—La humana tampoco es de ayuda —agregó el hechicero volviendo su vista a los magos que se acercaban listos para la pelea y que no esperaron mucho para atacarlos sin más—. ¡Dispérsense!

Eleck y Niesse se lanzaron hacia uno de los lados para evitar ser golpeados por las llamaradas de los Antaa Potkut, Alistair y Rayna quedaron en otro extremo mientras que Silvano y Equusuu hicieron frente a otro grupo para poder darles tiempo a los demás de ver qué harían para salir ilesos; Ónice llegó a duras penas hasta su amo que lo acunó con fuerza sintiéndolo temblar asustado, el chico había tomado su forma animal mientras se quejaba bajito debido a la herida en su pata trasera —las cuales se produjeron cuando Equusuu los interceptó enviándolos por los aires para separarlos—. El Valaisin relamió sus labios pensando qué debería hacer, cuál era la mejor de las opciones en ese caso y no dudó en su decisión por lo que se puso de pie entregándole el ManeKatt a su compañera.

—Sostenlo, cuida de él y en cuanto tengas una oportunidad pónganse a resguardo —el peliblanco se preparó.

—¿Qué es lo que vas a hacer? No puedes pelear si no ves, Eleck, no hagas una locura —espetó Niesse preocupada tomándolo por la muñeca, evitando que pusiera distancia entre ellos.

—No doy la espalda cuando el mal ataca —murmuró levantando la frente en alto, tal vez no viera, pero su magia ayudaría en algo. Sus tatuajes se encendieron como cada vez que usaba sus poderes, susurró—. Spejl Usynling... —varias copias de él mismo se extendieron por el lugar logrando confundir a varios magos, Eleck tenía un especial talento a la hora de multiplicarse a sí mismo siendo sus copias casi tan reales como él—, Confundan al enemigo, ayuden a los demás.

—Veo que Gya es realmente malévola —susurró Niesse apretujando a Ónice contra su cuerpo.

—¿Quiénes son los que comen almas después de todo? —Eleck respondió.

—Demonios —sentenció la muchacha apretando los labios segura de que ese era el hecho con la mujer.

El mago de luz extendió sus manos hacia adelante mientras su magia se dispersaba por todo el lugar brindando escudo a Niesse que cargaba a l híbrido buscando ponerlo a resguardo sino que también dando a sus marionetas la fuerza para que lograran enfrentar a los demás Antaa Potkut; por su parte, Alistair creaba remolinos alrededor de los magos de fuego evitando que tuvieran el oxígeno suficiente para poder crear sus llamas y se movía con velocidad por el campo golpeando a sus oponentes. Silvano movía sus manos como si de una danza se tratara al mismo tiempo que las lianas emergían de entre el suelo trisándolo con facilidad para enredar a sus oponentes, Equusuu se unió a la pelea utilizando a su Ave Fénix como una extensión de su cuerpo que iba y venía por el campo atacando fieramente a los Pimeys.

—¡Silvano! —Rayna alertó desde uno de los extremos al estar luchando cuerpo a cuerpo y ver a su mayor estar a punto de ser golpeado por la espalda.

—Mierda —susurró el mago de la naturaleza al ver a su agresor sobre sí pero rápidamente fue protegido por el hechicero que golpeó con esferas luminosas al sujeto.

—Deberías estar más atento a tu alrededor, no solo en el elemento que manejas —aconsejó Equusuu.

—Creí que no estabas de nuestro lado —elevó una ceja.

—Salvarte no va a condenarme —sonrió levemente para volver a la pelea.

Gya veía todo ya aburrida de todo ese espectáculo pero esperando el momento oportuno para su accionar, sus ojos lo escaneaban todo sin más, cada detalle, cada hueco, cada uno de sus enemigos era visto por ella para notar sus debilidades, fortalezas, todo; el hechicero no podía herirla por pertenecer a la guardia de Merlín —lo cual para ellos era un delito atroz usar magia para quitar la vida—, Silvano se encontraba ocupado siendo el respaldo de Equusuu, Rayna y Alistair hacían lo suyo para amedrentar a los que quedaban de pie, la humana molesto protegía al híbrido herido... Eso solo dejaba a su presa sola... Eleck estaba en el medio del gran salón siendo quien auxiliara a todos mediante sus conexiones con el mundo espiritual debido a su poder, pero nadie lo cuidaba, era el momento perfecto.

El blanco de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora