Con ella en brazos salgo de la habitación. El acostumbrado silencio que suele rodear la casa a esa hora, es roto esta mañana, por varias voces masculinas. En tono alto, exaltados y en ruso, me quedo en mitad del pasillo sin saber qué hacer. Jackie se aferra a mi cuello y me observa expectante.

—¿Están discutiendo? —le pregunto a una asustadiza Jackie que se limita a ver las escaleras con temor.

De ser así ¿Por dónde carajos saldré? Patrick es el tipo más cumplido que conozco. En diez minutos estará frente a la casa y me ha advertido que no lo haga ingresar. No dio los motivos y tampoco los necesité, su padre siempre lo señaló como alguien temperamental y orgulloso.

Patrick se sentía incómodo por estar recibiendo ayuda de un extraño al que sabía que no le debía nada.

—¿Llamamos a papá? —la voz de mi hija me hace verla y sonreír.

Su padre es su héroe, la persona capaz de sacarla de cualquier situación. Un título que se ganó durante los meses que estuvimos en Nuevo México, que espero conserve siempre.

Sin importar lo que el destino nos depare.

Una voz sobresale en medio de las demás, la más exaltada de todas, las risas que le siguen a su última intervención vienen acompañados de palmas, silbidos y gritos de júbilo. Vale, no sé si es júbilo, pero deseo creer que lo es, cuando retomo la caminata.

En color marfil, negro y dorado, repletos de cristales y varias botellas. La gran mayoría vodka, el bar de la casa se muestra orgulloso. Una isla lo divide de una sala de estar privada, que en estos momentos la ocupan tres hombres.

Detrás de la barra, con una taza de café enorme, el señor Nikolái les dice algo a los invitados en ruso, alza la bebida en el aire y sonríe. Gesto que imitan los tres hombres sentados ante él, cada uno de ellos con un vaso de cristal y un líquido diferente en sus manos. La variedad de la bebida, viene a la par de sus facciones.

Dos rubios, uno de ellos el anfitrión y dos pelinegros, de los que se destaca uno de rasgos asiáticos y muchos tatuajes en su piel. Descubro entre otras cosas que el más exaltado es el rubio, lo que sea narra es lo que ocasiona la risa en sus compañeros. El primero en notar nuestra presencia es el señor Nikolái.

—Buenos días.

El saludo hace a sus compañeros girar en nuestra dirección. Somos observados de manera descarada y sin recato por tres pares de ojos que no disimulan la sorpresa por vernos allí.

—Les presento a la señora Gisella Giles, esposa de Jake Giles—anuncia alzando la taza hacia nosotros. —señora Giles, tengo el honor de presentarle a mis hermanos. —señala a los tres hombres.

—Un placer.

Mi voz sale más temblorosa de lo que desearía, producto de las inquietantes miradas que recibo o del extraño ambiente oscuro que rodean a los personajes. El primero en romper el tenso ambiente es el asiático. Con movimientos lentos al mejor estilo de un depredador y tras dejar el vaso en la isla, avanza hacia las dos y estira sus manos.

—El placer es nuestro. Akim Borch y es un honor conocerla. —en sus labios se asoma una sonrisa, que logra derribar el miedo en Jackie.

—Ella es Jackie —le digo señalando a mi bebé.

—Xia no hace más que hablar de ti.

El padre de Xia y del chico de rostro alegre en las instantáneas de la cabaña de Sergio Wells. Mi hija sonríe y acaba escondiendo su rostro en mi cuello, ante la mirada del tal Akim.

—Ana Irina hace exactamente lo mismo —busco al dueño de esa voz y choco con el rubio que estaba exaltado —Noah Tarasov, es un gusto tenerla en esta casa.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora