Era muy fuerte, se elogio con orgullo, aún más despierto salió completamente de la cama y fue al baño. No se sorprendió en lo absulo al no conocer esta villa, tiene algunas y adquiere otras al rededor de todo el año, así que en la que esta podría ser una de las nuevas.

En el baño solo tomo una ducha empañando todo a su al redor, le gusta el agua ciertamente caliente, sin embargo es muy mezquino con su cabello, lo cubrio con un gorro de baño para no dañarlo durante su ducha. Era un poco más largo que antes, así confirmando que había estado tal vez en coma por la golpiza, pensado en eso estaba ideando una estregia para derrocar la asociación, quería destruir a todos los bastardos que lo traicionaron principalmente al bastardo qué considero como su persona de confianza.

Salió de la ducha, tomó la bata y se envolvió en ella paso su mirada inconscientemente por su parte íntima dándole cuenta que era ¿más pequeña?. - ¿Qué?. -

Rápidamente se revisó, incluso lo midió con su palma era tan pequeña como su mano. ¡Dios!.

En pánico limpio el espejo, apariencia linda, pequeña y piel suave, tensa y ligeramente rosada, solo para darle vida a su ser. ¡Su apariencia era totalmente diferente!. - Hay no, no, no. - salió del baño en pánico, su respiración era agitada y no sabía a dónde ir. Su mente maquino pensamientos diferentes, entre su apariencia y su miembro.

Las cirugías eran legales solo con consentimiento, ¡este cambio era extremo y sin consentimiento!, demandará a todos los bastardos que lo cambiaron, todo era pequeño. ¡No!, hará mucho más que una simple demanda, ¡los torturara hasta la muerte y les cambiará el pene!.

Tratando de buscar más respuestas, abrió la puerta de la habitación solo para toparse con un subornidado. Frunció el ceño con enojo y lo miro. - ¡Busca a los bastardos que me hicieron esto, llevelos al lugar!. - paso a un lado del empleado hecho una furia, seguía murmurando todo lo que les haría a esos bastardos con sus propias manos qué ahora detestaba.

Sus manos eran pálidas y ligeramente rosadas, tiernas hasta el punto que le irritaban, no eran masculinas y seguramente a nadie le gustará ya que no tiene cicatrices en ellas. Bajo hasta estar en el comedor en donde se sentó y tomo agua a lo loco.

Tenía una mirada de pocos amigos y los empelados qué estaban ahí solo bajaron la cabeza y empezaron a murmurar a sus espaldas.

-¿Otra vez se despertó de malas?. -

-Ayer en la noche el joven maestro se negó a pasar la noche con él. -

-Genial, nosotros tenemos que lidiar con él. -

Los murmullos llegaron hasta sus oídos, "¿Cómo se atreven a decir algo?, ¡bastardos, inútiles!". El anterior subornidado se acercó con cautela mirando a los empelados qué murmuran despectivamente, al instante se callaron.

No le tomo importancia, empezó a masajear su dedo índice con su pulgar, signo de ansiedad. No miro al empleado mirando directamente a la nada, pero estaba enojado. - ¿Quién diablos hizo esto?. -

El empleado decidió hablar. - ¿No es de su agrado joven....?. -

No termino el empleado, ya que azotó su puño contra la mesa. - ¡No me gusta!, ¡qué diablos me hicieron, ha!. - chasqueo la lengua con furia tomando agua de nuevo.

Los empleados empezaron a murmurar de nuevo, el que estaba enfrente de él solo se excuso. - Me disculpa joven maestro, le diré al cocinero que prepare otra cosa. -

Estaba harto de la ineptitud de esta gente, frunció más el ceño dando una mueca de desagrado. - ¡Qué estas diciendo!, ¡acaso no puedes seleccionar bien a tus malditos empelados, no se quien diablos eres pero quiero que despidas a esa estupida gente que no se calla!. - señaló a los empelados sin siquiera mirarlos.

Los rostros de los empleados se pusieron pálidos, incluso el subornidado que estaba hablando. - Joven maestro. -

-¿No oíste?. - lo miro con agudeza, el pobre subornidado estaba impactado de la aura asesina del joven mestro. Nunca lo había visto de es manera, solo había mostrado una actitud caprichosa y mimada. Bajo la cabeza y asintió.

-Lo que ordene. - no se pudo negar, algo en el joven lo hizo sentirse en peligro y a la vez, ¿obediente?. Se sintió extraño pero lo hizo, tal vez era masoquista.

Los empelados empezaron a suplicar, sin embargo el joven maestro ni siquiera los miró y empezó a comer de mala gana como si desayuno estuviera echado a perder. Después que el subornidado volviera miro a su joven maestro de mal humor.

-Esta listo Joven maestro. - confirmó para saber como reaccionaria el joven, sin embargo no lo miro pero pudo ver que no cambió su ánimo.

-Este desayuno no me gusta, ¿eres nuevo?. -

-¿Qué?. - ese "que" salio naturalmente, el joven lo miro con impaciencia trasmitiendole qué está siendo negligente con su trabajo, aclaro su garganta. - No soy nuevo joven maestro, si gusta puedo pedir que cambien su desayuno.-

-Por favor. - Dijo con fastidio.

-¿Qué le gustaría?.-

-Dijiste que no eres nuevo, ¿acaso no te pasaron mi rutina?. - al ver que el subornidado estaba quieto y confundido, suspiro con fuerzas negó con la cabeza y froto su frente con frustración. - Es nueva esta villa, así que esta bien. - dijo para si mismo. - Mi desayuno debe estar preparado al más tardar a las seis de la mañana, tengo cinco minutos para bajar así que no quiero que nada se enfríe, deber ser tostadas, sopa ligera, además que fruta picada, yogur natural con nueces y una taza de café, el café debe hacerse con leche descremada y dos cucharada de azúcar. No debe de haber canela, te de manzanilla, enzalada y nada de postres. ¿Entendiste?. -

El subornidado se quedo callado durante las demandas de su joven maestro. Anotó mentalmente todas las especificaciones que pidió y solo pudo sentir. - Haré que lo preparen de inmediato. -

Refunfuño. - No, es tarde. - no se quedo ahí, miro al empleado con intriga, no se creía que hubiera memorizando todo lo que dijo. - ¿Sabes qué no quiero durante mi desayuno?. -

-Sin canela, te de manzanilla, ensaladas y postres. -

Sonrió con orgullo. - Bien, ¿cuál es tu nombre?. -  El empleado se vio sorprendido, arqueo una ceja preguntándose si había cometido un error.- ¿Y?. -

El empleado titubeo, sin embargo lo dijo con vergüenza. - Liebing. -

Inclino un poco su cabeza, le sonó familiar ese nombre y pensadolo bien, ¿acaso no es el nombre del subordinado del héroe de una novela?.

El villano es solo la carne de cañon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora