Capítulo 6: Gibosa Menguante

Comenzar desde el principio
                                    

Se queda quieto, en silencio.

-Sara Sánchez.- Su voz, logra que se me congele el alma, al mismo tiempo que mi corazón se cierra en un puño y lo único que grita mi cabeza es que salga corriendo, las piernas no me responden.

-Creíste que venir a este pueblo te libraría de mí, ¿no es cierto?-Levanta el rostro, es él.

-Yo... no puede ser...yo te...-Retrocedo algunos pasos.

-Sí, me mataste.- Va avanzando en mi dirección, con un caminar torpe y lento.- Triplicaste mi medicación en la comida, creyeron que me suicidé yo mismo con una sobredosis, claro, nadie sabía de tu existencia, qué inteligente fuiste, Sara.

-Tú te lo buscaste.- Gruño, sin dejar de caminar hacia atrás, él sigue acercándose.

-¿Yo? – Se señala a sí mismo, está muy pálido, el olor que desprende es putrefacto.- Lo único que hice fue contratarte como señorita de compañía para que pudieras pagar el tratamiento de tu moribunda madre, aceptaste, y luego los médicos dijeron que no había remedio, entonces...

-Entonces nunca me pagaste, me grabaste en vídeo y me chantajeaste con subirlo a las redes de internet si no seguía acostándome contigo.

Me detengo, encarándole de frente, le odio tanto.

-¿Qué? ¿Vas a matarme otra vez? Déjame decirte que no puedes, ya estoy muerto.- Comienza a reírse de forma grotesca.

-Escuché la conversación telefónica que tuviste con el médico privado que nos atendía, nos hizo creer que había esperanza cuando no era así, porque tú le pagaste para que lo hiciera, ¿se puede ser más cabrón?

-Qué lindo discurso Sara, una lástima que ya nada de eso sea útil, tanto tu madre como tú, iréis al infierno.

-¿Ah sí? ¿Y quién va a decidir eso? ¿Tú?

-Moloch, el mismo que me ha reencarnado, el que me traerá de vuelta una y otra vez para que te lleve a él.

Tengo miedo, mucho, pero debo ser fuerte.

-Ya te maté una vez, y lo volveré a hacer todas las veces que haga falta.

Su risa resuena con fuerza, metiendo su mano bajo el grueso abrigo, sacando de este un hacha vieja, pero un hacha al fin y al cabo.

-¡Ven aquí pequeña puta!

Salgo corriendo, grito y pido ayuda, nadie acude a mí, parece como si el pueblo estuviese totalmente desierto.

No puedo ir a casa, no pienso poner en peligro a mamá.

Sigo tratando de escapar, me persigue a un paso más lento, pero sin llegar a cansarse o detenerse.

Tengo que buscar la forma de acabar con él.

Eso o... ¿rezar?

Me escondo detrás de una gran fuente, sacando el crucifijo para agarrarlo con fuerza. Mi mente está tan saturada que no es capaz de recordar ninguna maldita oración.

-Mierda.- Maldigo en voz alta.

Decido ir directamente a buscar a los hermanos Delacroix, trato de tomar el camino más rápido para llegar a la iglesia, no obstante, salgo una y otra vez a la misma fuente, es como si las calles estuviesen cambiando de sentido.

¡Esto es de locos!

Observo al frente, parece haber una granja, se oyen animales en su interior, si no hay nadie que pueda ayudarme, al menos habrá algo con lo que defenderme.

-¡Pequeña puta! ¡¿Dónde estás?!

Odio que me llame así.

Me levanto tras salir de mi escondite por tercera vez, acercándome a la granja.

ÁNGEL CAÍDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora