HERIDAS INFECTADAS DE MENTIRAS

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— Hay otro motivo, Mitsu.

Mitsu la miró.

— Se han puesto en contacto conmigo mis abuelos de Rusia. Al parecer ellos no sabían que mi madre se había quedado embarazada en Japón y que me había dejado aquí.

— ¿Tus abuelos?

— Quieren que vuelva a casa. Me han dicho que mi madre desapareció de sus vidas hace mucho tiempo, que fue a vivir a Estados Unidos con un americano. Y ellos ansían conocerme —Anna sonrió con tristeza—. No puedo llevar un bebé conmigo. No puedo alejarlo de donde pertenece, ni alejarlo de donde está su padre, ni me siento con fuerzas para conocer a mi familia con una carga como es la de un bebé... No puedo ser madre. No sé cómo ser madre —Anna miró a Mitsu con los ojos llenos de lágrimas—. Pero ¿sabes qué es lo peor? —Mitsu la miraba fijamente—. Que estoy haciendo exactamente lo mismo que hizo mi madre en su momento. Que dejaré aquí a un niño que necesitará el calor de una familia y me iré a mi país a buscar mi propio camino.

— ¿Te vas? —Preguntó Mitsu con la voz rota.

— No quería decírtelo de esta manera —Añadió ella llorando.

De nuevo Mitsu, como si esa tarde solo existiesen lágrimas, se acurrucó sobre su vientre, escondiendo su rostro con sus manos, y dejó escapar el dolor en forma de llanto. Desde que la separasen de Yuuto no había llorado tanto en su vida. ¿Por qué tenía que perder a Anna ahora? ¿Por qué tenían que separarse sus caminos? Anna no podía irse... no viviría sin ella... no podría...

— Mitsu...

Mitsu alzó la cabeza.

— Quiero que tú seas la madre —Dijo entre lágrimas. Mitsu la miró sin comprender—. Quiero que seas la madre de mi hijo.

Y Mitsu, que comprendía la sensación de sentirse perdida y con miedo, que sabía cuánto de confusos estarían sus sentimientos y que todo lo que estaba haciendo era pensando en el bien de su propio pequeño, la abrazó con fuerza a la vez que se echaban a llorar. La sostuvo con sus manos y le acarició el pelo, justo lo que Yuuto había hecho con ella. Darle amor, darle fuerza.

— Todo saldrá bien, Anna. Te lo prometo.

¿Que cómo lo hicimos? No fue fácil ni estuvo exento de miedos. El embarazo de Anna avanzaba con rapidez y teníamos un reloj en nuestra contra. Riko fue la segunda persona en enterarse. Y aunque al comienzo se mostró indignada y enfadada, pronto aquellas palabras fueron sustituidas por las lágrimas que reflejaba la tristeza de nuestra separación. Semanas después, Riko nos pidió quedar para darnos su propia noticia.

A la misma vez que Anna, ella también estaba esperando un hijo.

Todo estaba cambiando tan rápido y teníamos tantas cosas que hacer que por aquellos días ni siquiera tenía tiempo para estar con Ryu. Después de hablar con Riko, tuvimos que comunicarle a Yusuke la situación. Lo necesitábamos para preparar el plan. Pero quizás, irónicamente, lo más difícil de todo fue hacer entrar en razón a mi hermano. Nunca lo había visto llorar. No supo afrontar el hecho de que Anna se iría a Rusia, como tampoco supo afrontar el hecho de que no sería el padre de su hijo. Nos costó días hablar con él y que aceptase que, desgraciadamente, él no estaba en posición para darnos lecciones. Ninguno sugirió que Yusuke lo metiese en su registro familiar. Todos sabíamos la repuesta. Las aspiraciones de Yusuke en su trabajo y el hecho de que su jefe fuese el padre de su mujer, le impedían por completo tener un escándalo como aquel. Estaba fuera de dudas que Yusuke no podría reclamar al niño como suyo.

Fue duro ver a mi hermano desplomarse de aquella forma, entender que tenía que renunciar a quien había sido el amor de su vida y a su propio hijo. Pensé que la vida había sido algo cruel al darle a mi hermano el mismo destino que tuvo Yuuto. Yusuke sugirió que Anna se quedase en Japón y que él pagaría un hogar y todos los gastos del pequeño; aunque más que sugerirlo, se lo rogó para que lo hiciera. Pero ella ya tenía tomada su decisión, y yo, aunque con el corazón destrozado, la apoyé y la animé para que siguiese adelante.

Wagamama na Koi 2  EiENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora