—Sí —respondió Ketzaly, clavando su mirada en la de su madre, conteniendo una punzada de dolor—. Nunca voy a olvidar esa mirada.

—¡Qué romántico! —Joshua la abrazó efusivamente, dando unos saltitos que solo él compartía—. La diferencia es que él los tiene verdes, pero me encanta la combinación. Ya tengo ideas para tu maquillaje en la boda civil: vamos a hacer que el color miel destaque, porque es lo que comparten.

—¿También maquillarás al novio? —preguntó Elena.

—¡Por supuesto! Cuando lo conocí, creí que sería otro machito, pero es todo un amor. Además, con ese caballero sí se puede trabajar. Primero, le recomendé mascarillas y, aunque pensé que se negaría, aceptó encantado, incluso me pidió que le aplicara el tratamiento yo mismo.

—¿Y no se verá...? —Elena dudó, buscando la palabra.

—¿Afeminado? ¡Para nada! De hecho, me encanto ese chico porque, aunque apenas tiene veintidós años, su rostro ya es muy masculino. Solo resaltaré sus facciones y esos ojazos verdes. Por cierto, ¿cuándo será la boda religiosa?

—Aún no sabemos —respondió Elena—, pero suponemos que en menos de un mes.

—Perfecto. Su cabello ya está largo y le sugerí que lo deje crecer más para darle un toque diferente. Claro, eso depende de lo que prefiera su novia, ¿a ti cómo te gusta más, Ketzaly? ¿Cabello largo o corto?

"Su novia." La verdad, su aspecto le daba igual, pero si en eso le podían dar gusto y mínimo salir mirándolo con menos odio en las fotos, quería intentar.

—Largo —respondió en voz baja.

—¡Perfecto! Lo dejare más guapo de lo que ya es. Ahora, veamos tu cabello —dijo Joshua, examinando la melena castaña de Ketzaly—. Tienes mucho cabello, me encanta que lo lleves largo.

—Nunca lo dejo rebasar los hombros —aclaró ella.

—No te lo cortes, por favor. Necesito opciones para el peinado —pidió Joshua con entusiasmo.

Ketzaly asintió, aunque seguía sintiendo un vacío en el estómago. Volvió a mirarse en el espejo, insatisfecha. La camisa blanca, aunque suelta, la hacía sentir expuesta. Sospechaba que Maritza al saber lo que paso, la había elegido como una muestra de apoyo, pero eso solo empeoraba su malestar.

—¿Es necesario que use esto, Maritza?

—No, cielo, podemos cambiarlo. También te hice un suéter ligero pero cálido, por si refresca en la noche.

—¿Podrías hacer unos pantalones negros? De mezclilla también, pero con una camisa que sea blanca arriba y que se degrade en negro hacia abajo.

Elena levantó la vista, comprendiendo rápidamente la intención de Ketzaly.

—¿Por qué esos colores, Ketzaly?

Ella no respondió; solo miró a Maritza en busca de su aprobación.

—Sí, cariño, tengo telas así.

—¿Podrías tenerlo listo para las seis?

—Claro, me pondré a trabajar en eso enseguida. Vamos, Joshua.

Maritza salió del vestidor llevándose a Joshua de la mano. Elena, molesta, miró a Ketzaly, quien le devolvió la misma mirada.

—Será mejor que salgas. Si papá ve por las cámaras que estamos aquí demasiado tiempo, habrá interrogatorio —dijo Ketzaly con frialdad.

Elena se cruzó de brazos, dio media vuelta y se fue.

Apenas se quedó sola, Ketzaly se quitó la ropa que llevaba y se dirigió rápidamente al baño con una carta arrugada en la mano. La rompió en pedazos y los lanzó al inodoro, tirando de la cadena hasta asegurarse de que no quedaba rastro de ella. Se puso una de las pijamas que solía dejar allí y, apagando todas las luces, caminó hacia el ventanal. El sol apenas se asomaba, así que soltó las cortinas para suavizar la luz. Ahora al menos tenía esperanza, pero había cosas que no se podían detener de momento. De vuelta en la cama, se arropó hasta el cuello, deseando con todo su ser que pronto, muy pronto, pudiera despertar de esta pesadilla.

PenitenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora