Un día insoportable

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—Deja que salga. Te vas a quedar sin pelo, idiota—dije alterada. No puedo ni darme un baño rápido.

Me seco y salgo con la toalla puesta como traje. Este niño se va a joder.

Abrí la nevera y agarre una botella de agua muy fría. Andrés estaba tranquilamente sentado en el sofá viendo televisión. Abrí la botella y fui silenciosamente a donde él está, le tiré el agua completa en la cabeza. Él se para del asiento enojado, pero al verme cambia la cara. La cambia a una pervertida, me miro y por poco me muero de la vergüenza. Estaba en toalla, se me había olvidado.

—Mmm, que bien te vez, nena—dijo mordiendo su labio inferior. No le hice caso y busqué mi ropa. Fui al baño a ponerme la ropa. Algo cómodo, unos jeans corto y una camisa de tirantes.

Salí y agarre mi pote de helado favorito y me senté al lado de Andrés a ver televisión.

—¿Y para mí no hay?—pregunta con cara de cachorro triste.

—Eres malo. Para los perros malos no hay—dije sin parar de mirar la televisión.

—Jajaja, muy graciosa—dijo sarcásticamente.

—Nene, en la nevera hay, busca.

No sé ni porqué no lo votaba de la casa. ¿Por pena? ¿Por miedo?

Bueno miedo no es porque no le tengo nada de miedo. Él es solo un bobo. Creo que no lo voto porque algo en mi interior dice que no lo haga, además esta casita no es realmente mía, la encontré y me vine a vivir.

—Ese programa es aburrido—dijo Andrés sentándose al lado mío.

—A mi me gusta—respondí.

Andrés no respondió. Agarro el control y cambio el programa.

—Oye, lo estaba viendo—voy a enloquecer con este nene.

—No me importa—dijo. Me enganche encima de él para quitarle el control.

—Hey, vas a hacer que mi miembro se levante—dijo sonriendo. Me salí rápidamente, sentía que mis mejillas ardían. Que vergüenza.

—¿Por qué no puedes ser un caballero?—pregunté ya cansada.

—No lo sé.

Él tampoco lo sabe, que bien.

Pasaron unas horas y no nos dirigiamos ni una palabra. Ya tenía hambre, era hora de cenar, ¿que hiba a hacer?

—Voy a buscar algo que comer—dijo él y se fue. Espero que venga con algo para los dos.

Aproveche y comencé a desempacar. Por suerte había traído unas cosas que comer como pan, cinco huevos, jamón y dulces. No es mucho, pero algo es algo. Lo guardé en la cocina y terminé de desempacar. Puse mi ropa encima de una mesa de madera a estaba al lado de la cama.

—¡Llegue!—gritó Andrés. Lo miré y había traído pescado. Que rico, tengo mucha hambre. —Toma, cocinalos, yo no sé.

Agarre los pescados y comencé a hacerlos. Al menos sabía cocinar. Me había enseñado mi mamá. Termine de hacerlos y lo puse en los platos juntos con el pan que traje. Serví refresco de los que había en la nevera.

—Coge tu comida—dije y me senté en el sofá a comer.

—¿Tú traistes todo esto a esta casa?—preguntó Andrés.

¿Que le digo? ¿La verdad?

—No, llegue a esta isla para demostrarle a mi madre que si me puedo mantener sola. Caminando encontré esta casa que tenía de todo. Menos comida de desayuno, almuerzo y cena.

—A pues no sabes de quién es. No me puedes votar—mierda, ahora no lo puedo amenazar.

No contesté y seguí comiendo. No sé si era que tenía hambre, pero esta comida estaba buena.

—Te imaginas que fuera realmente de un indio—dijo Andrés.

—Que ridículo eres—dije. Terminé de comer y puse los platos en el fregadero. No voy a fregar, estoy muy cansada.

Fui a la cama y cogí una almohada y una sábana y la puse en el sofá para que Andrés durmiera ahí.

Fui a la cama y me acoste.

—No te creas que voy a dormir en el sofá—escuché a Andrés decir.

—No vas a dormir conmigo. Duerme en el suelo si quieres—dije y me tape la cara con la almohada.

—No soy un perro, la cama es bastante grande así que voy a dormir contigo.

—Que no.

No me hizo caso y puso la sábana y la almohada en la cama. Se acostó, me dan ganas de patearle las bolas. Lo empuje con las piernas fuertemente y cayó en el suelo.

Sonreí victoriosa.

—¡Oye! ¿Estás loca?

—Cierra la boca, quiero dormir—dije.

Lo escuché gruñiendo, pero no le hice caso. Él tiene que aprender.







That summer feelingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora