C A P I T U L O 12

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—No sé de lo que hablas.

—Tu mirar me molesta... —Desgonzo la fluidez de mis palabras. El efecto que amena su piel moldeada al mío, entorna la posibilidad de estar cómoda en un torbellino de emociones en mi estomago; no obstante, parece que sus ojos retoman otro nivel, otra vida que no puedo acontecer—, me abruma, es... No lo sé, me agobia.

—Siempre me has dicho eso —dice.

Entrecierro el mayor de mis sentidos comunes. Pienso en ello, en su oración una y otra vez, pero nada llega a mi cabeza, no recuerdo haberlo comentado en otro momento. No es como si todos los días me mirara de ese método para reclamarle. De igual manera, me tomo la molestia de hacérselo saber—: Yo no...

—Años atrás, Honey. Al parecer, tengo esa manía loca de colar ese desenlace en ti, y no en los demás.

—Pues no es divertido.

Gael se ríe cerca de mi oído, solo para mí; solo para que lo escuche salir con armonía de sus labios—. Para mí sí.

Respiro profundo.

Comienzo a examinar su rostro. Sus ojos presentan una diversidad de colores aguamarinas, pero los suyos se distribuyen mas en el color verde, que algún otro; los mismos congenian con una extensa gama de pestañas largas y abundantes, perfectamente proporcionadas en los dos ojos, junto al contraste arqueado de sus cejas. Sus labios rosados se acentúan con el bronceado color de su piel. Su nariz da armonía a la línea de apertura en su mandíbula sobresaliente, dándole el aura de ser un hombre con mucha actitud, carácter, y que en pocas palabras, no es fácil de dominar.

La mirada del castaño se ilustra en los míos, perdiendo la cuenta de cuantas veces lo ha hecho en todo el día. Su pupila se dilata, da la sensación de tener alguna preocupación dentro de él. El casual resultado de eso, es observar a Gael posar el tacto de sus dedos llenos de anillos de metal, satisfacer de caricias distinguibles mi mejilla.

—Te vez cansada —aporta, la charla indica un cambio repentino de conversación. Ya no se trata de él, y en el procedimiento que hace para conducirme a la locura con sus ojos. Ahora solo se trata de mí, y en lo importante que es verme bien físicamente, no solo para los demás, sino para él—. ¿Por qué no has dormido bien?

No lo miro, en mi corto lapso logro aspirar mis emociones. Establezco el apartado de innegables sensaciones de estrés, hasta que recuerdo cada una de las cosas que resultaron ayer. Fue insaciable. En mis días cotidianos, no siempre absorbo este tipo de energía procedente por otras personas, pero lo hice. Absorbí la credulidad de ese hombre, de ese indefinido ser. Espiro a través de mis fosas nasales, permitiendo cambiar la tensión dentro de mi cuerpo.

Si, ocurrió algo; ocurrió todo lo que no quise. Khaled apareció dos horas luego de la frágil madrugada. Se veía impecable, pulido y tranquilo, cuando abrí la puerta del apartamento. No dijo nada por la alta hora, tampoco me agradeció por ello, sólo abrazó a Declan y se fue con él a su debido hogar. Por un largo tiempo, me quede aislada en la cama de mi habitación, despierta de par en par, desconcertada por las severas conductas de mi padre.

No quiero decirle nada de esto a Gael. Mi silencio sobra para insinuar mi atención a la pizarra, y alejarme de la ceñuda plática. La libreta persiste en la mesa de mi asiento, lo abro en busca del lápiz dentro de ella, indago entre las páginas una concisa temporalidad, para iniciar después la escritura de la clase en una hoja vacía.

—¿Por qué siento que me vas a mentir? —pregunta. Un nudo fuerte asfixia mi garganta. Las palabras se atoran una detrás de la otra en fila, incapaces de colaborar conmigo para que puedan salir libremente, sin estar atorándose al final de cada terminación. Gael es inteligente, mentiría si dijera que no lo es. Tiene una capacidad instantánea de saber todo, que a veces me sorprende lo inexplicable que es.

Renuncio al grafito. Esmero menear la cabeza a una zona específica, el rostro de Gael. Descifro el color de su mirada, está inactiva, seca. Arden de curiosidad. Sus ojos adyacentes verdes primaverales, se atinan en un abismo de conmociones; por lo que, de todas maneras, él puede saber. Y es que voy a hacer lo suficiente testaruda, para no dejar que el castaño también arregle este conflicto personal.

«Es hora de ser responsable por mí misma»

—No es tu problema —contraataco. No le abastezco mucha necesidad al argumento, le doy la condición de saber a Gael que este tema no es nada importante, más bien es insignificante. Sin embargo, lo que dice a continuación, perpleja mi corazón por el resto de la clase.

—Iré al apartamento, esta noche —No me inspecciona. La cortesía de su no observación, es gracias a la libreta de su pertenencia frente a él. Está ahí, mirándola; sin hacer algo al respecto, comprendiéndola como si fuese el libro de la vida de alguien—. Si no llego temprano, me gustaría que también me esperes a altas horas de la madrugada.

Es fácil decir que me he salido con la mía, siendo astuta, teniendo una simple estrategia: cortar rápido la charla. Pero sigo insistiendo, el hombre a mi costado es demasiado inteligente, es ingenioso; se juega la vida él mismo, él solo. Incluso si de ahora en adelante, me convierto en su peor pesadilla, y es que con el demonio adecuado, cualquier infierno es perfecto.


Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now