—Te creo —dijo finalmente la menor, dándole un pequeño beso en la mejilla

Los cuerpos de Canny y Asa aún estaban unidos por el abrazo, el calor compartido haciendo olvidar las tensiones que habían reinado en los últimos días. Canny, con la cabeza apoyada en el hombro de Asa, suspiró profundamente, su mente finalmente en paz.

—Mañana hablaremos con las chicas —murmuró de repente, su voz baja pero segura—. Quiero dejar claro que nos vamos a dar una oportunidad. Que no haya más malentendidos, ni peleas.

Asa levantó la cabeza, sorprendida por la determinación en las palabras de Canny. Por un momento, sus ojos brillaron con una mezcla de emoción y alivio. Sabía que Ahyeon seguía siendo una sombra entre ellas, pero ahora, por fin, todo parecía claro.

—¿De verdad lo harás? —preguntó con una sonrisa que no pudo contener, su corazón latiendo con fuerza.

Canny asintió, alzando la mirada para cruzarla con la de Asa.

—Sí. Es lo mejor. No quiero que Ahyeon se haga más ilusiones, y tampoco quiero que tú te sientas insegura. Vamos a estar bien, Ojitos, lo prometo.

Esas palabras encendieron algo en Asa, un estallido de alegría que no podía ocultar. Con una sonrisa más amplia, tiró suavemente de su chica y la besó. Fue un beso que, al principio, llevaba la ternura de sus primeros encuentros, pero poco a poco, sus labios empezaron a moverse con más intensidad. El roce entre ellas se volvió más profundo, más apasionado.

Canny, sintiendo cómo la emoción crecía en su pecho, rodeó la cintura de Asa con firmeza, apretándola con más fuerza. Ese gesto sacó un pequeño gemido involuntario de Asa, quien al sentirlo, se ruborizó de inmediato. El sonido de su propio deseo la sorprendió, y de pronto, ambas se separaron, sus respiraciones entrecortadas y sus corazones desbocados.

—Lo siento... —murmuró Asa, riendo suavemente mientras intentaba recobrar la compostura.

Canny la observó, un ligero rubor en sus mejillas, y sonrió con complicidad.

—No te disculpes... —susurró, bajando un poco la mirada, como si tratara de ocultar su propia timidez—. Solo fue... intenso.

Ambas se quedaron en silencio por un momento, procesando lo que acababa de suceder, pero sin sentirse incómodas. Había algo natural en todo eso, aunque ambas supieran que estaban navegando en un terreno nuevo.

—¿Dormimos juntas esta noche? —preguntó Asa, rompiendo el silencio y suavizando el ambiente con una sonrisa.

Canny, aún un poco ruborizada, asintió sin dudar.

—Por supuesto —respondió con una pequeña sonrisa, acomodándose mejor junto a Asa—. Ya que insistes.

Asa dejó escapar una pequeña risa, su mano acariciando suavemente la mejilla de Canny antes de besarla una vez más, esta vez de manera mucho más tranquila y suave, sellando un acuerdo tácito. Se abrazaron de nuevo y se dejaron caer sobre la cama, cómodamente entrelazadas bajo las sábanas.

—Gracias, Ojitos —susurró Canny antes de cerrar los ojos.

Asa sonrió, acariciando el cabello de la más joven.

—No, gracias a ti, amor. Mañana será diferente, te lo prometo.

Asa rió suavemente y dejó un último beso en la frente de su amor antes de que ambas cayeran en un sueño profundo, con la promesa de un mañana menos complicado.

Al otro día.

El primer rayo de sol entraba tímidamente por la ventana, pero no era la luz lo que despertó a Canny. Asa, quien estaba a su lado, había comenzado a moverse suavemente en la cama, lo que provocó que ambas fueran recuperando la consciencia poco a poco. El silencio de la mañana se llenaba de una extraña electricidad entre las dos, sus cuerpos aún cálidos del sueño y de la cercanía.

Te Quiero a Ti (GiP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora