Usando toda lafuerza de sus piernas, Roz saltó muy alto y aterrizó en la rama de un árbol. Este se estremeció con el peso repentino de la robot, ¡y luego, ¡plinc!, ¡plonc! Dos piñas rebotaron sobre ella, y un momento después, ¡plonc!, ¡plinc!, las mismas piñas rebotaron contra los osos, que gruñeron con fastidio. Esto le dio a Roz una idea.
La programación de la robot le impedía ser violenta, pero nada le impedía ser molesta. Entonces arrancó piñas de las ramas cercanas para arrojárselas a los osos.
¡Pom! ¡Pom! ¡Pom! ¡Pom!
Cada piña rebotó en su objetivo con una precisión molesta y los puso histéricos.
—¡Grrrrrr! —dijo la hermana oso.
—¡Grrrrrr! —dijo el hermano oso.
—No les entiendo, osos —dijo la robot. Estaba a punto de dejarles caer un montón de molestas piñas cuando un rugido lejano resonó en el bosque. En la cueva, la osa madre llamaba a sus crías, y no se oía feliz. Los oseznos se miraron. Sabían que estaban en problemas. Pero antes de regresar a casa, miraron a Roz y resoplaron una última vez: querían matarla más que nada.