Se encogió de hombros en cuanto sus compañeros lo visualizaron y comenzaron a hacer sonidos para llamar su atención.

Entre ellos, se encontraba la figura inconfundible de Satoru Gojo, quien lo observaba con su sonrisa de siempre, esa que era una mezcla de superioridad y diversión. El albino levantó una mano en un saludo burlón, y en cuanto Megumi estuvo lo suficientemente cerca, se inclinó un poco hacia él, sin perder la sonrisa.

── Pensé que no ibas a venir ── dijo el albino mientras le sonreía con esa sonrisa perfecta que a Megumi no le faltaban ganas de reventar con sus puños ── Estaba a punto de enviarte un mensaje de motivación. Algo como "Recuerda, la cancha te necesita"

Megumi sintió una punzada de irritación, su mandíbula apretándose mientras evitaba el impulso de rodar los ojos. Por dentro, imaginaba cómo sería estamparle una pelota en la cara, ver esa sonrisa desaparecer por al menos un segundo. Pero por fuera, solo se limitó a un resoplido sarcástico.

── Qué considerado ── replicó Megumi, con el tono seco que solía usar cuando Satoru se volvía especialmente fastidioso.

Satoru rio suavemente, una risa que parecía reverberar en el aire cálido del mediodía. Se encogió de hombros, como si la pregunta no tuviera importancia, y lanzó un vistazo al resto de los jugadores, que se preparaban para comenzar. Pero su atención pronto regresó a Megumi, y su sonrisa se ensanchó aún más, hasta volverse casi molesta.

── Vamos, Megumi, solo intento ser un buen mentor ── dijo Gojo a la par que se acomodaba las gafas de sol que siempre usa.

El pelinegro apretó los dientes, ignorando la punzada de frustración en su pecho. No importaba cuánto quisiera dejar todo y correr hacia Yuuji, tenía que soportar las bromas de Satoru y la presión de la práctica, al menos por un rato más.

Megumi apretó los dientes con fuerza. A su alrededor, los demás jugadores ya estaban tomando posiciones en la cancha, con las voces de Satoru y sus compañeros mezclándose con el eco de la pelota botando contra el suelo. Pero por mucho que lo intentara, Megumi no lograba meterse del todo en el ritmo del juego.

La mente de Megumi seguía regresando a la cafetería donde Yuuji probablemente lo esperaba, quizás con un café ya frío y su expresión ligeramente preocupada. Se imaginaba a Yuuji revisando su celular, mirando la hora, y luego alzando la vista hacia la puerta cada vez que alguien entraba, con la esperanza de que fuera él. La culpa le retorcía el estómago; detestaba esa sensación de fallarle, de no poder cumplir con las pequeñas promesas que hacían su día a día más llevadero.

El silbato sonó, marcando el inicio del partido, y Megumi sacudió la cabeza, tratando de borrar esos pensamientos de su mente. Pero cuando el balón llegó a sus manos, su cuerpo reaccionó con un segundo de retraso. El rebote del balón contra el suelo fue torpe, y uno de sus compañeros del equipo contrario aprovechó para quitárselo.

── ¡Vamos, Fushiguro! ── gritó uno de los jugadores desde el otro extremo de la cancha, pero Megumi apenas registró la voz. Los músculos de sus piernas se tensaron al correr, pero su mente se sentía lejana, atrapada con imágenes de Yuuji.

Gojo, desde la banca, levantó una ceja con una mezcla de sorpresa y diversión. Había conocido a Megumi lo suficiente como para saber que rara vez se dejaba superar en la cancha. Se inclinó un poco hacia adelante, observando con curiosidad el cambio en la actitud del chico. Su sonrisa se volvió más amplia, como si estuviera disfrutando de un chiste que solo él entendía.

Megumi logró recuperar el balón, lanzándolo con fuerza hacia uno de sus compañeros, pero el pase fue demasiado alto y la pelota terminó fuera de la cancha, golpeando la cerca con un ruido seco. Un murmullo de frustración recorrió a los jugadores, y Megumi sintió un calor subirle por la cara, consciente de su error.

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