Capítulo XXVIII: Metamorfosis

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Podía escuchar las súplicas de la zeta a sus espaldas, cosas que lo frustró —Minho debes de calmarte, no puedes ir por el hospital apestando a rabia, ¡enfermarás más a los pacientes!

—¿Y quién me lo impide? ¿Tú? No me hagas reír

La alfa intentó tomarlo del brazo en cuanto bajó su paso para poder reprenderla, pero Minho fue más rápido doblando en un pasillo, podía sentir como aquel artefacto de la intravenosa continuaba aferrado a su brazo, así que tomó la aguja, arrancándola de su piel. Aspiró con fuerza ante la incomodidad que aquello le provocó y el acto fue lo que necesito para poder ubicar aquellas feromonas que tanto anhelaba volver a percibir.

Su lobo alzó las orejas con interés, Christopher estaba cerca, o al menos podía confirmar que estaban en el mismo edificio. Ahí fue donde consiguió volver a escuchar a su hermana, por lo que se echó a correr lejos de la mujer a sabiendas de que podía llegar a llamar la atención aún más.

Claro, como si de por sí no llamará ya la atención corriendo como un maniático en bata dentro de un hospital siendo un dispensador de feromonas enigma, de un enigma enojado para terminar de cerrar.

Las enfermeras se veían limitadas a solo observarlo pasar, puesto que en su mayoría se trataban de betas y omegas, quienes retenidas por su instinto eran incapaces de acercarse y detener al alterado enigma. Mientras Minho no se topará de frente con los miembros de seguridad no se detendría y aquellos pobres alfas no se apresuraban a llegar debido al temor que un enigma enojado les provocaba.

El aroma a geranios pronto lo adentro en un pasillo diferente, Minho dobló a la izquierda sintiendo como su hermana casi rozaba sus talones y con ello, se encontró rodeado por cuatro puertas, por lo que volvió a aspirar las feromonas del ambiente y con ello fue suficiente para qué encontrará la habitación correcta.

—¡Minho no!

Empujo la puerta y entró.

El alma cayó a sus pies en un segundo, su mirada conectó con la imagen desolada en la cama y fue el gatillante de sus lágrimas, se sentía congelado en la entrada de aquella habitación, sintiendo una fea sensación en su estómago. Ese no podía ser su Christopher... ¿Verdad?

Avanzó un par de pasos en silencio, con el nudo en su garganta creciendo y las lágrimas ahogando sus pensamientos, no sabía cómo sentirse exactamente ante la imagen que lo aguardaba sobre aquella cama. Sus pies se detuvieron delante de la camilla, con sus dedos hormigueando por tocar aquella pálida piel y besar esos labios resecos.

No podía y no debía ser cierto.

Minho se acercó de a poco hasta que pudo sentir la fría piel bajo su tacto, Christopher yacía ahí en aquella camilla, conectado a una máquina que mantenía el ritmo de su respiración, podía reconocer las marcas en su piel, como los moretones estaban sanando, pero las cicatrices de los cortes continuaban ahí; tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no quitar la sábana que cubría el vientre del menor, queriendo averiguar cómo se encontraba la puñalada que estalló todo.

Su corazón continuaba latiendo para su calma, el monitor detrás de ellos que llenaba la habitación con aquel cliché pitido le indicaba que su delta seguía vivo, pero que no abriera sus ojos a pesar de sentirlo cerca lo alarmaba. Estaba tan inmerso en la imagen delante de él, con el cuerpo de Christopher arropado, conectado y tan relajado, sumido en un peligroso sueño que en el momento que a su nariz llegó un aroma extraño gruño con toda la fuerza de su pecho, sin detenerse a reconocer aquella fragancia.

—Minho, soy yo

—Lo sé, ¿qué haces acá Song? Era tu esposa quien estaba molestando—Murmuró con voz ronca, sin despegar su mirada del menor, tomando la mano del delta entre las suyas. Sus articulaciones facilitaron el agarre, pero Minho no recibió de regreso el apretón que tanto ansiaba.

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⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

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Limbo || minchanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora