Capítulo 8

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Bella

Sentía asco de mí misma por ceder. Nunca pidió mi consentimiento para todas las cosas sucias que me había hecho. Simplemente tomó lo que quería y yo me había visto obligada a dárselo. Le haría creer que mi fuego se había apagado al igual que mis fuerzas. Ahí radicaba la diferencia entre ambos. Yo podía enmascarar mi oscuridad con ingenuidad e inocencia. Aleksi no. Lo veía tal y como era. Nadie esperaba que la chica desamparada y sin apoyo reuniera el coraje de afrontarlo.

Qué sorpresa se llevaría cuando lograra derribarlo. No podía decir con exactitud qué día sucedería, pero no descansaría hasta romperlo. Lo arruinaría tanto que nunca volvería a ser el mismo. Se arrepentiría de haberme conocido y subestimado. Vería mi cara en todas partes. Las emociones negativas venían desde el rencor y el desprecio. Siempre había creído que mi padre era un monstruo hasta que conocí a Aleksi Kozlov. El verdadero infierno estaba detrás de estas cuatro paredes. Una bonita jaula lujosa forjada en oro que me había arrebatado lo que más amaba: mi libertad.

Y por esa razón quería verlo muerto.

Apreté el tallo de la rosa blanca sin inmutarme por las espinas y la sangre que manchaba mi palma. Otra noche sin poder dormir porque todo lo que podía pensar era en él y lo mucho que odiaba sus caricias. Me bañé durante horas para tratar de borrar sus huellas en mi piel, pero no importaba cuanto restregara el jabón por mi cuerpo. Todavía me sentía sucia.

—¿Bella? ¡Oh, Dios...!

Cassie me arrebató la rosa y sacó un pañuelo de mi bolso para limpiar la sangre. No dolía nada. Me sentía vacía por dentro, como si todas mis lágrimas me las hubiera arrebatado él.

—Habla conmigo—Cassie se sentó a mi lado sin soltarme—. ¿Qué te hizo?

Sacudí la cabeza.

—No vale la pena mencionarlo.

Distinguí el dolor en sus ojos verdes antes de que me abraza con fuerza. Hice todo lo posible para no derrumbarme. Cassie habló en voz baja, pronunciando una y otra vez que estaba aquí conmigo. Era una desconocida, pero mi alma rota agradecía su consuelo.

—Lo siento mucho, Bella—susurró—. Odio saber que no puedo sacarte de aquí.

Recosté mi cabeza en su hombro y observé los patitos que nadaban en el estanque de agua.

—Haces más que suficiente por mí siendo la amiga qué necesito. ¿Por qué?

Cassie me miró confundida.

—¿Qué cosa?

—¿Por qué insistes en ser mi amiga? —pregunté—. No tenemos mucho en común. Eres una chica de buena posición y yo una vagabunda sin hogar.

La molestia se filtró en su expresión y continuó limpiándome la mano. No me agradaba la idea de contarle todos mis problemas. Cassie había sido más que buena conmigo, pero mi desconfiada naturaleza se mantenía a la defensiva. No sabía si en algún momento usaría mis propias palabras en mi contra.

—No eres una vagabunda, Bella. Tenemos más cosas en común de lo que crees.

Alcé mis cejas.

—¿Sí? ¿Cómo cuáles?

Una triste sonrisa asomó sus labios. Se veía fantástica como de costumbre. El cabello castaño rojizo estaba un poco ondulado, la chaqueta de invierno con pantalones jeans y las botas. Yo, en cambio, me sentía más cómoda con mis vestidos de mangas largas adaptadas al clima. No elegí ninguna prenda. Me sorprendía que él supiera mis preferencias.

—Ambas vivimos en una jaula. La diferencia es que yo puedo salir de vez en cuando, pero mi vida está condenada desde que nací. Es la tradición familiar—musitó en voz baja—. Estoy destinada a casarme con un sucio mafioso para aumentar las conexiones. No importa si lo amo o no. Soy un ganado de intercambio.

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