—¿Qué pasó luego? Porque los niños crecen.

Ya he dicho suficiente, si vamos a compartir yo también quiero saber sobre ella ¿Quién es la chica de las fotos? ¿Cómo se llama? Aunque Cristine es rubia, claro que no natural, la chica se parece mucho a ella, y si ella tuviera su color natural como el de sus cejas, la joven de la foto sería el calco de Cristine, tanto que no estoy segura de que puede ser su hija o una hermana, no creo que sea tan narcisista de tener fotos suyas de joven.

—¿Quién es la chica de las fotos? —ella deja de escribir y se queda congelada— ¿Tu hija o tu hermana?

Ella aunque tiene unos cuarenta y tantos, no tiene argolla de matrimonio, pero tiene la misma pesadez que tenía mi madre cuando estaba casada con mi padre.

—¿Cuándo fue la última vez que viste a Tyler? —levanta la mirada con una fugaz sonrisa triunfal que borra creyendo que no lo he notado.

—Ya lo sabes —digo algo enojada.

—Sí, muy superficialmente. Quiero que me cuentes bien todo acerca de ese día.

—Fuimos a acampar, él odiaba acampar.

—¿Y que más?

—Piso caca, dos veces mientras bajábamos las cosas para la cabaña.

—¿Cómo sabes que iban a la cabaña?

—No lo sabía, él me lo dijo mientras caminábamos y se limpiaba la mierda de los zapatos.

—¿No había llevado botas?

—¡¿Me estás interrogando?! Sí, llevaba botas o zapatos ¿Cuál es la diferencia? pisó mierda dos veces, que importa lo que llevaba en los pies o si iba descalzo ¡Él no quería acampar, no le gustaba y solo lo hizo porque me gustaba a mí, era lo que compartíamos cuándo éramos chicos!

—Baja la voz y siéntate —me dice calmada y no sé en que momento me había parado.

Me siento mirándola un poco agitada. Aparto la mirada hacía la ventana, el ruido de afuera me distrae para no matar a esta mujer odiosa. Las arrugas al rededor de sus ojos se acaban de acentuar aún más. Estamos en silencio y el único sonido en la habitación son las manecillas del reloj que marcan los segundos. Abrí un campo de batalla que no he sido capaz de ganar, perdí el control y sus movimientos fueron un jaque mate directo.

—¿Me puedo ir?

—Te quedan 20 min de sesión aún.

—No tengo nada más que decir —sigo sin mirarla.

Ella no dice nada, solo anota en su libreta y siento como la lapicera raya la superficie de la hoja y puntúa cuándo hace falta supongo las i, las comas, y los acentos o puntos finales, como el de nuestra conversación.

—Tus preguntas no fueron muy terapéuticas que digamos, Cristine.

—Tus respuestas no soy muy elocuentes que digamos, Alexa, te abstienes bastante en las sesiones ¿Quieres seguir viniendo tres meses más?

—No.

—Entonces coopera y recuerda que estamos aquí para hablar sobre ti, no sobre las personas que aparecen en las fotos de mi consultorio, yo soy tu terapeuta, no tu amiga, no tu madre y no tu hermano para que me levantes la voz.

—Entonces trata de escucharme como mi terapeuta aún cuándo no quiero hablar o no puedo hacerlo, tienes que saber que hay límites que aún no quiero traspasar, sino quieres que me exalte no me lleves a mi punto crítico.

—Lo sé, disculpa.

—Me tengo que ir, hasta la semana que viene.

—Hasta dentro de dos semanas, tengo que viajar a ver a mi hija —señala una da las fotos— eso es la chica de la foto.

KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora