₄₀Pájaro nocturno

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El pueblo libre la miró con ojos de noche. A la espera.

Se situó frente al trono con su camino de sangre roja siguiéndola.

El día había llegado, Mance ciñó la tuerca de oro y hielo en el entrecejo de la joven de cabello blanco. Cuando los murmullos comenzaron, y con los Antiguos Dioses de testigo, Mance la llamó Hersir. Geralt tampoco olvidó sus otros títulos. La primera con su nombre, reina de los ándalos, los rhoynar y los primeros hombres, señora de todo el Norte y Protectora de las tierras libres.

Ahí fue cuando advirtió que los ojos de Geralt, seguían fijos en los de ella cuando se adelantó. Entreabrió los labios para aspirar una brusca bocanada de aire y apoyó una mano en la empuñadura de la espada que llevaba en su espalda. Kryo sabía lo que se venía, sabía que debía arrodillarse, pero ya no estaban en los tiempos en el que el Norte se arrodillaba, así que el caballero libre no lo hizo, inclinó levemente la cabeza ante ella, sin que sus ojos se apartaran de los suyos en ningún momento.

—Se lo juré a tu madre una vez, y ahora te lo juro a tí —dijo, su voz grave y suave— Con mi espada y con mi vida, juro mantenerte a salvo. Que los Antiguos Dioses sean testigos de mi juramento, y que el hielo y el fuego sean mis jueces si alguna vez flaqueo.

Kryo asintió levemente, sin dejar de mostrar aquella máscara inexpresiva en su rostro. Pero podía sentir la importancia de las palabras que acababa de pronunciar.

Geralt se puso a su lado, colocando la punta de su espada Bleidd —Blanco en la lengua antigua— en la nieve. 

Kryo se irguió, respingó la nariz y tras la ascensión, se puso en marcha un gran banquete. El amplio sendero que había recorrido, estaba ocupado por varios mesones de madera que abarcaban demasiados platillos propios de las tierras libres. A la cabeza se encontraba la nueva Hersir, con su espada juramentada a su derecha.

Kryo recorrió con la mirada cada rincón, Tormund desgarraba la piel de una pata de cabra con sus dientes, luego se llevaba el cuerno pulido a los labios y barba llena de grasa para vaciar toda el aguamiel. Mance ni siquiera se quedó para el banquete. Ygritte comía lenta y silenciosamente un trozo de pollo, y tanto Kryo cómo ella, eran las únicas allí que parecían no olvidar que hace unas horas tuvieron que quemar los cuerpos de los caídos.

Geralt carraspeó a su lado, exigiendo su atención. Kryo apenas movió la cabeza hacia él para darle a entender que lo escuchaba.

Hersir —dijo— tengo que presentarte a alguien.

Kryo no se volteó. No dió señales de haberlo escuchado. Aquella noche, rumiando sobre lo que pasaba por su cabeza, se sintió tentada a marcharse al Sur, adelantarse a todos los días que tardarían en movilizar a todos los clanes, encontrar un señor, darle el privilegio de seguir el linaje de un Oscuro. Pero los sureños ya le habían hecho mucho daño a su gente, y si buscaba una unión de esa forma, rompería su juramento con su gente y dirían que no se podía volver a confiar en ella, así que decidió por quedarse.

Eligió seis guerreros para hacerles guardia a los cuervos que había dispuesto en jaulas para las cabras.

Gracias a Geralt, Kryo sabía que los hombres de la Guardia Nocturna tenían una reputación como grandes guardianes del muro. Pero al final, eran humanos. Al cortarles las alas sangrarían al Igual que ellos. No había nada bajo las estrellas que diga que no podían vencerlos.

Y ellos, heridos o no, eran uno.

Y el olor del invierno resultó casi insoportable.

Finalmente, tras una espera demasiado larga en aquel asfixiante salón, llegó el amanecer, y la oscuridad se convirtió en su morada. En la mente de Kryo solo había espacio para dos pesadillas horribles que se repetían una y otra vez.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora