Liv, Nare y Aruna se encontraban tumbados en la cama de la sirena, cada cual, entreteniéndose con sus propios asuntos, hablando entre ellos a los pocos minutos.
La bruja estaba a los pies de la cala, ojeando el libro de hechizos que compró el día anterior. Era un tomo nuevo, aunque los conjuros escritos en sus páginas eran bastante sencillos a pesar de promocionarse como de alto nivel. Nare tenía la espalda apoyada contra el cabecero y encogida de piernas, se divertía viendo vídeos de adorables criaturas mágicas. Aruna, bocarriba, se peinaba el cabello una y otra vez, realizándose mil y un peinados distintos.
—¿Sabéis a qué me recuerda esto? —dijo Nare apagando el teléfono y dejándolo en el estómago. Sus amigos la miraron, expectantes—. A cuando todos nos íbamos al primer piso de alquiler de Liv.
—¡Ah, sí, ese zulo que solo tenía una habitación! —rio la rubia cerrando el grimorio de un golpe seco—. El casero me subía el alquiler a cada mes que pasaba, los muebles se deshacían con solo mirarlos, ¡y había tantas plagas que podría haber conseguido un familiar sin ni siquiera esforzarme!
—Pero pasábamos muy buenos momentos allí —le rebatió la sirena suspirando—. Como cuando Aruna nos dijo que estaba hablando por primera vez con un chico.
—¿Ese que resultó ser una estafa?
—¡Oye, acordamos dejar eso en el cajón de mierda! —gritó Aruna ruborizado—. Pero ahora que lo mencionáis... hay algo que es totalmente distinto a cuando apenas nos independizamos.
—Bueno, fui yo la que se independizó, Nare y tú todavía-
—¡Sexo! —la interrumpió el hechicero dibujando una expresión sensual en el rostro. Las dos amigas intercambiaron miradas confusas—. ¡Entre nosotros! Sí, vale, hubo algún beso por allí y por allá, ¡pero este viaje es la primera vez que damos un paso más! —Aruna se pasó la lengua por los labios, echando la cabeza hacia atrás.
Las chicas asintieron en silencio, cómplices de lo que iba a ocurrir.
Liv empujó a Aruna, forzándolo a tumbarse en la cama mientras ella se acercaba lentamente esbozando una sonrisa seductora. Jugueteó con varios de sus cabellos negros antes de darle un beso fugaz y sentarse sobre su rostro, únicamente el pantalón y las bragas le separaban el coño de la boca de su mejor amigo.
—¿Dónde tienes los condones? —le preguntó, rebuscando entre los calcetines de la mesita de noche—. ¡Ah, ya los he encontrado!
Cerró el cajón de un golpe, lanzando el preservativo todavía envuelto en el plástico sobre el estómago del hechicero. Aruna soltó un gritito, tomándola con fuerza de los muslos cuando Liv le dio un par de toquecitos en la entrepierna, animando a Nare a acercarse.
—Venga, Nare, vamos a enseñarle a este bocazas a comportarse entre señoritas —se rio la bruja. Nare asintió, dedicándole una mirada en la que, a pesar de contener timidez, también mostraba un destello de confianza.
—Adelante, todo sea por el bien del mundo.
La sirena se sentó a horcajadas sobre la entrepierna de Aruna, apoyando las manos en las caderas del hombre y frotándose muy lentamente.
Liv la analizó de arriba a abajo, perdiéndose en su hermosura y la dulzura que su mejor amiga derrochaba. En sus senos redondos y perfectos, grandes y suculentos, en las curvas trazándole el torso, en sus muslos generosos, sus ojos azules y cálidos como el cielo y sus labios carnosos, listos para ser besados. No pudo superar a la tentación. Tomándola de las mejillas, la guio hacia su rostro hasta que ambas se fundieron en un beso dulce y apasionado en el que reían.
Carecía de la voluntad suficiente de deshacer aquel baile de lenguas en el que estaban perfectamente sincronizadas, saboreándose y explorándose mutuamente, incluso si sus pulmones comenzaban a vaciarse.
Las manos se movieron de manera inconsciente, descendiendo de sus mofletes hasta el cuello, acariciando delicadamente los lunares que tomaban las formas de diminutas escamas redondeadas.
—¿Te puedo quitar la ropa? —le preguntó con la voz ahogada.
—De-desde luego.
Se desnudaron la una a la otra, hipnotizadas por las suaves caricias y el roce de los labios, hasta que ninguna tela se interponía entre ellas, ni siquiera de Aruna.
Liv chilló de placer al sentir la lengua cálida de su amigo lamiéndole la entrepierna, besándole el clítoris y dejándole marcas de chupetones en los muslos, tirado de ella más y más para que se sentase todo lo posible sobre él.
—Muy bi-bien, Aruna. Bu-buen ch-chico —jadeó incapaz de contenerse—. Venga, Na-Nare, vam-vamos a divertirnos un poco más.
Con gran maestría, la rubia le puso el condón a Aruna, duro como una piedra sostuvo la polla de la base, dejándola levantada para que la sirena pudiera introducirla a su ritmo.
Nare gimió conforme el pene se iba abriendo paso en su interior muy lentamente, aferrándose al estómago de Aruna en busca de un apoyo firme hasta que, al fin, volvió a estar sentada sobre él y el eco del choque de los cuerpos embriagó el ambiente.
Ninguno de los tres se contuvo.
Nare y Liv volvieron a entrelazarse en un beso entrecortado por jadeos y gemidos cargados de lujuria, envueltas en una danza de lenguas que no se detenía ni un segundo. Un grito de sorpresa le escapó de los labios cuando Nare comenzó a acariciarle el vientre, descendiendo poco a poco hacia su vagina. El cosquilleo de sus dedos le provocó un escalofrío capaz de erizarle el vello de la piel, sobre todo al sentir la lengua de Aruna penetrándola una y otra vez, embriagándose de sus fluidos y soltando suspiros ahogados que a duras penas conseguían escucharse entre el sonido sonoro de las caderas chocando la una contra la otra. Nare lo estaba cabalgando sin miedo, empapada de sudor e impulsada por la lujuria.
La bruja no pensaba quedarse atrás. Volviendo a entregarse a la sirena, sus manos se deslizaron hacia los senos, amasándolos poco a poco, disfrutando de su suavidad. Eran carnosos, blanditos, perfectos para echarse una siesta. Le pellizcó un pezón, sonriendo ante el jadeo de su amiga.
El ambiente no tardó en caldearse. Los besos se intensificaron, las caricias se volvieron más agresivas y las penetraciones y lamidas, profundas. Liv creía que acabaría ascendiendo al quinto paraíso. El placer le nublaba el juicio, el mundo se redujo a ella y a sus amigos, los tres pasando un rato increíble. Oh, si Onyx estuviera presente, habría sido un momento histórico, aunque no negó que, entre el momento de lujuria y descontrol, tuvo una idea brillante para celebrar el final de sus merecidas vacaciones.
Los gritos y los jadeos se entremezclaron, formando una sinfonía de sonidos inapropiados que podrían escucharse a lo largo de todo el departamento. Liv se estremeció, cerrando los ojos para disfrutar de aquel placentero momento en el que se derramaba sobre la boca de Aruna mientras abrazaba a Nare, también presa del clímax.
—Dioses... —susurró Liv, apartándose finalmente del rostro del hechicero. Le temblaban las piernas, así que decidió sentarse en su pecho—. Eso ha sido increíble. Buen chico, Aruna. Nare, necesito besarte más veces, eres irresistible, preciosa.
—¡Liv! —exclamó la sirena enrojecida por la vergüenza. Sin embargo, cuando ella intentó contestar, la risa ronca de Aruna la detuvo.
—Si ya sabía yo que era una grandísima idea. ¡El gran Aruna nunca se equivoca, chicas! —dijo limpiándose la comisura de los labios, relamiéndose—. Joder, es que las dos estáis buenísimas, me alegro de poder decirlo en voz alta.
—¿Más que el estafador?
—Tendría que pensarlo.
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Kinktober 2024.
RomanceAdéntrate en este reto cargado de amor, pasión y desenfreno durante 31 días.