Iban pocos días de enero y ya empezaba con malhumor, el año pasado había roto un record más o menos de tener malhumor tres de cada cinco días, y me propuse este año aflojar con aquello, pero ese pibe arruinó mi propósito, arruinó mi intento de no odiar un nuevo año. El calor era tan insoportable que ni aunque me abanicara la cara y me levantara el pelo lo más alto me pasaba, por suerte estaba cerca y en cuanto me quedaron pocas cuadras, con mi desgano y la fuerza que me impulsaba el calor, corrí lo último. En la calle no había nadie, porque de día aparte de que los chicos no salieran por el calor, la mayoría trabajaba y la otra gran mayoría, dormía. Otros, como yo, visitaban a Carlitos.

— ¿Te gusta o ya le encontraste algo malo?

—El grupo argentino, ese que vino acá y de hecho ¿cómo mierda llegaron acá?

—No sé, creo que Gastón los conoce pero no estoy seguro.

—Pero no creo que los invite ¿no? —pregunté tomando mi agua bien fría, lo que necesitaba desde hace horas atrás. —Bueno acá nadie invita a nadie.

—Le voy a preguntar, ellos parecían estar preparados.

—Como si viniesen a hacernos la contra a nosotros ¿no?

— ¿Qué pensas? —preguntó Carlitos y yo levanté ambas cejas, ahora mismo no me cerraba aquella eventualidad, nadie llegaba en grupo, y si lo hacían no con ánimos de desafiar tan profesionalmente como lo hicieron ellos. Algo no me cerraba. — Pero en sí, ¿te gusta?

—Sí, la comida es buenísima y hacemos lo que nos gusta, los grupos excepto el argentino son todos muy simpáticos, hablan gracioso.

—Ellos deben pensar que ustedes hablan gracioso. —se rió y yo asentí, más de uno lo había dicho. — ¿Qué tiene de malo el argentino? ¿Ya mostró las garras?

—La pendeja*, la líder, después son tres chicos y uno es totalmente insoportable.

— ¿Ya lo enamoraste?

—Ya lo voy a desenamorar. —le dije convencida de eso, porque no iba a permitir que ese estúpido me siguiera molestando, le sacaba mi mochila y era la última vez que le dirigía la mirada.

Alejo y Facundo al llegar, no sólo entraron con las venezolanas Laura y María, también lo hicieron con la otra integrante, Elena y junto con ellos, una de las colombianas que no sabía su nombre ya que mayormente estaban todos juntos y por esta vez, aparte de estar acompañada por los inútiles de mis amigos, también con uno de los integrantes argentinos, el cual tampoco sabía su nombre.

Fruncí el ceño cuando registré al grupito, tres argentinos, tres venezolanas, y una colombiana muy valiente de estar sin sus amigos. Mis amigos se acercaron dejándolos a ellos, en una mesa apartada.

— ¿Qué haces acá? —me preguntó Facu sonriendo forzadamente y yo levanté una ceja.

— ¿Tengo que pedirte permiso para estar acá?

—Escuchá fierita, no te enojes pero el pibe es bueno y se ofreció a acompañarnos con las venezolanas, y se está cogiendo a la colombiana así que se sumaron, nada más. —se justificó Alejo por lo bajo ya que ellos si bien estaban alejados, no era un lugar tan grande.

¿Cómo era posible que en la segunda semana ya estuviesen saliendo entre ellos? La sociabilidad sexual que tenían todos, era increíble.

— ¿Y ya son amigos?

—No, es buena onda, y los otros también pero no pudieron venir.

— ¿Me estás jodiendo no?

—Mirá estamos fuera del concurso y los productores dijeron que nos teníamos que hacer amigos, la competencia todavía no empieza y creo que...

—No entiendo por qué se justifican, es obvio que estas flacas no se van a resistir a lo chamuyeros* que son, ¿¡Pero traerlas acá!? —grité por lo bajo así no escuchaban más que ellos, los dos sinvergüenzas no sabían qué decir y lo gracioso era que no quería sus explicaciones, no me las debían pero sabían la importancia que tenía la competencia para mí. —No hacía falta traer al otro, ni aunque sea copado.

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