Sentà un escalofrió recorrer todo mi cuerpo, lo miré fijamente, perdida en cada una de aquellas palabras.
El amor es un sentimiento extraño; ciertamente habÃa estado enamorada antes, pero esta vez la palabra se quedaba corta para describir lo que sentÃa por Dante.
Perdà el control de mà misma besándolo de forma alocada, mis manos no dejaban de acariciar su espalda, brazos y rostro mientras que con mis pies rozaba sus piernas. Él apretujaba y rasguñaba suavemente mis muslos e intercalaba besos entre mis labios y cuello, en medio de un gruñido cargado de deseo se arrodilló entre mis piernas y comenzó a bajar mi ropa interior. Mi rostro ardió, creà morir de vergüenza ante la escena, pues a pesar de haber tenido relaciones amorosas antes jamás habÃa llegado tan lejos con alguien, por lo tanto, mi pericia en el asunto era nula o netamente guiada a lo que él provocara. Lentamente y sin apuro alguno, descubrió mi sexo, después ubicó su cabeza en medio de mis piernas dedicándome una seductora y muy picara mirada, comenzó suavemente a lamer el interior de mi entrepierna desencadenando una guerra interna de emociones a millón por hora, mordà mi labio inferior presa de un placer al borde de la locura, hasta que finalmente llegó a esa parte tan sensible de toda mujer.
Apretujé la almohada, la puse en mi boca y ahogué los gemidos que en ese momento se desprendieron de mà ser. No podÃa creer que Dante Maccioni, el chico más espectacular de todo el colegio y además un vampiro de no sé cuántos años estuviera practicándome sexo oral, y ¡Qué manera de hacerlo, por Dios! Mi cuerpo se sacudÃa ahora en un estado febril donde lo único que deseaba era que me penetrara de una buena vez. No me reconocÃa a mà misma, las piernas me temblaban en un éxtasis absoluto.
Dante se puso de pie para sacarse el bóxer y luego arrojarlo al piso; ahora dejaba expuesta su gran erección y no me cupo la menor duda de que me deseaba con locura. Se acomodó de nuevo entre mis piernas y lamió mi cuello con detenimiento.
—¿Eres virgen, cierto? —inquirió en un susurro, levantó su rostro y me miró concienzudamente.
—Sà —mi voz tembló en una especie de gemido.
—¿Quieres continuar? —lo miré segura de lo que querÃa, pero antes necesitaba saber algo.
—Dante, ¿Tú que sientes por m� —el interpelado me miró sorprendido, suspiró y luego acarició mi rostro sonriendo con ternura.
—Julieth, eres todo para mÃ, jamás habÃa sentido algo asà por alguien, ni de humano, ni de vampiro —lo besé de nuevo.
—Solo procura ser delicado, por favor —le pedà en un tono de voz tan dulce que me sorprendió a mà misma. Él rozó mis labios con delicadeza.
—Obvio que lo seré —lamió mi cuello y subió hasta mi oreja derecha al mismo tiempo que introducÃa suavemente uno de sus dedos en mi sexo provocando que soltara un leve quejido a causa del dolor—. Relájate, mi amor —el escuchar esa palabra hizo que mi cuerpo deseara más el acto—, además, creo que estas más que lista —sonrió complacido al sentir mi humedad—. Abrázame y si quieres, aráñame la espalda, no me enojaré por eso.
Comenzó a introducir lentamente su miembro dentro de mÃ. Como primera reacción me quejé un poco e hice fuerza con mi pelvis para tratar de quitarlo, pero él lejos de enojarse y en busca de que me excitara más, lamió mi cuello haciéndome estremecer hasta las entrañas, subió hasta mis labios y los mordió suavemente en tanto acariciaba con insistencia alrededor de una de mis areolas pellizcando suavemente mi pezón, cosa que me causaba sensaciones desconocidas, sentà su mano acariciar mi vulva y después como se ayudaba a introducir dentro de mà para no hacerlo deprisa y darme tiempo; un tiempo que me parecÃa eterno entre mi impaciencia y rechazo al dolor.
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Draconem: La Reencarnación
Teen FictionLos misterios los hay, los ciegos somos nosotros. Un día cualquiera, una chica normal... O eso creía. Julieth es una adolescente común y corriente de diecisiete años con una compañera mental que abusa de su cordura y de vez en cuando hasta de su co...