Sin embargo, antes de que Elaine tuviera tiempo siquiera de pensar más en ello –en cuánto había temido que Ban no regresara a su lado–, el hombretón en cuestión la abrazó por detrás y comenzó a besarle el cuello; despacio, mimoso, pero con una clara intención erótica que Elaine no pensaba rechazar. No esa noche. Por esa razón, el hada se arqueó de inmediato al sentir sus labios y jadeó con fuerza, teniendo pensamientos muy similares a los de él: después de haber acabado con todo el mal que amenazaba sus vidas, Elaine y Ban solo querían desnudarse el uno al otro con pasión, tirarse en la cama, hacer el amor sin prisa y disfrutar de cada centímetro de piel del otro hasta que saliera el sol. El hada alzó una mano para sujetar la nuca de Ban, gimiendo en voz baja, antes degirarse y besarlo en respuesta, pasando los brazos alrededor de su cuello.
—Ban... —susurró entre sus labios—. Mi amor...
Él suspiró.
—Elaine...
Sin embargo, estaba claro que las palabras sobraban entre los dos cuando los dedos de él empezaron, con algo de urgencia, a desatar el corpiño que aprisionaba el torso de Elaine; al tiempo que ella rodeaba su cintura con las piernas y comenzaba a deslizar las manos bajo su chaqueta de cuero rojo.
Avanzando hacia la cama, Ban se dejó desnudar de cintura para arriba antes de apoyarla de pie en la cama y, con infinito cuidado, quitarle el casto vestido que había elegido para esa noche. En su opinión, solo una pose de inocencia juvenil que ocultaba a la auténtica mujer que habitaba debajo. La cual, para su deleite, se mostraba sin tapujos en cuanto ambos se encontraban en la intimidad. Y eso volvía a Ban loco de remate.
Una vez sin ropa, las alas de Elaine vibraron en la penumbra tras su espalda, como si fueran un reflejo de los deseos de su dueña. Esta, conteniendo su propia carrera interior, apenas pudo evitar morderse el labio de anticipación al ver cómo Ban se bajaba despacio los pantalones, sin dejar de mirarla y, después, se erguía cuán largo era con media sonrisa pícara en el rostro.
Elaine gimió por lo bajo antes de volver a enlazar sus labios con los de él y apretarse contra su piel: tersa, cálida y perfecta.
El humano pasó entonces a acariciar cada centímetro de Elaine con deseo y reverencia a partes iguales. Aquel cuerpo ya no era el de una niña, como cuando la conoció. Era el de toda una mujer y lo llamaba a hacerlo suyo, más que ninguno en toda su vida. Ante el roce de sus dedos expertos, Elaine pensó que se iba a desmayar antes de empezar, tal era el deseo que atronaba sus venas. Al menos, antes de que él susurró en su oído:
—Échate, Elaine.
Ella obedeció sin dudarlo. Confiada, se tendió sobre las sábanas mientras él la seguía, tumbándose a su lado y uniendo sus labios de nuevo casi en un solo movimiento. Elaine gimió contra su boca al tiempo que sus lenguas jugaban sin descanso.
Ban sentía que algo en él quería pasar a mayores de inmediato, pero su lado más racional consiguió reprimir el instinto a tiempo; mientras tanto, sus labios abandonaron temporalmente los de ella y comenzaron a descender sin prisa por su cuerpo menudo. Pasando primero por su cuello y su pecho; demorando la lengua en las zonas más sensibles y haciendo que Elaine arquease la espalda, ansiosa. Después, su boca recorrió su vientre terso y plano, las líneas perfectas de su cintura, aquellas caderas paradisíacas... Hasta llegar hasta su pubis.
Al inclinarse entre aquellas piernas preciosas, Ban comprobó sin esfuerzo que Elaine estaba del todo preparada para él. Pero, después de todo lo sucedido, no pensaba negarle ni un miligramo de placer. Además, ¿quién tenía ya prisa? Mientras la hacía disfrutar, si abría los ojos, el Pecado del Zorro veía a su amada retorcerse de éxtasis, con las manos aferradas a las sábanas y los párpados cerrados, lo que solo aceleraba su pulso más y más.
Elaine, por su parte, se notaba flotar en un trance divino del que desearía no salir nunca. La lengua de Ban, además, era delicada y precisa; conociendo bien donde insistir y donde reposar para que Elaine disfrutara sin prisa, pero sin pausa. Al menos hasta que la joven hada no pudo contenerse más y emitió un agudo grito de placer bajo sus caricias expertas. Ban rio entonces para sí, sin poder evitarlo, antes de enfocarla con un solo ojo escarlata cargado de erotismo.
—Me alegra que esto te guste, Elaine —comentó por lo bajo, divertido.
Ella asintió con energía.
—Mucho —jadeó, temblorosa, antes de que él continuara con su trabajo—. ¡Oh, Ban!
La joven tomó con urgencia la almohada y ahogó el siguiente gemido en su blandura. Cierto era que la casa estaba más o menos apartada de oídos indiscretos; pero Elaine sentía tal necesidad de chillar de gozo que, de no tomar algunas precauciones, podrían haberla oído hasta en la distante y derruida Camelot.
—¡Ban!
Pero él ya apenas la escuchaba. Tenerla así ante él era más de lo que su caballerosidad podía soportar. Por ello, mantuvo la cadencia hasta que el intenso temblor de las piernas de la muchacha, sus gritos ahogados contra la almohada y una de sus manos empujando su frente hacia atrás le dieron la pista de que acababa de llegar al cielo y más allá.
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En tiempos de paz (SDS - Ban & Elaine)
FanfictionEl Caos ha sido derrotado. Britania vuelve a estar en paz y sus razas empiezan a interaccionar entre ellas igual que hace 3000 años. Y en concreto para Ban y Elaine es la oportunidad que estaban deseando tener para estar juntos y a solas con su amor...
1. El retorno a la normalidad
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