17 de diciembre, 19 h. terrenos de hogwarts
Vincent abrió ansiosamente la caja. Al leer la carta en la parte superior, sonrió cuando el alivio lo llenó. Dentro de la caja estaba el cristal de canalización que necesitarían, un colgante y una vela para advertir a todos.
– ¿Eso es de Freja? – Preguntó Mudiwa mientras entraba en su tienda.
– Sí, y todo está listo. Cuando comience el ataque, encenderemos esta vela, y las velas en casa de mi madre y en el pueblo, con la manada de Lucas; en India con la familia de Ria; en Italia con Luca y su familia; en Japón con la familia de Soto y varios otros lugares se iluminarán juntos. Cuando eso suceda, todos comenzarán a rezar y generar energía, enviándola a través de sus cristales de canalización a nuestro cristal y finalmente la energía irá a este colgante – Vincent levantó la sencilla punta de cristal. – Y así alimentaremos a Gabriel con la energía –
– ¿Deberíamos decírselo? – Mudiwa preguntó sentándose al lado de su esposo en el sofá.
– No, si cree que planeamos quedarnos aquí, encontrará la manera de enviarnos a un lugar seguro –
– ¿Qué pasa con los niños? –
– Gabriel le dio a mamá un juego de aretes, se los entregará a ella –
Mudiwa enmarcó el rostro de su amante en sus grandes manos.
– Esto funcionará. Sobrevivirá –
– Diosa – Vincent jadeó con la voz entrecortada. – Tiene que hacerlo, es nuestro niño pequeño y solo tiene que hacerlo. No sé qué haremos si algo sale mal –
Mudiwa puso a su amante en su regazo y lo abrazó, ambos tratando de no empezar a llorar.
– Baba, papá, ¿estás aquí? –
Rápidamente se separaron, secándose los ojos.
– Sí, Gabriel, entra –
La sonrisa de Gabriel se desvaneció rápidamente cuando sintió su tristeza y vio sus ojos enrojecidos.
– ¿Qué ocurre? – Apresuradamente cruzó sentándose en el lugar entre sus padres.
Mudiwa, decidiendo que había suficientes secretos en su familia, respondió.
– No somos tan tontos como para creer las historias que nos cuentas. Sabemos que esperas morir cuando te enfrentes a Voldemort –
Los ojos de Gabriel se agrandaron y su boca se abrió, no sabía qué decir. Las lágrimas llenaron sus ojos.
– Lo he intentado todo, Baba, y no puedo encontrar nada que ayude. Espero que mi fuerza mágica sea mayor que la de Helen, pero simplemente no lo sé –
– Sabemos que estás tratando de encontrar una manera – Vincent lo tranquilizó mientras ambos hombres envolvían sus brazos alrededor de su hijo. – Has sido muy valiente, pero ambos sentimos lo estresado que estás y queremos estar aquí para ti –
Gabriel se puso rígido y luego comenzó a llorar.
– Estoy tan asustado. No quiero morir, pero no puedo destruir un alma humana, ¡simplemente no puedo! – Extendiéndose, agarró los fuertes brazos que lo sostenían. – Por favor, no te enojes. Por favor, no me odies – Suplicó Gabriel con los ojos brillantes por las lágrimas. – No quiero irme, y haré todo lo posible para quedarme. Tengo mucho miedo –
Sus padres lo envolvieron en sus brazos cuando los tres comenzaron a llorar.
– Nunca podríamos odiarte. Eres nuestro ángel, nuestro Querubín – Vincent susurró entre lágrimas.
– Nosotros también tenemos miedo, pero todo saldrá bien, lo prometo – Dijo Mudiwa mientras acercaba a su familia a él. Juntos se sentaron abrazados, desesperados por no separarse nunca.
Gabriel se atragantó tratando de sofocar un sollozo.
– Ya llegamos, pequeño; déjalo ir –
Aferrándose a su padre, Gabriel sollozó, todo su cuerpo temblando mientras liberaba su miedo. No había llorado así en años y cuando sus lágrimas dejaron de caer se sintió avergonzado y exhausto. Sonrojándose, levantó la vista hacia los ojos grises.
– Ve a dormir, creo que a todos nos vendría bien una pequeña siesta –
– Lo lamento –
– No tienes nada de qué arrepentirte, Gabriel. Esto es exactamente para lo que están los padres –
Volviéndose hacia ellos, Gabriel sonrió a medias.
– Los quiero mucho a los dos, gracias –
– Te amamos también –
– Mucho –
Dos besos fueron presionados en su frente mientras Gabriel se dormía.
– ¿Funcionará? – Preguntó Vincent, sus ojos color lavanda llenos de tristeza.
– Sin duda, no puede haber otra opción – La certeza en la voz de Mudiwa era reconfortante y fuerte. – Vamos a dormir –
Vincent asintió y se levantó, tirando de las sábanas de su cama mientras su esposo cargaba a su hijo. Pronto los tres hombres dormían plácidamente.
Al principio Gabriel pensó que estaba soñando, por lo que no se molestó en abrir los ojos. Se sentía tan ligero y cálido. Cuerpos tibios lo rodearon; espera... su ceño fruncido por la confusión... ¿cuerpos? Abrió los ojos con cautela, al ver el musculoso brazo oscuro de su Baba se relajó al instante. Recordar lo que lo había precipitado a dormir en la cama de sus padres lo hizo sonrojarse y hundirse en su calor. Antes de que pudiera volver a dormirse, chillidos gemelos llenaron el aire cuando Tatiana y Aubrey aterrizaron encima de ellos.
– ¡Gabriel, ayúdanos! – Tatiana insistió.
– ¡Haz cosquillas a papá y baba! – Aubrey explicó mientras se escondía debajo de las mantas para atacar los dedos de los pies sensibles.
Rápidamente la tienda se llenó de risas y gritos de alegría. Todos estaban sonriendo alegremente y jadeando cuando Mudiwa y Vincent tenían a sus tres hijos clavados en la cama.
– No sé por qué siguen tratando de atraparnos, nunca ganan – Mudiwa comentó a la ligera.
– Es bastante confuso; pensé que eran más inteligentes que esto – Respondió Vincent.
– Oye – Graznó Gabriel.
– Tal vez piensan que algún día ganarán, niños tontos –
– Ganaremos, Baba. ¡Solo espera! – Tatiana dijo luciendo lo más altiva posible con sus rizos rubios blancos en total desorden.
– ¿Y qué vas a ganar? –
– Bueno – Comenzó Aubrey con su tono pacientemente explicativo. – Estaremos a cargo y haremos lo que queramos –
Vincent se rio de la respuesta a su pregunta.
– ¿Y qué harás entonces? –
– Entonces – Se rio Gabriel. – ¡Dominaremos el mundo! – Sus hermanos se unieron a él con su mejor risa de científico loco.