—Vamos, Kaizu. Papá está aquí —le animó Izuku con ternura.

Kaizu, con la determinación de un pequeño guerrero, se apoyó en las manos de Katsuki y volvió a levantarse. Esta vez, algo en su expresión cambió; parecía más seguro de sí mismo, como si estuviera empezando a entender el truco.

Izuku observaba con los ojos brillantes de emoción. No podía evitar sentirse orgulloso y, a la vez, un poco nervioso. Era un momento tan significativo, el ver a su hijo dar sus primeros pasos hacia él.

—Kacchan, creo que va a hacerlo —dijo Izuku, emocionado.

Katsuki, con su mano aún lista para evitar cualquier caída, asintió.

—Vamos, mocoso. Muestra de lo que eres capaz.

Y entonces, sucedió. Kaizu, tambaleándose solo un poco, levantó un pie, luego el otro, avanzando lentamente hacia Izuku. Sus pequeños brazos estaban extendidos hacia su papá, y en su carita se reflejaba la pura felicidad.

Izuku, con los ojos llenos de lágrimas de orgullo, esperó a que Kaizu diera esos últimos pasos antes de caer en sus brazos. Cuando finalmente llegó, lo levantó con un grito de alegría.

—¡Lo hiciste, Kaizu! ¡Lo hiciste! —gritó, abrazándolo con fuerza.

Katsuki, por su parte, cruzó los brazos con una sonrisa satisfecha, aunque en sus ojos también había una mezcla de emoción y orgullo.

—Ya lo tenemos caminando. Ahora no va a parar nunca —bromeó, pero había una ternura en su voz que Izuku reconocía bien.

Kaizu, que se había dado cuenta de que acababa de lograr algo importante, comenzó a reír y aplaudir con sus pequeñas manos, como si también celebrara su propia victoria.

Izuku lo llenó de besos mientras Katsuki se unía a ellos, arrodillándose junto a su familia.

—Lo estás haciendo increíble, Kaizu —le dijo Katsuki, tomando una de las pequeñas manos de su hijo—. Pero no te emociones demasiado. Papá no va a dejar que corras por toda la casa como un loco... aún.

Izuku, con una sonrisa traviesa, miró a Katsuki.

—Creo que tendremos que seguir practicando, ¿no, Kacchan?

Katsuki soltó una pequeña risa y abrazó a Izuku y Kaizu, rodeándolos con sus brazos.

—Siempre hay que practicar —respondió, presionando su frente contra la de Izuku por un segundo antes de besarle suavemente.


Más tarde esa noche, después de haber repetido los ejercicios varias veces (y de que Kaizu se cansara lo suficiente para quedarse dormido), Izuku y Katsuki se sentaron juntos en el sofá, con Kaizu profundamente dormido en los brazos de Katsuki.

—¿Te das cuenta de que estamos viviendo uno de los momentos más importantes de nuestras vidas? —preguntó Izuku en voz baja, mientras acariciaba la cabeza de Kaizu.

Katsuki asintió, mirando a su hijo dormido con una expresión suave.

—Sí. Y no cambiaría nada de todo esto —respondió, su voz llena de sinceridad.

Izuku se recostó contra él, dejando que el cansancio del día se deslizara fuera de su cuerpo. Estar con Katsuki y Kaizu hacía que todo se sintiera en su lugar, como si nada más importara en el mundo.

Mientras Kaizu dormía plácidamente, ellos dos se quedaron en silencio, disfrutando de la calma de la noche, conscientes de que su pequeño hijo acababa de dar el primer paso de muchos. Y, por primera vez en mucho tiempo, ambos padres se permitieron relajarse, sabiendo que estaban haciendo lo mejor para su familia.

Padres primerizos - katsudeku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora