Pedro Pablo lo miró sorprendido, pues no esperaba aquella disculpa de parte de Mateo; se habría conformado con que el chico lo dejara tranquilo, pero una disculpa parecía apropiada y, después de todo, Mateo tampoco había sido tan agresivo con él.

-Disculpas aceptadas- respondió Pedro Pablo con una sonrisa- pero de todas formas no puedo aceptar estas flores, Mateo- añadió.

Mateo frunció el ceño ante su respuesta -¿Por qué no, tan inseguro es tu novio?- preguntó molesto.

-No es cuestión de inseguridad, sino de respeto, Mateo; a mi no me gustaría que Bosco anduviera por ahí aceptando flores de nadie más, así que yo tampoco pienso hacer cosas que puedan malinterpretarse- exclamó Pedro Pablo, sintiendo como la disculpa de Mateo se evaporaba a cada gesto que el chico hacía mientras le hablaba.

-Claro, pero cuando se trató de mi, no te importaron mucho los malentendidos, ¿verdad?- cuestionó mordazmente- A mi si me ilusionaste aceptando una cita conmigo para después hacerte novio del riquillo ese sin pensar en mis sentimientos-

Pedro Pablo suspiró cansado; parecía que Mateo siempre volvería a decir lo mismo y lo mismo -Mateo, ya hemos hablado de esto, pero te lo diré una vez más, y será la última: yo te dije claramente que no era una cita, de hecho, tú mismo me lo dijiste y esa fue la razón por la que acepté salir contigo; que tú luego hayas salido con que siempre si era una cita y te hayas hecho telarañas en la cabeza tú solo, ya no es problema mío- expresó Pedro Pablo con firmeza, sin ceder ni un poco al chantaje sin sentido de Mateo.

-¡Lo dije porque, de otra forma, jamás habrías aceptado que era una cita!- gritó Mateo, tirando el ramo al suelo con brusquedad- Pedro Pablo, tú no tienes nada que hacer con alguien como ese... catrín con el que andas; tú y yo pertenecemos al mismo mundo, conocemos a las mismas personas, ¿crees que él te va a presentar con su familia, con sus amigos?- cuestionó- ¡Claro que no! Solamente está jugando contigo y tú eres lo suficientemente tonto como para creerle, o, tal vez, lo suficientemente interesado como para que no te importe ser su secreto- le gritó Mateo, mientras lo sujetaba por los hombros con brusquedad.

Pedro Pablo se zafó de su agarre con facilidad, apartándolo de un empujón para alejarlo de él.

-No tienes ni idea de cómo es Bosco, ni del amor que todos los días me demuestra- afirmó Pedro Pablo con seguridad- te podría explicar todo lo que Bosco hace por mí y el porqué estoy tan seguro de su amor, pero yo no tengo porque justificar mis decisiones ni contigo ni con nadie más, así que lárgate de aquí y no vuelvas nunca- exclamó Pedro Pablo con furia, sus palabras tan afiladas como cuchillos.

-¿Es una amenaza, Pepa?- preguntó Mateo desafiante.

-Lo es- la voz de Salomón se escuchó detrás de Pedro Pablo, pues su hermano había salido de la casa al escuchar el alboroto- no te quiero volver a ver por aquí, morrillo, no eres bien recibido en mi casa- Salomon observaba a Mateo con desprecio, sintiendo la necesidad de proteger a su hermano de aquel chico que no parecía aceptar un no por respuesta.

Mateo vio a Salomón por unos segundos, debatiéndose entre hacerle caso, o iniciar una pelea con él; la pose amenazante de Salomón debió haber ganado, pues el chico se fue, no sin antes darle una mirada llena de desprecio a Pedro Pablo.

-Esto no se va a quedar así- murmuró mientras se alejaba de ellos.

-¿Qué dijiste?- gritó Salomón.

-Ya, Salo, déjalo; no vale la pena- murmuró Pedro Pablo mientras detenía a Salomón, quien parecía dispuesto a ir detrás de Mateo para golpearlo.

-¿Desde cuándo te está molestando, Pepa?- preguntó Salomon molesto.

Aprender a quererte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora