64. Cada día más locura

Comenzar desde el principio
                                    

— Ya estamos los dos aquí —me toma de la cintura y mis ojos se abren al sentir nuestras caderas rozar—, y recuerdo muy bien cuando dijiste de ducharnos juntos —su sonrisa crece al mencionar ésto, haciéndome sonrojar, tanto de los nervios como de la vergüenza.

— ¿Aún recuerdas eso?

— Llevo tentado desde entonces —toco mis mejillas al saber cuán rojas estaban y Johan deja salir una risa hermosa— No te hagas la inocente ahora. Vi cuántas ganas te traías cuando me viste en musculosa.

— Estás loco —murmuro sin creer su confianza.

— Por ti —sonrió enseñando sus dientes.

Presioné mis labios para no sonreír por su comentario que me hizo sentir aún más sonrojada y lo aparté de mí.

— No podemos ducharnos juntos. Todos en la casa están despiertos.

— ¿Qué tiene que ver? Sólo nos ducharemos —entrecerré mis ojos no muy segura de creerle, y en cuestión de segundos Johan se rio— Hablo en serio.

— Es claro que tus intenciones son cochinas, así que no haré caso —me defiendo como si no hubiera fantaseado con esto hace rato.

— Deja de hacerte la difícil —continúa con esa sonrisa ladeada y seductora que me tenía bastante loca, y cuando veo sus manos comenzar a abrirse la camisa mi cuerpo entero se congela— Anda. Quítate el vestido.

Esas últimas tres palabras me hicieron perder la estabilidad de las piernas en menos de lo que canta un gallo.

— ¿Q-qué? —no puedo quitar los ojos de su camisa abierta que iba revelando poco a poco sus abdominales tonificados.

La fuerte luz del baño resaltaba los músculos de su abdomen, creando una sombra seductora en su piel que se veía tan suave y tentadora de tocar.... o lamer.

— Prometo que sólo nos vamos a duchar —deja la camisa en el suelo y se quita el cinturón, erizando cada vello de mi piel ante el sonido que hace la hebilla de metal— Ya lo que haremos en tu cuarto es otra cosa.

Cuando lo veo desabrochar su pantalón mis ojos escapan a un costado del cuarto a causa del pánico, aunque de cualquier modo también me veía tentada por la situación.

— Que sea sólo una ducha, entonces —le digo como una confirmación vaga, y él asiente satisfecho.

Me quito el vestido y lo dejo sobre el lavamanos para ir quitándome la ropa interior, sintiendo la mirada de Johan viéndome hasta el alma. Prefiero ser la primera en entrar, por lo que voy directo a la ducha sin siquiera echarle un ojo a él.

Regulo el agua hasta que tenga una temperatura cálida y me mojo el cabello esforzándome por hacerme la tonta, como si esto de ducharme con mi novio no me pusiera tan nerviosa. Y justo cuando me puse a pensar en eso, siento los brazos de Johan abrazar mi abdomen con fuerza y sus labios en mi cuello, dejando un tierno camino de besos que llegó hasta mi hombro.

— ¿Llegué muy tarde? —pregunta apoyando su mentón en mi hombro.

— ¿A qué te refieres? —giro mi cabeza hacia mi derecha para poder verlo.

— Cuando estabas con esos hombres, ¿llegué demasiado tarde? ¿Consiguieron hacerte algo?

— No... Llegaste a tiempo —respondo teniendo en cuenta que decir lo contrario lo haría sentir mal.

— No me mientas —me mira y yo me alarmo creyendo que leyó mi mente— Algo te hicieron, porque el vestido estaba lleno de sangre —suspiro y me volteo para mirarlo de frente.

Todo por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora