Día 31: consequences

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Ya sé que no es el prompt que aparecía en la lista, pero es que he intentado escribirlo de mil y un maneras distintas y todavía no tengo las habilidades suficientes para escribir una orgía... Otro año será, espero. 

¡Disfrutadlo!

***

Liv reveló la noticia acerca de su embarazo el catorce de febrero del año siguiente. Decir que todo el mundo se había volcado sobre ella era, desde luego, una subestimación. Su marido fue el primero en saberlo, fue un regalo de San Valentín muchísimo mejor que la bufanda roja que le tejió hacía ya casi una década. Onyx lloró de felicidad, la abrazó y la besó durante largas horas, por fin lo habían logrado, ninguno de los dos cabía en sí mismo de gozo. A partir de ese día, el dragón pasó de tratarla como una figura delicada, a una estatua hecha de fino cristal, aunque la bruja no se quejaba en lo más mínimo de aquellas atenciones y cuidados extra.

En la ciudad, los inviernos siempre eran fríos y crueles, pocos eran los afortunados que sobrevivían a su furia en la época de los antiguos guerreros. Las madres asfixiaban a sus retoños mientras dormían; los ancianos abandonaban sus hogares para no ser una carga; los niños suplicaban por algo que llevarse a la boca. Por suerte, a pesar de que esa época continuaba siendo una de las más brutales, esas desgracias quedaron en un pasado muy lejano gracias a los avances mágicos y tecnológicos, sobre todo la calefacción.

Las persianas se sacudían con la brutalidad de la tormenta de nieve, no obstante, no fue ese jaleo el que despertó a Liv. La bruja entreabrió los ojos frunciendo el ceño, acurrucándose en los gruesos edredones cubriéndole hasta la barbilla. Tan solo podía ver oscuridad a su alrededor, pero sentía la presencia de su esposo junto a ella gracias a la ondulación del colchón y el río de magia que desbordaba por todo su ser.

—Onyyyyx —lo llamó con la voz ronca, aferrándose a las sábanas.

No necesitó pronunciar su nombre de nuevo. Las mantas de pelo que cubrían a su esposo se zarandearon y pronto, el dragón estuvo abrazándola, ronroneando mientras le acariciaba el vientre de nueve meses.

Normalmente, la piel de su marido estaba fría, muy fría, por eso durante las estaciones en las que las temperaturas se desplomaban dormían con mantas distintas, él con ropajes ligeros más propios del otoño y ella con los pijamas más gruesos del mercado, envuelta en capas y capas de ropas de cama.

—¿Necesitas vomitar? —le preguntó Onyx, somnoliento. Liv negó con la cabeza—. ¿Te duele la espalda? ¿Quieres que te dé un masaje? —la respuesta fue otra negativa. El dragón suspiró, acurrucándola contra su pecho—. ¿El bebé te está dando patadas y no te deja dormir?

—No, tampoco. Tengo los pies que parecen globos y tengo unas náuseas horribles, pero al mismo tiempo tengo un agujero en el estómago —le dijo al fin, enterrándose más en el abrazo de su marido—. El bebé me exige comida.

—¿Sí? —entre tantas tinieblas, Liv no vio la suave sonrisa dibujada en los labios de Onyx—. ¿Y qué exige el bebé exactamente?

—Tarta de chocolate con un montón de cacahuetes. Y una Coca-Cola.

—Menudos antojos tiene nuestro bebé, ¿no?

Liv rio, consciente de que aquella mezcla de alimentos era más propia de una fiesta de cumpleaños.

—Afortunadamente para vosotras dos, hoy ha sobrado algo de tarta de chocolate con frutos secos.

—¿Y ayer compraste Coca-Cola?

—Y ayer compré Coca-Cola —afirmó lanzando un bostezo.

—¿Me traes un poco? —preguntó, agudizando la voz pequeñita.

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora