#12 No te preocupes.

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Me sentía como en una película y nadie jamás podrá arrebatarme ese sentimiento.

-No sientas lástima por Allan, pronto se le pasará- Dijo Santiago tomando asiento en el pasto.

-¿Y si jamás se le pasa?- Pregunté -Digo, sé que es Allan pero ese mismo Allan puede llegar a ser un rencoroso de primera categoría, pronto me iré y no quiero tener enemistades con ustedes.

-Bueno, en eso tienes razón pero por favor, no vuelvas a mencionar la frase "pronto me iré", aún no llega ese día y ya duele- Santiago me miró con cierto dolor en su rostro.

A mi me dolía más el imaginarme los días sin ellos, eran mis chicos, mis mejores amigos, mis hermanos mayores, los he aprendido a querer a cada uno de ellos con sus defectos y virtudes, sus maldades y bondades, me ha tocado convivir con chicos que siempre estan dispuestos a ayudarme, con chicos que siempre se preocupan por mí, ellos son un pilsr muy importante en mi vida y que a uno le pase algo es como que si a mí también me estuviera pasando.

Era por eso que me sentía muy mal por el rostro de dolor que Allan mostraba, me valía una mierda si simplemente era Allan el chico rompecorazones y rompebragas, el ejemplo a seguir para toda persona que desee aprender a como ser un desgraciado con las mujeres, no me interesaba si era Allan el competitivo o Allan el mujeriego, al fin y al cabo todas esas personalidades las portaba el mismo Allan y ese mismo Allan estaba resentido conmigo.

Tenías que aprender a querer y a lidiar con todas esas facetas de Allan y era algo que yo ya dominaba a la perfección y si a alguien no le gustaba pues era en vano pedirle que cambie porque primero te mandaba a comer tierra antes de cambiar su característica manera de ser.

-Santiago quieras o no, esa es la realidad, tómala o déjala- Sentencié.

-Esa era la Becca que todos necesitábamos durante las dos semanas que estuviste internada- Respondió Santiago con una sonrisa de lamento -Realmente nos hiciste falta.

-Tu cambio drástico de tema es muy...- Me quedé callada, no hallaba la palabra adecuada para referirme a aquella acción.

-Quizás la consideres bizarra- Completó Santiago -Quedan cuatro meses y medio para que termines con la apuesta, el tiempo vuela.

-Y en mes y medio cumpliré diecisiete años- Argumenté -Me harán falta- Miré a Santiago -Me harás falta.

Nuestras miradas se alternaban, yo veía sus ojos y él observaba mis labios y cuando yo observaba sus labios, él estaba perdido en mis ojos.

-Podrás visitarnos, el cariño que te tenemos es muy grande, serás difícil de olvidar.

-Igual, por más que les venga a visitar o ustedes vayan a visitarme ya no será lo mismo, los sentimientos van desapareciendo de poco en poco hasta convertirse en nada- Respondí con mi cabeza agachada.

Aún no me voy y ya me duele el pecho con sólo imaginarlo.

¿Irónico?

Creo que no.

Nos quedamos en silencio, no me quería ni imaginar que sucederá cuando ya todo acabe, no quiero ni regresar a la casa de mis padres, no me fui de allí en buenos terminos, técnicamente me boté de esa casa que ya me tenía con los ovarios hinchados.

Es verdad, mi madre no era la mejor mamá del mundo pero ella no hacía nada para que Graciela y yo le tengamos afecto, ambas éramos y somos pegadas a papá porque el siempre se comportó afectivo y razonable con nosotras, en cambio mamá sólo tuvo ojos para Marina, éramos como una peste para ella, o bueno, yo lo sentía así, en cambio Graciela sí intentaba ponerse en su lugar y vivir su realidad, algo que jamás me dio curiosidad de hacerlo.

Apostando mi virginidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora