad sobre hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora