14 Planes de emergencia

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—Que tengas bonito viaje, mami —me desea Nico con sus bracitos en mi cuello.

—Diviértete mucho, mamá —Leo me abraza, pero puedo ver sus ojitos un poco apagaditos. Sé que se le pasará pronto. Una vez que llega su abuelo, el mundo a su alrededor desaparece.

—Los voy a extrañar, corazones —los abrazo y les doy muchos besos a cada uno.

Mis padres me abrazan y me dicen que no me preocupe, que disfrute estos días.

—Despreocúpate... nosotros nos encargamos —mi mamá me abraza—. Ya si llega el baboso ese, pues que se vayan con él un rato.

Mi mamá aborrece a Dante y más aún después de que se enteró de su repentino cambio y de los apuros en los que me mete, como este, por ejemplo.

—Corazón, vete con cuidado y no te preocupes. Diviértete... te lo mereces —me abraza y me susurra al oído solo para que lo escuche yo—. Si te quieres quedar más días por allá, no hay problema.

Me guiña un ojo y me da esa sonrisita de "todo está bien".

—Gracias, Pa.

Checo la hora en mi celular y sé que ya tengo que acercarme a la puerta de salida. Me apresuro, no sin antes darle otra tanda de besos a mis hijos.

—Los amo, pórtense bien con los abuelos, ¿va? —les digo, tratando de que mi voz no se quiebre.

—Sí, mami —responden al unísono, con esa sincronización que solo los hermanos tienen.

Agarro mi maleta y camino hacia la entrada del aeropuerto. Volteo una última vez para ver a mi familia despidiéndose con la mano. Siento un nudo en la garganta, pero me obligo a sonreír y a seguir adelante.

Ya dentro, mientras hago fila para documentar mi equipaje, reviso mi celular. Tengo un mensaje de Marce:

>>¿Ya vas en camino, perris? Aquí todo es un caos. Mónica está que se trepa por las paredes y Rafael no deja de preguntar por ti. ¡Apúrate!

Suelto una risita nerviosa. Típico de Marce, haciéndome reír incluso en los momentos más estresantes.

Le respondo rápidamente:

>>Ya estoy en el aeropuerto. Si todo sale bien, llego en unas horas. Deséame suerte.

>>No les digas que ya voy. Quiero que Rafael piense que no llego.
>>Los veo en un rato.

Guardo el celular y avanzo en la fila. Mi mente no deja de dar vueltas. ¿Llegaré a tiempo? ¿Cómo reaccionará Rafael al verme? ¿Habré olvidado algo importante?

Después de 4 horas aterrizo en Mazatlán. Con el corazón latiéndome a mil por hora, salgo disparada hacia la zona de equipaje. Mientras espero mi maleta, reviso mi celular: tengo cinco mensajes de Marce, tres de Juan Carlos y uno de Rafael que me hace un nudo en el estómago. No lo abro. Todavía no.

Agarro mi maleta y me dirijo a la salida. Entre la multitud, distingo la figura alta de Juan Carlos. En cuanto me ve, su cara se ilumina con una sonrisa de alivio.

—¡María! ¡Flaquita, por fin llegas! —exclama, abrazándome con fuerza—. Ya pensaba que te habías arrepentido.

—No Chocolate, cómo crees —respondo, devolviéndole el abrazo—. ¿Cómo está todo?

Juan Carlos toma mi maleta y comenzamos a caminar hacia el estacionamiento. Su expresión se torna seria.

—Está de locos, María. Rafael está como poseído —me dice, bajando la voz como si temiera que alguien nos escuchara—. Hasta quería viajar a Playa del Carmen por ti. Estuve a punto de decirle que ya venías en camino, nada más para que se calmara.

Más Allá del Juego ... Las reglas cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora