Llegue luego de un largo viaje a Tierra Del Fuego, el clima era un poco más frio que en la Patagonia y eso en cierta forma me hizo sentirme más tranquilo en cuanto a la temperatura de mi cuerpo.
Me recosté contra el suave banco de nieve, dejando que el polvo seco se transformara bajo mi peso. Mi piel se había enfriado para igualar el aire a mi alrededor y los pequeños trozos de hielo se sentían como terciopelo debajo de mi piel.El cielo sobre mí era claro, brillante con estrellas, azul brillante en algunos lugares, amarillo en otros. Las estrellas crearon formas majestuosas arremolinándose contra el fondo negro de la noche, una vista increíble.
Exquisitamente hermosa. O más bien, debería haber sido exquisita. Hubiera sido, si hubiera podido verlo realmente.
No estaba mejorando. Habían pasado doce días, doce días me había escondido acá en el frio del final del mundo; pero no estaba más cerca de la libertad de lo que había estado desde el primer momento en que capte su aroma.Cuando miraba al cielo adornado, era como si hubiera una obstrucción entre mis ojos y su belleza. La obstrucción era una cara, solo una cara humana relevante, la de Lía.
Suspire, resignado. Nada me hacía mejorar.
Agudice el oído y al prestar atención note unos pasos sobre la nieve, apenas perceptibles, como una pluma dirigiéndose hacia mí.
Conocía perfectamente esos pasos, eran de Diana, una vampiresa que vino de Gales hace un siglo en conjunto con sus dos hermanos, unos gemelos y dos españoles, que eran pareja. Solo por una persona de más, ellos nos superaban en número.Ella jugo sus cartas conmigo hace décadas en un intento de ver si yo le correspondería a su intenso amor físico, sin embargo, no estuve interesado, lo mío era buscar una conexión profunda con la persona indicada… cuando apareciera por su cuenta. Aunque hacía tiempo que no veía a los Windsor por estos lugares… por lo que yo sabía gracias a Liosha era que se habían mudado a la tundra de Alaska.
Deteniendo mi pensar por un segundo, escuche que hablo cuando se posiciono a mi lado.
—Ethan, me sorprende encontrarte acá. ¿Estas huyendo otra vez?
—Buenas noches para ti también, Di. Y no, no estoy huyendo, solo considero si tome la opción correcta por mi familia.
—¿Se trata de Liosha? ¿Te reclamo de nuevo por tu momento de rebeldía? Por qué si fue por ello, déjame decirte que el como compañero y mentor tuyo no debería prohibir uno de los más grandes placeres de la vida, por lo menos para un vampiro.
—No. No se trata de mi padre en realidad, sino de una humana. Sabes que pertenecer al clan Morgan hay una serie de pautas y acuerdos que decidimos seguir… como nuestra forma alimenticia de consumir animales. —suspire resignado, manteniendo una pausa para calmar mis nervios. —El hecho acá es que no consumo humanos, mi época de rebeldía neófita en donde fui juez, jurado y verdugo ya paso. No puedo decir que me arrepiento, porque no lo hago, no soy menos monstruo que los monstruos que mate hace cincuenta años atrás. Estoy huyendo porque justamente nació una humana de lo más deliciosa para mí y encima como si fuera una broma pesada de Dios, me vengo a enamorar de ella. Es… complicado de asimilar para mí, Diana. No quiero herirte con esta confesión que estoy haciendo o lo que quisiera decir en realidad, lo siento.
—Ethan, dejaste en claro hace mucho lo que sentías hacia mí. Sé que estas intentando ser caballeroso.
Levante una ceja y suspire ante el tono de derrota de ella, sabía que no podría hacer mucho.—Mira, eres mil veces más bella que las estrellas, Diana. Por supuesto, ya eres muy consciente de eso. No dejes que mi pesimismo y terquedad natural socave tu confianza. —sonreí ante la improbabilidad de eso.
—Gracias por esas palabras, si te soy sincera no estoy acostumbrada al rechazo, a tu rechazo. —-se quejó, su labio inferior empujando hacia un atractivo puchero.
—Ciertamente no. —-estuve de acuerdo, tratando con poco éxito de bloquear sus pensamientos, mientras ella tamizaba fugazmente los recuerdos de sus miles de conquistas exitosas. En su mayoría, Diana prefería a los hombres humanos: eran mucho más poblados por una cosa, con la ventaja adicional de ser suaves y cálidos. Y siempre ansiosos por lo carnal, definitivamente.
—Jajaja… Súcubo. —-bromee, con la esperanza de interrumpir las imágenes que parpadeaban en mi cabeza.
—La original, Padre Ethan. —-contesto sonriendo, mostrando sus colmillos.
A diferencia de Liosha, Diana y sus hermanos habían descubierto sus conciencias vampíricas lentamente. Al final, fue su afición por los hombres humanos (y mujeres, en caso de los gemelos) lo que los volvió en contra de la matanza. Ahora la gente que amaban… vivían.
—Cuando apareciste aquí de la nada —-dijo lentamente-— Pensé que tu…
Sabía lo que ella estaba pensando. Y debería haber adivinado que no se rendiría conmigo. Pero no estaba en mi mejor estado para un pensamiento analítico en este momento.
—Pensaste que había cambiado de opinión.
—Si —-frunció el ceño.
—Me siento horrible por jugar con tus expectativas, Diana. No quise hacerlo, no estaba pensando en cuando vine a este lugar, es solo que me fui… con un poco de prisa.
—Supongo que no me dirás lo que paso con la humana para hacerte huir.
—Prefiero no hablar de eso. Por favor, perdona mi reserva.Mantuvo silencio, especulando de nuevo. La ignore, intentando en vano de apreciar las estrellas.
Se rindió después de un momento de silencio y sus pensamientos siguieron una nueva dirección.<< ¿A dónde iras, Ethan, si te vas? ¿De vuelta con Liosha?>>
—No lo creo…—-susurre.
¿A dónde iría? No podía pensar en un lugar en todo el planeta que tuviera algún interés para mí.
No había nada que quisiera ver o hacer. Porque no importa a donde vaya, no iría a ningún lado, solo estaría huyendo.
Odiaba eso. ¿Cuándo me había vuelto tan cobarde?Diana lanzo su brazo delgado sobre mis hombros. Me puse rígido, pero no me estremecí por su toque. Lo hacía más que nada como un consuelo amistoso. Principalmente.
—Creo que volverás. —dijo, su voz adquirió solo un indicio de su acento gales perdido hace mucho tiempo—-. No importa como sea esa humana… o quien sea… eso te persigue.
Lo enfrentaras de frente. Eres de ese tipo.Sus pensamientos eran tan ciertos como sus palabras. Trate de abrazar la visión de mí mismo que ella vio. El que enfrentaba las cosas de frente. Fue agradable pensar en mi de esa manera otra vez. Nunca había dudado de mi coraje, mi capacidad para enfrentar dificultades, antes de ese asfixiante encuentro en la biblioteca de la iglesia con Bianchi hace tan poco tiempo.
Bese su mejilla, retrocediendo rápidamente cuando giro su rostro hacia el mío. Ella sonrió con tristeza ante mi rapidez.
—Gracias. Necesitaba escuchar eso.
Sus pensamientos se volvieron petulantes.—De nada, supongo. Desearía que fueras más razonable ante ciertas cosas de las que ya eres conocedor.
—Lo siento, de verdad Diana. Sabes que eres demasiado — buena para mí. Simplemente… todavía no he encontrado lo que estoy buscando.
—Bueno, si te vas antes de que te vuelva a ver… Adiós, Ethan.
—Adiós Diana. —cuando dije las palabras, pude verlo. Podía verme yéndome. Ser lo suficientemente fuerte como para volver al único lugar donde quería estar—. Una vez más, gracias.
Se puso de pie con un movimiento ágil y luego estaba corriendo, atravesando la nieve tan rápido que sus pies no tenían tiempo de hundirse. No dejo huellas detrás de ella y no miro hacia atrás. Mi rechazo la molesto más que antes, incluso en sus pensamientos. Ella no querría volver a verme antes de que me fuera.Hice una mueca de disgusto. No me gustaba lastimarla, aunque sus sentimientos no eran profundos, apenas puros, y, en cualquier caso, no era algo a lo que pudiera regresar. Todavía me hacía sentir menos que un caballero.
Con un profundo suspiro, me rendí y me puse de pie, contento ante el hecho de que mi regreso haría feliz a la familia. Si corriera, llegaría al auto de mi padre en menos de una hora.En un apuro por ver a mi familia y deseando ser el Ethan que enfrentaba las cosas de frente, corrí por el campo de nieve iluminado por las estrellas, sin dejar huellas.
Contando la distancia que me separaba de Lía Bianchi.
ESTÁS LEYENDO
[Propósito Santo]
Vampire"Que Dios los bendiga ahora, porque los estoy arrastrando al infierno conmigo". Los intrusos estaban sorprendidos. ¿Un cura diciendo aquello? Había algo extraño allí. Y no estaban equivocados ante ese pensamiento que el peli cobrizo pudo leer mient...