Debería detenerse, debería tomar el beneficio de la duda y arrepentirse de su decisión, pero la mirada en fragmentos marrones de Lyall le hacía contenerse.

—Ante ustedes, el futuro de las castas o mejor dicho de la propia divinidad. Haruto…

Fue solo un instante, una milésima de segundo antes que los haces de luz rojiza que enmarcaban el pecho de Hoseok, Lyall, Vante y Jungkook se hicieran apreciables y la carcajadas de Shoji adquirieran mayores proporciones.

—¿En serio creían que podían desafiar a la serpiente de Japón?¿En serio creían que era tan fácil venir a ridiculizar a la yakuza para luego marcharse sin asumir las consecuencias? ¡Cuánta solidaridad…! En nuestro reino existe el precepto que los guerreros caen de rodillas cuando han cumplido con su misión en el campo de batalla. Como el samurái ante la posibilidad de cometer seppuku… ¡Arrodíllense ahora o perezcan bajo la misma furia de su codicia!

Elevando los brazos hacia el punto donde la luz solar se derramaba contra los cristales, cometer la equivocación de proclamarse ganador cuando todos te traicionan fue el gran error de Shoji Yamato mientras su cabeza era atravesada por una descomunal flecha color escarlata.

Una flecha cuyo material Vante conocía muy bien. La risa del Señor del Ángel Corrupto eclipsó ese segundo momento mientras más sombras llegaban para pregonar el baño de sangre sobre las paredes del solárium.

Hoseok pudo contemplar cómo su prima intentaba luchar ante la fuerza de los antiguos gemelos Song, peleando infructuosamente para proteger la marca que de forma grotesca latía en su hombro izquierdo, una que palpitaba al mismo tiempo en el de cierto alfa a la entrada del restaurante del Uróboros en Shibuya, una cuya perturbación hacía a Yoongi tragar saliva y apoyarse en el hombro de Jimin, tratando de disimular su ausencia de visión.

—¿Yoongi?

—Estoy bien, no permitas que Hikari se dé cuenta.

Murmuró forzando una sonrisa mientras le exigía a su cuerpo no desfallecer. Jimin le rodeó la cintura con un brazo mientras vislumbraban el comedor detrás de la peli azul que les miraba con recelo.

—No, no lo estás. Tu mirada luce empañada y perdida. Estás sufriendo literalmente, algo te quema la piel, puedo sentirlo a través de nuestra conexión. Yo puedo…

—No en estos instantes. Me preocupa más que salgamos con vida de aquí. Te dije que confiaras en mí. Si mi instinto está en lo correcto, necesitaré de tu fuerza, omega elegido.

Susurró antes que una arcada le doblara por la mitad.

—¡Yoongi!

Ahora quien gritaba era Hikari al descubrir el vómito ensangrentado que había expulsado el alfa sobre la alfombra de su restaurante. Jimin alcanzó a sostenerlo de los hombros mientras sus garras salían por encima de la humana piel.

—Deja la farsa ¿Qué demonios pusiste en esa cuchilla que lo ha hecho enfermarse? ¿Qué demonios nos pusiste a los dos cuando no puedo pensar en otra cosa que arrancarte la cabeza?

La cuerda del autocontrol se tensaba mientras los ojos de Hikari mudaban al rojo y su omega despertaba para hacer frente a la peligrosa presencia del shifter de Jimin.

—¡Demonio, Ao Akuma…! ¡Manoban, Ban… es su turno…!

Jimin sonrió mientras ayudaba a Yoongi a incorporarse, apoyando el peso de su cuerpo sobre sí mismo. Aun medio inconsciente, el alfa le apretaba una mano pidiéndole que se contuviera.

El siguiente baño de sangre sería marcado como una de las etapas del ritual que a ciegas debían completar. Ambición y codicia, fuego en la mirada mientras la sala del restaurante privado de Uróboros era visitada por la diosa del desastre. Sangre manando de las entrañas.

•Alma de Alfa•ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora