𝗐𝗂𝗅𝖽𝖾𝗌𝗍 𝖽𝗋𝖾𝖺𝗆𝗌 |
Dónde Anthony LaRusso comienza a desarrollar sentimientos inesperados por Nathan Foster, un chico de Cobra Kai con un pasado complicado, mientras ambos navegan entre la rivalidad de los dojos y sus propios conf...
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009. Secreto
El día comenzaba con intensidad en el dojo. Los estudiantes estaban inmersos en sus entrenamientos: algunos trabajaban en sus puños, perfeccionando velocidad y precisión, mientras que otros ensayaban patadas en secuencias rápidas y controladas. Emma destacaba entre ellos en la máquina de golpes con un muñeco de varios objetivos, descargando una fuerza que llamó la atención de su hermano, quién estaba ocupado en la máquina de fuerza. La ferocidad de Emma le provocó un mal presentimiento, pero decidió ignorarlo, hasta que algo más capturó su atención.
A un costado del dojo, vio a un hombre que reconoció de semanas atrás, alguien que había aparecido en su antiguo dojo. Terry Silver caminó hacia él con su sonrisa calculada.
—Ahí estás —dijo con tono solemne, llamando la atención de todos. Los estudiantes detuvieron sus actividades mientras se posicionaba al frente—. Hagan la postura Heiko.
Los alumnos, disciplinados, adoptaron la postura. Silver comenzó a hablar con su voz resonando en todo el lugar.
—Esto es un ejemplo de lo que representa Cobra Kai: lealtad, disciplina y fuerza interior —declaró—. Después del cobarde ataque del exsensei Kreese, la mayoría se habría escondido en un agujero. Pero no Mantarraya —señaló al hombre con un gesto teatral—. Se mantuvo firme y exigió justicia. Eso es Cobra Kai. Y hoy, lo recibiremos cómo merece.
La mayoría de los estudiantes comenzaron a aplaudir y a soltar comentarios halagadores, emocionados por la situación. Sin embargo, Nathan no se unió. Se limitó a fruncir el ceño y desvió la mirada hacia el suelo sintiendo una extraña incomodidad en el pecho que no podía ignorar. Terry, notando la atmósfera en el dojo, se dirigió a Tory Nichols.
—Tory, encárgate de la clase. Tengo algo importante que discutir con mi hombre.
Ella asintió, pero no sin antes lanzar un chasquido de dedos que sacó a Nathan de sus pensamientos. Con un gesto de la cabeza le indicó que la siguiera. Foster suspiró y obedeció uniéndose al resto de la clase mientras su amiga tomaba el liderazgo.
—¡Golpes hacia adelante! ¡firmeza y precisión! —gritó, marcando el ritmo mientras todos comenzaban a seguir sus instrucciones.
Él intentaba concentrarse pero el eco de las palabras de Silver y la presencia de Mantarraya seguían en su mente, creando un nudo de incertidumbre que no lograba desatar. La tarde había llegado a su fin y los estudiantes de Cobra Kai comenzaron a dispersarse tras un arduo entrenamiento bajo las instrucciones de Tory. Nathan salió del dojo acompañado de Paige, quienes caminaban lado a lado por la acera. Ambos iban hablando sobre el entrenamiento y sobre cómo había sido especialmente exigente ese día.
—Creo que Tory está tratando de que sudemos hasta el alma —comentó Paige, riendo mientras ajustaba la correa de su mochila.
—Definitivamente —respondió rodando los ojos con una sonrisa—. Estoy seguro de que a algunos les habrá dado pesadillas con tantos golpes hacia adelante.
Paige rió suavemente y miró de reojo a al pecoso. Había algo cómodo en su compañía, algo que la hacía querer prolongar la conversación, aunque sus temas fueran simples.
—Por cierto, vi cómo te quedaste callado cuando Silver presentó a Mantarraya. ¿Qué te pasó? Parecías raro.
—¿Eh? —frunció el ceño, confundido, pero luego suspiró—. No sé, Paige. Hay algo en todo esto que no me cuadra. Silver siempre habla de lealtad y disciplina pero siento que detrás de todo eso hay algo más, algo que no quiere que veamos.
Ella asintió lentamente, procesando sus palabras. —Entiendo. Pero supongo que, mientras sigamos sus reglas, no tenemos nada de qué preocuparnos ¿no?
—Sí, supongo que tienes razón —murmuró finalmente, aunque su tono no transmitía convicción.
Llegaron a la esquina donde sus caminos se separaban. Lane se detuvo, mirándolo con una expresión cálida.
—Bueno, hasta mañana, Nath. Trata de no pensar tanto en esas cosas.
—Lo intentaré —contestó él con una sonrisa ligera.
La chica dudó un segundo antes de inclinarse y darle un beso rápido en la mejilla. —Nos vemos —dijo apresurada, girándose rápidamente y alejándose con paso ligero.
Nathan se quedó inmóvil, sorprendido por el gesto. Lentamente, una pequeña sonrisa comenzó a formarse en sus labios, cómo si no pudiera evitarlo. Antes de que pudiera procesar más lo que había pasado, Kenny apareció a su lado, rodeándole los hombros con un brazo.
—¡Ohhh! —exclamó con una sonrisa burlona—. ¿Qué fue eso? ¿Paige dándote un beso? ¡no me digas que el señor "No me gusta nadie" tiene una admiradora secreta!
—Cállate, Kenny. No fue nada. Ella solo... se estaba despidiendo.
—Ajá, claro —dijo exagerando un tono romántico—. "Nos vemos, Nathan, que tengas dulces sueños pensando en mí".
Foster lo empujó suavemente, aunque no con suficiente fuerza para apartarlo completamente. —¿Puedes dejar de inventar? Te digo que no siento nada por Paige.
—Sí, sí, lo que tú digas —insistió, sonriendo de oreja a oreja—. Pero, ¿sabes? Ustedes dos harían una linda pareja. Siempre están juntos, se llevan bien... hasta te dio un beso en la mejilla. Eso tiene que significar algo, ¿no?
Nathan suspiró tratando de ignorarlo, pero las palabras de Kenny comenzaron a resonar en su mente. Era verdad que a menudo pasaban tiempo juntos y que se llevaban bien. Y ahora, ese beso.
—No sé de qué hablas.
Payne notó la duda en su tono y lo miró con una sonrisa triunfante. —¡Te lo dije! Estás empezando a pensarlo, ¿verdad?
—Eres insoportable, ¿sabes?
—Lo sé —asintió riendo a la vez que caminaban juntos por la calle.
Ambos continuaron bromeando y riendo mientras se dirigían hacia sus casas, pero en el fondo de su mente, Nathan no podía dejar de pensar en lo que había pasado. ¿Realmente no sentía nada por Paige? ¿o estaba empezando a confundirse por todo lo que los demás decían?
A medida que caminaban por la misma calle, el aire fresco de la noche comenzaba a rodearlos. Kenny, aún con las manos en los bolsillos de su sudadera, miró de reojo al pecoso el cuál mantenía una expresión relajada, aunque algo ausente. Decidió romper el silencio.
