Debe recurrir a su autocontrol para no comenzar a comer antes de que su pareja regrese.

Hasta ahora las náuseas no le habían permitido degustar las comidas.
Pero esa noche, cada bocado le supo a gloria.

°

[Cuarto mes]

Un suave quejido interrumpe la calma nocturna en la habitación.
El rostro de Hannibal se contrae con dolor mientras se incorpora ligeramente en la cama, Will no tarda en abrir los ojos al percibir un cambio en su Omega.

-¿Hannibal? ¿Estás bien?-

Sus palabras son precedidas por un bostezo, cubriendo su boca al instante.

-Si, no es nada grave…-

El mayor exhala con lentitud, estirando la pierna lo suficiente para aliviar el repentino calambre que le despertó.

-Déjame ayudarte-

Al ver de lo que se trata, el Alfa también se incorpora masajeando la pantorrilla de su compañero. Su piel es suave, sabiendo que ha hecho todo lo posible por mantenerse hidratado y que su cuerpo no tenga marca alguna del proceso.

El cuerpo de Hannibal se relaja al instante. Conforme lo hace un breve hormigueo recorre su piel, otorgándole a su aroma un toque más dulce, buscando atraer a su pareja.

Will lo percibe mientras una sonrisa divertida cubre su rostro.
Su mano sube con coquetería acariciando la pierna del mayor, antes de inclinarse y robarle un corto beso.

La boca del Omega se mantiene abierta en espera de que continúe.

-Veo que ya estás mejor-

Will retira su mano y con una sonrisa juguetona toma la cobija cubriendo a su compañero para instarlo a dormir.

El mayor espera a que el Alfa se recueste antes de subir a su abdomen sin estar dispuesto a dejarlo escapar. Will ríe.

-Deberías saber que si no despierto a tiempo para llevar a Clarice a la escuela, la culpa será toda tuya-

-Entiendo…-

El cabello de Hannibal cubre su frente con rebeldía mientras se inclina hacia su compañero.

-Pero estoy seguro que despertarás a tiempo-

Susurra en sus labios antes de besarlo.



La alarma suena con insistencia y solo es hasta el tercer repiqueteo que Hannibal se incorpora a apagarla.

Su compañero yace en un profundo sueño. El Omega pasa una mano por su mejilla sintiéndose brevemente culpable por mantenerlo despierto gran parte de la noche.

Sabiendo que debe tomar responsabilidad de sus acciones se pone de pie, decidido a comenzar el día.

Frente al espejo del baño observa la pequeña protuberancia en su abdomen bajo, tomando unos segundos para apreciar la calidez del ser que se desarrolla en su vientre.

Pero la voz de Clarice saludando a las mascotas le hace retomar el ritmo de la mañana. No se arrepiente de nada.


Uno no decide de quién se enamora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora